Estricnina: «A lo mejor hacemos un comic sobre nosotros»

La historia de Estricnina comenzó en un lugar de lo más inesperado: en el reino «guiri» de Benidorm, allá por el año 2001, cuando Juanito Makandé conoció a Marcos del Ojo, más conocido como El Canijo de Jerez, en el ascensor de uno de los hoteles de la ciudad

Juanito Makandé (izquierda) y ElCanijo de Jerez, a punto de terminar su aventura compartida ABC
Nacho Serrano

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La historia de Estricnina comenzó en un lugar de lo más inesperado. No fue en una taberna de Jerez de la Frontera, ni en el parque de la Alameda de Sevilla, ni en una playa de Barbate. Fue nada menos que en el reino «guiri» de Benidorm, allá por el año 2001.

Juanito Makandé bajaba de su habitación en uno de los rascacielos de la ciudad, cuando a medio camino hacia la planta del hall del hotel, alguien entró en el ascensor. Era Marcos del Ojo, más conocido como El Canijo de Jerez , por entonces miembro de Los Delinqüentes. «Entramos en el ascensor como completos desconocidos, y varias plantas después salimos abrazados como compadres», recuerda el dúo. Desde entonces han ido cociendo su Estricnina a fuego muy, muy lento, tras «interminables noches de música, risas y humo» que compartían cada vez que se reencontraban en una ciudad o en un festival.

El paso previo al nacimiento de su proyecto está en 2012, cuando El Canijo emprendió su carrera en solitario con « El nuevo despertar de la farándula cósmica », disco que contó con la colaboración de Makandé. Después de aquel ansiado encuentro artístico ambos continuaron sus propios caminos, pero sentían que les había quedado algo por hacer. Por eso volvieron a sentarse con sus guitarras bajo el sol andaluz y comenzaron a dar forma a las primeras canciones de Estricnina. «Es un veneno para matar a las ratas, y también es una expresión que utilizan los flamencos de Cádiz para referirse a alguien o a algo que es ‘mu’ malo», comentan al respecto del nombre elegido para su propuesta.

Unos meses después entraban a grabar su primer álbum, cuyo título parodia uno de los grandes momentos de la película « Blade Runner »: «Hemos visto cosas que harían vomitar a un murciélago». «Llevamos mucho tiempo en esto de la música y de la farándula, y hemos visto de todo, para bien y para mal. Cosas que harían vomitar a un murciélago» bromean los artistas gaditanos.

Cuando entraron al estudio llamaron a varios de sus mejores amigos, músicos de raza como los hermanos Bao -Anye a la batería y Pepe al bajo-, Marcos Munné a la guitarra y Nacho Lesko a los teclados, para dar forma a un engendro electrificado a medio camino «entre Pata Negra, Triana y Smash, Pink Floyd y The Meters, el Dylan del 65, Extremoduro, Frank Zappa y Manuel Molina, siempre con un espíritu libre y humeante».

Mucha juerga

Contra todo pronóstico el resultado cuajó más allá de lo artístico: su primer single, « Oye mujer », superó las 50.000 reproducciones en Youtube en apenas una semana, y el disco se coló en lo más alto de las plataformas digitales en tan solo unas horas. Y lo mismo ha pasado con su gira, una sucesión de «sold outs» que termina este fin de semana con dos grandes conciertos en las emblemáticas Razzmatazz y La Riviera. «Vendrán todos nuestros amigos a vernos y algunos de ellos se subirán a echarse un cantecito, como Amparo Sánchez y Macaco en Barcelona, o Muchachito, Leiva y nuestra gran diva Vinila Von Bismark en Madrid», revela El Canijo, entusiasmado ante la grabación del recital en esta última ciudad. «Será un bonito recuerdo para enseñarle a nuestros nietos murciélagos, un recuerdo de lo que esta gira ha significado para nosotros, con lo bueno y con lo malo». Y es que como apunta Makandé, «la vida en una banda de rock nunca es fácil. Son muchas emociones, muchos kilómetros, muchas opiniones, pruebas de sonido, muchas juergas... pero es el precio que hay que pagar por dedicarnos a lo que más nos gusta».

Los dos confirman que van a retomar sus carreras en solitario, pero también confiesan que «han ido surgiendo nuevas ideas en la carretera. Es lo normal en las horas muertas y cuando te rodeas de grandes músicos. Habrá que guardarlas para un futuro. Mientras tanto, quién sabe, a lo mejor hacemos un cómic de nuestras aventuras y desventuras. O montamos una bodega...».

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