Jack White despereza el Cruïlla con un aquelarre de blues retorcido

El exlíder de The White Stripes estrenó el festival barcelonés, que hoy recibe a N.E.R.D, Gilberto Gil y The Prophets Of Rage

Jack White, durante su actuación en Barcelona CRUÏLLA

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A la espera de que Prophets Of Rage y N.E.R.D activen esta tarde todos los mecanismos del festival y pongan a prueba su orgullosa condición de alternativa sostenible y transitable a los grandes macrofestivales, el Cruïlla empezó ayer a desperezarse en el Fórum con un liviano aperitivo, apenas un par de conciertos de Bunbury y Seasick Steve, que Jack White se encargó de transformar en un imponente y sobresaltado menú degustación.

Una intrépida y algo esquizofrénica travesía por los meandros del blues y el rock que el de Detroit aprovechó para centrifugarse a sí mismo y reforzar las múltiples aristas y cuartos oscuros que conforman «Boarding House Reach», su último trabajo.

Un disco que fue recibido con unas cuantas cejas arqueadas debido a esa enloquecida mezcla de funk, rock acerado y pinceladas de hip hop pero que gana unos cuantos enteros cuando se trata de desplegarlo ante las cerca de 10.000 personas que transitaban el jueves por el Parc del Fòrum.

Es así, emparedado entre las cabriolas vocales de White y una cuidadisima y gélida iluminación en azules y blancos, donde todas las piezas parecen encajar y el afilado rompecabezas de «Over And Over And Over» o las sacudidas sísmicas de esa «Corporation» que podría haber firmado un Stevie Wonder cosido a calambrazos exhibían todo su poderío.

White, hiperactivo con la guitarra y concentrado en desmenuzar las canciones, samplearlas y devolverlas echas un amasijo de electricidad estática y teclados gomosos, también se acordó de The White Stripes y The Raconteurs y colocó estratégicamente canciones como «Hotel Yorba», «The Hardest Button To Button», «We’re Are Going To Be Friends» y «Steady As She Goes».

Una colección de refuerzos refuerzos para apuntalar una estructura que fue ganando peso y revoluciones con la inflamada «Connected By Love» y los riffs histéricos que despachaba el estadounidense. A partir de ahí solo quedaba entregarse al aquelarre de blues retorcido de «That Black Bat Licorice», rendirse al funk acorazado de «Lazaretto» y, cómo no, esperar el inevitable desenlace con «Seven Nation Army» , himno de coros futboleros y coraza indestructible que cayó como un yunque sobre el Parc del Fòrum.

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