«Rockumental», cuando el rock se hace historia del cine

D. A. Pennebaker, fallecido a los 94 años, marcó el camino a seguir con sus películas sobre Bob Dylan y David Bowie

Captura del documental «Don't Look Back» de D. A. Pennebaker ABC

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Los letreros van cayendo, los versos de «Subterranean Homesick Blues», con sus basement, pavement y government hermanados en la caída libre, planean ante la cámara y, casi sin darse cuenta, Bob Dylan y D. A. Pennebaker acaban de inventar en un callejón londinense lo que más tarde conoceríamos como videoclip. «A man in the coonskin cap, in the pig pen / Wants eleven dollar bills, you only got ten», canta Dylan mientras, al otro lado, el cineasta estadounidense parece tener a buen recaudo los fajos de billetes de once dólares por los que suspira el bardo de Duluth. En aquel momento, sin embargo, con Dylan embarcado en su primera gira británica y Pennebaker pegado a su sombra para no perder detalle, lo que ambos estaban alumbrando no era el videoclip en su versión más arcaica y primitiva, sino el molde de lo que acabaría por llamarse rockumental. Sí, el documental sobre rock.

Un género que sigue alimentando la mitología del rock and roll y campa a sus anchas con notable éxito por festivales, plataformas de streaming y, cuando la ocasión lo requiere, salas de cine, pero que empieza ya a quedarse sin héroes. No héroes más o menos contemporáneos como Julien Temple, cronista oficial del punk que cualquier día asomará por aquí con su largamente esperado biopic de The Kinks, sino héroes clásicos como Albert y David Maysles, probablemente los dos pares de ojos que mejor supieron retratar a los Beatles y los Rolling Stones, o el pro pio Pennebaker, fallecido el pasado jueves a los 94 años, según informó su hijo el domingo, tres días después.

JImi Hendrix en el Monterey Pop de 1967 ABC

Su caso es especialmente significativo, ya que en su historial figuran al menos tres títulos sin los que no se entendería la historia del documental música: «Don’t Look Back», dedicado a la gira británica de Dylan; la filmación del volcánico «Monterey Pop» de 1967; y «Ziggy Stardust and the Spiders from Mars», la cinta de 1973 que inmortalizó la despedida de David Bowie de su más célebre alter ego.

Sentar cátedra

De hecho, para cuando un Martin Scorsese aún con ruedines se estrenó como asistente de dirección de Michael Wadleigh en la realización de «Woodstock», Pennebaker ya había sentado cátedra en lo que a grabar personajes y conciertos se refiere. Es más: Donn Alan Pennebaker pudo incluso permitirse el lujo de rechazar la propuesta de dirigir la película sobre Woodstock porque, dijo entonces, no le gustaba la alineación musical que se había seleccionado.

Bowie, en la película «Ziggy Stardust and the Spiders from Mars», ABC

Con los años llegarían «The Last Waltz», «No Direction Home», «Stop Making Sense», «Year Of The Horse» o «Gimme Shelter», títulos icónico de directores como Scorsese, Jonathan Demme, Jim Jarmusch o los hermanos Maysles, peor casi todo estaba ya en «Don’t Look Back» y «Monterey Pop».

Imposible disociar, por ejemplo, a Jimi Hendrix de esa imagen que Pennebaker capturó en el festival californiano mientras el guitarrista, en pleno trance de vudú rock, le prendía fuego a su Stratocaster tras atizarle de lo lindo a «Wild Thing» . O, ya puestos, imposible también olvidar a un Dylan ácido y viperino lanzando frases lapidarias como «no creo en nada; no veo que haya nada en lo que creer» mientras va forjando su leyenda de astro imprevisible y azote de periodistas. «Para que la gente te deje entrar en su vida, tienes que gustarle, y a la gente no le gustan las moscas. De alguna manera, tienes que convertirte en parte de su familia y ellos lo apreciarán», explicaba Pennebaker para tratar de resumir una manera de trabajar que en 1965 cristalizó en el retrato más jugoso y veraz del autor de «Like A Rolling Stone».

Un documental aún hoy insuperable en su captura de una estrella a punto de convertirse en toda una constelación que, después de escarceos con la Plastic Ono Band de John Lennon o con Alice Cooper, encontró otra réplica de altura en la asilvestrada y a ratos mugrienta grabación de «Ziggy Stardust and the Spiders from Mars», cinta que e 1973 grabó a sangre y fuego el asesinato de Ziggy Stardust a manos de David Bowie y con la que Pennebaker completó su particular santísima trinidad del documental musical hecho historia del cine.

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