Montserrat Caballé, la última gran diva

El mundo de la lírica llora a la barcelonesa, a quien el Gran Teatre del Liceu recuerda como «una de las grandes sopranos de la historia»

Caballé, durante una actuación en el año 2000 en el Liceu Efe | Vídeo: ATLAS

Pep Gorgori

Con más de cincuenta roles en su repertorio, Montserrat Caballé deja tras de sí una estela de grabaciones y de noches memorables en los principales escenarios del planeta, incluyendo más de doscientas funciones en el Gran Teatre del Liceu. En su legado, con todo, conviene también destacar su labor pedagógica y el apoyo a las generaciones de cantantes que la han sucedido dentro y fuera de España.

El coliseo barcelonés ha sido uno de los primeros en emitir un breve comunicado de condolencia, destacando que Caballé ha sido «una de las sopranos más importantes de la historia y clave de la memoria del Teatre», donde hizo historia con roles como Norma, Salomé, Maria Stuarda o La traviata entre muchos otros.

Entre sus discípulos, la también soprano Begoña Alberdi ha recordado a este diario que «hemos perdido un referente histórico que ha hecho muchísimo por la música clásica, por acercar la ópera a un público amplio y que ha rescatado óperas del olvido». «Recordaremos sus Normas, Borgias, Bolenas… tardaremos a volver a escuchar una voz así», ha explicado.

También alumna suya y profesora en el Conservatorio del Liceu, centro donde Caballé empezó su formación, la soprano Marta Mathéu la recuerda como una persona «tierna, afable, amable y muy sensible: recuerdo cuando en una master class me pidió que le cantara el "Depuis de jour" de Charpentier, que ella había interpretado desde muy joven, y se emocionó y me abrazó».

Ambas la recuerdan como alguien que marcó sus inicios como artistas, hecho que comparten con muchos de sus compañeros de generación. «Yo me quise dedicar a esto tras verla por televisión cantando la Salomé de Strauss», asegura Alberdi.

Saludada en sus inicios como sucesora de la mismísima Maria Callas, Caballé pronto se labró un nombre por sus propios méritos. Tras completar su formación, a partir de 1956 se traslada a Basilea, donde en solamente tres años se hace con el repertorio que sería el núcleo de su dilatadísima carrera. Es entonces cuando estudia a fondo personajes clave como Pamina, Tosca, Aida, Violeta, Rusalka, Arabella y Salomé. Una indisposición de Marilyn Horne la llevó a protagonizar una memorable Lucrecia Borgia en Nueva York en 1965. Su fama se había consolidado definitivamente y nunca volvería a bajar ya de los escenarios.

Además de los grandes papeles de la historia de la ópera, conviene recordar también sus interpretaciones de zarzuela y de canciones de autores como Enrique Granados. Además, sus incursiones en la música más comercial la llevaron a actuar junto a figuras de la talla de Freddie Mercury, con quien grabó el electrizante «Barcelona» para los Juegos Olímpicos, que ha pasado a la historia de la ciudad como un auténtico himno.

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