Elvis, el blanco que cantó como un negro, sigue vivo en Graceland

Hoy se cumplen 40 años de la muerte de «El Rey» y miles de personas se congregan en su mansión de Memphis, que celebra y explota su legado

Elvis Presley EFE/Alfred Wertheimer
Javier Ansorena

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Cientos de jóvenes blancos supremacistas desfilaban la noche del pasado viernes por las calles de Charlottesville (Virginia) , antorcha en mano, en la víspera de los peores disturbios provocados por racistas blancos en décadas. La estética devolvía a EE.UU. a los tiempos trágicos del acoso a los negros por el Ku Klux Klan, del Sur segregado. En ese momento y en ese lugar creció Elvis Aaron Presley , en Tupelo y Memphis (Misisipí), con los negros separados de los blancos, oprimidos y sin derecho a voto. Hoy Misisipí es el único estado del país en el que la bandera mantiene la enseña confederada, considerada un símbolo racista y que los neo-nazis ondeaban este fin de semana en Virginia.

Ayer por la noche, decenas de miles de personas pasearon, velas en mano, cerca de Memphis, por los jardines de Graceland, la excéntrica mansión que mandó construir «el Rey». Hoy se cumplen cuarenta años del día en que fue encontrado muerto en el baño de su habitación , en el final de una agonía marcada por la adicción a los fármacos. Las llamas de quienes participaban en la vigilia dedicada a Elvis –se esperaban unas cincuenta mil personas, en una procesión que se extendió hasta entrada la madrugada– emitían una luz diferente a las de los racistas de Charlottesville. Elvis fue un blanco que cantó como un negro en los años 50, que rompió barreras raciales en la música –cuando los éxitos de los negros no se colocaban en las mismas listas que los de los blancos– y que supuso un puente en la cultura popular hacia los logros de los movimientos a favor de los derechos civiles en los años 60.

No siempre se le consideró así. Durante décadas, Elvis y su legado convivieron con la leyenda negra de su racismo. Un joven blanco y guapo que se apropió del sonido sureño del rythm & blues y del blues y que además era de Tupelo –patria chica del diputado demócrata John Rankin , una de las grandes voces del racismo de la época– era sospechoso automático. Después se le adjudicó una frase que confirmó su racismo: «Lo único que los negros pueden hacer por mí es comprar mi discos y limpiarme los zapatos» . No hay pruebas que confirmen esa supuesta declaración. Al contrario, Elvis se colaba en las iglesias reservadas a negros en su juventud, tuvo decenas de amigos íntimos afroamericanos en la música –Fats Domino, James Brown, B.B. King y Mahalia Jackson, entre muchos otros–, reverenció a precursores negros como Big Mama Thornton o Arthur «Big Boy» Crudrup y se plantó frente a las leyes segregacionistas para actuar en zonas y eventos para negros. Las críticas más furiosas que recibió cuando irrumpió como estrella desbocada en la música fue que sus movimientos –escandalosos, sexuales– eran propios de los negros. El rumor, sin embargo, prendió con fuerza y hasta hace no tanto la etiqueta racista de Elvis seguía establecida en muchos sectores de la población negra. En 2002, poco antes del 25 aniversario de la muerte de Elvis, la cantante Mary J. Blige se disculpó por haber participado en un programa de televisión. «Sé que Elvis era racista», dijo entonces la rapera.

Quizá la vigilia de ayer, y la cercanía de la tragedia de Charlottesville, sirvan para reflexionar en el papel de Elvis y del rock en el avance del ideal igualitario estadounidense. El que fuera director de Billboard, Paul Ackerman , lo anticipó en 1958: «En un aspecto de la vida cultural de EE.UU., la integración ya ha ocurrido ».

La visita nocturna a la tumba de Elvis en Graceland es una de las ceremonias más populares que Graceland organiza cada año con motivo del aniversario de «El Rey», en la llamada Semana de Elvis. «Esta será la Semana de Elvis más grande de la historia, con seguidores de todo el mundo en el peregrinaje definitivo a este lugar», anunció la organización que gestiona el patrimonio de la superestrella. Hoy se celebra el concierto principal en recuerdo del cantante, con un espectáculo presidido por Lisa Marie Presley –la hija de Elvis– y con sus temas acompañados por una orquesta sinfónica. Las celebraciones arrancaron el pasado fin de semana, e incluyen reuniones de fans, subastas, conferencias con gente que conoció al ídolo –hay una dedicada a la Elvis Mafia, el grupúsculo de amigos, guardaespaldas y aplaudidores del que se rodeó al final de su vida; y otra con familia y amigos de la infancia– y, sobre todo, las fases finales del famoso concurso de imitadores. Los ganadores de anteriores concursos son pequeñas celebridades entre los fanáticos de Elvis, y esta año también tienen un concierto protagonizado por ellos, llamado El retorno definitivo.

La ambición del programa confeccionado por Graceland deja clara la fortaleza del legado de Elvis, que el año pasado era el cuarto en la lista de Forbes de los famosos fallecidos que más ingresan –tras Michael Jackson, el dibujante Charles Schulz y el golfista Arnold Palmer–, con 27 millones de dólares. Pero esta semana también se recordará su importancia en los movimientos sociales que culminaron a finales de los 60, cuando él estaba de capa caída. «Escucharlo por primera vez era como salir de la cárcel» , dijo Bob Dylan.

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