Tom Jones: el triunfo del crooner

El cantante galés da un intenso recital en las Noches del Botánico

Tom Jones, durante su actuación este domingo Víctor Moreno (Noches del Botánico)

Arcadio Falcón

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A veces todo parece muy arbitrario . He estado en cuatro conciertos en una semana . El mejor de todos fue en el que hubo menos gente. La mejor crónica fue por la que me insultaron en Twitter. La más aplaudida fue la del concierto que apenas escuché…

Es todo tan subjetivo en la vida que inevitablemente reflexiono sobre la realidad y si es posible plasmarla en un papel.

Empezó el crooner cantándole al tiempo, que es de lo poco que está garantizado. ‘I’m growing old’ y ‘Not dark yet’, una de las muchas gemas de Dylan, en un inicio muy sólido donde presto comprobamos que Tom Jones sigue cantando como un maestro . Con ciertos retoques, él y su banda han reconvertido las canciones, que tienen muchos más matices que en el disco. Lentas, permiten a Jones recrearse y forzar menos, además de añadir variedad a un show ecléctico en el que recorre el camino del blues al hip-hop de forma lineal.

No reservó ‘hits’ para los bises. A la primera de cambio nos regaló ‘It’s not unusual’, aderezando el arreglo con un acordeón y congas. Eso, y el tempo lento, hacen que ‘What’s new pussycat?’, justo después, brillara mucho más como composición que en su versión original. El británico conserva la parte alta de su registro ; los graves están intactos y son su mejor arma para seguir cantando muchos años.

Su carrera, que abarca seis décadas, le ha encumbrado como uno de los crooners modernos, con Rod Stewart y Michael Bublé. Son los herederos, quizá los últimos, de la canción de autor que nació en el Tin Pan Alley neoyorquino. El suyo es un oficio de sudor y barro ; de ensayar ante el espejo y memorizar estrofas: son El Intérprete, figura mística que insufla vida a ideas ajenas.

Un requisito indispensable para recibir la ‘medalla’ de crooner es saber cantar balada. ‘I won’t crumble’ y ‘Tower of Song’, que seguro pueden encontrar en YouTube, son la audición de Jones para el galardón. Su fraseo impecable y dinámica de voz llegan a la glándula pineal, calcificada llave del paraíso egipcio.

En palabras de un sabio, una banda es tan buena como su eslabón más débil. Chapeau por los cinco miembros , multiinstrumentistas que demostraron un dominio absoluto de una decena de géneros musicales. Especialmente útil para las canciones fue el color del teclado/acordeón, que nos llevó a Buenos Aires un par de veces.

Sin momentos de pausa

En ‘You can leave your hat on’, Jones intenta seducirnos -conmigo lo consigue- apoyado sobre dos guitarras distorsionadas y el trote sereno de un bajista elegante. En líneas generales, es un concierto intenso para un cantante, sin apenas momentos de pausa y un repertorio donde prima la ‘caña’. El barítono de Gales, con más muescas en el revólver que Jesse James, no muestra debilidades; si se pusiera una máscara y se presentara como anónimo nadie pensaría que acaba de cumplir 82 años.

Se marchó cantándole de nuevo al tiempo en ‘Hell of a life’. La ovación fue general, digna de un par de orejas. Yo me marché pensando en la justicia y el azar; podría haber escrito todo lo contrario y se habría publicado igual, ¿por qué?

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