Quincena Musical Donostiarra: tres días en la cumbre

El certamen se cerró con la Orquesta Nacional de España -y David Afkham al frente-, Anne Sophie Mutter e Ivan Fischer y la Orquesta del Festival de Budapest

Anne-Sophie Mutter, junto a Lambert Orkis durante su concierto Efe

Cosme Marina

La recuperación paulatina de los festivales de verano en nuestro país, tras el fuerte impacto de la pandemia, va siendo cada vez más firme. Con aforos reducidos, el público está regresando a los auditorios y la mejora en las restricciones de movilidad permite que los circuitos empiecen a restablecerse con las giras de los solistas y, por fin, de las grandes formaciones orquestales. Es un avance sustancial que se ha notado en estos dos meses y que permite encarar con prudente optimismo el inminente inicio de la próxima temporada.

La Quincena Musical de San Sebastián es uno de los festivales españoles más veteranos, y de los que siempre ha sabido mantener alto el umbral de la ambición artística, sin altibajos. Acaba de cerrar ahora su 82 edición con tres fabulosos conciertos que los asistentes acogieron con fervor. Puede que el público que respalda el festival donostiarra sea uno de los más generosos y entendidos del país. Es un mérito que hay que atribuir a la calidad de la oferta que el ciclo ha conseguido propiciando una fidelidad y apoyo popular que impresiona.

Regresó a la Quincena la Orquesta Nacional de España , con su titular, David Afkham al frente, y lo hizo con solista de lujo, el violinista griego Leonidas Kavakos , siempre de afinación impecablemente obsesiva, que deslumbró en su interpretación de una de las grandes obras del repertorio, el 'Concierto para violín y orquesta en re mayor' de Chaikovski, articulado sobre unos 'tempi' en inicio lentos, contenidos, que fueron ganando energía progresivamente. El Bach de su bis fue un auténtico regalo.

A continuación, Afkham y la orquesta se volcaron con asombroso vigor sonoro en la 'Sinfonía número 1 en si bemol mayor' de Schumann. Maestro y orquesta evidenciaron aquí buena sintonía y lo bien que le está sentando a la formación un director que no se acomoda en el repertorio, que busca una lectura nueva del mismo, sin atajos. La 'Amorosa' de Guridi cerró la noche con delicados acentos románticos.

Al día siguiente otra de las estrellas del violín, Anne Sophie Mutter , aterrizó en el Kursaal acompañada al piano por Lambert Orkis. La gran diva del instrumento dejó bien a las claras su perfecto dominio del mismo y versatilidad estilística que transita por diferentes repertorios con las ductilidad y la experiencia sólo al alcance de una élite muy restringida. Con su inseparable y magnífico pianista Lambert Orkis, la violinista trazó un programa en tres etapas. Tres estaciones en las que Mozart, Beethoven y Frank demostraron su primacía en este mundo. De la serena 'Sonata para violín y piano en mi menor' de Mozart, pasando por una carnosa y vital versión de la 'Sonata Primavera' de Beethoven, hasta llegar a la energía desbordante con la que interpretaron la 'Sonata para violín y piano en la mayor' de César Frank. Todo un alarde que se prolongó con dos propinas deliciosas, 'Cinderella', de John Williams , y una vibrante adaptación de la 'Danza húngara número 1' de Brahms.

Es difícil imaginar mejor concierto de clausura, más festivo y emocionante, que el que ofreció el siempre dinámico vital Iván Fischer , al frente de ese maravilloso instrumento que es la Orquesta del Festival de Budapes t. Un programa coherente, toda una declaración de intenciones, y una exhibición orquestal. 'El buey sobre el tejado', de Darius Milhaud, el arrollador 'Concierto en sol mayor' de Maurice Ravel -con un Dejan Lazic al piano en estado de gracia y sintonía total con maestro y orquesta- se vieron complementados con dos delicatessen de Erik Satie: la 'Gymnopédie número 1', en orquestación de Debussy, y la 'Gnossienne número 3', orquestada por Poulenc. Como remate, las festivas 'Danzas de Galanta' de Zoltan Kodaly fueron un rayo de luz para estos tiempos, un revulsivo para los músicos y para el entusiasta y cálido público donostiarra, que se volcó con la Quincena en un año difícil que la organización resolvió con esfuerzo y brillantes resultados. En el bis, Fischer transformó la orquesta en coro con Dvorak y la 'Oración de la noche' como argumento.

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