Christina Rosenvinge: «Los españoles somos muy dados a tirarnos piedras contra nuestro propio tejado, nos encanta odiarnos»

La cantautora madrileña se inicia en la prosa con «Debut», sus diarios músico-vitales en donde repasa todos los detalles existenciales que envolvieron a cada hijo discográfico

Christina Rosenvinge acaba de sacar «Debut» Belen Díaz
Javier Villuendas

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«Belleza y libertad», es lo que significa rosen-vinge : rosa y ala. «Es lo más bonito que me ha dejado», escribe la cantautora Christina Rosenvinge (Madrid, 1964) en «Debut» , sus diarios musico-vitales recién publicados con Literatura Random House. El dardo atraviesa afilado el recuerdo de su padre, el herederísimo de un imperio industrial en Dinamarca y al que renunció porque se enamoró de Andalucía, de Pepe Marchena, de Sabicas, de Carmen Amaya... «El hombre rubio» de su último disco, vaya, por el que ha sido reconocida en los Premios de la Música Independiente. Y sin olvidar ese Cervantes del pop que obtuvo el año pasado.

- Serrat, Kiko Veneno o Luz Casal obtuvieron el Premio Nacional de las Músicas Actuales antes. ¿Qué se siente estando en ese Olimpo?

Fue una alegría inmensa, porque se reconoce tu contribución a la cultura española, y una recompensa a una trayectoria que no ha sido fácil.

- En estas memorias, precisamente, cuenta que ha tenido demasiadas veces que hacerse valer. Este gran premio debería evitar tener que volver hacerlo.

La sensación no había desparecido del todo porque mi postura con la industria, sobre todo, ha sido ir un poco a la contra. No por fastidiar sino porque realmente lo que me dice la intución que hay que hacer es lo contrario a lo que dice la industria.

- Siguiendo con esto, escribe que «Canción del eco» no la vieron como single en la multi porque era triste y larga. Y eso le hizo desconfiar del criterio de esta gente... ¿Tiene su cuota de realidad esa caricatura de hombres trajeados tomando decisiones grises en las discográficas como en cualquier oficina?

Pero a veces son gente han sido músicos y que han tenido criterio artístico, lo que pasa es que ellos piensan y están sujetos a esquemas muy conservadores. Y piensan que tú como chica lo que tienes que hacer es canciones más frívolas y explotar tu sex appeal, porque por ese lado es por donde vas a triunfar. Y que si haces canciones dramáticas y largas piensan que eso no sirve para triunfar. Eso yo como lo veo es menospreciar al público. Y el tiempo me ha dado la razón, porque las canciones que más éxito tienen en directo no son las que han sido single sino las más raras y más dramáticas.

- También ha ganado el premio al mejor disco pop del año en los premios de la Música independiente. Ha aplastado a gente mucho más joven, se sentirá orgullosa.

Me ha hecho ilusión pero no porque fueran más jóvenes. Es un premio muy bonito porque es un disco que tiene una carga literaria muy grande. No es un disco juvenil. Para mí es muy importante que se reconozca que el pop es un género mucho más amplio que un género pasajero o esclavo de la moda y juvenil. No es un género ligero e intrascendente.

- Visión optimista, la música popular puede tener enjundia y gustar.

Claro. Puede ser una manifestación artística de primer orden, es alta cultura también. Con el libro lo que quería era reivindicar las letras de las canciones como género literario. Porque no se considera así, solo son la prosa, la poesía y el teatro. Son como el hermano punk de la poesía, pero no es poesía tampoco. Creo que es un género joven y no tiene la trayectoria que tiene la poesía, aunque la poesía nació cantada, y eso no hay que olvidarlo, pero como no tiene la tradición de siglos de otros géneros igual por eso no se considera alta cultura ni se considera parte del patrimonio artístico de un país. Pero lo es, porque tiene muchísima influencia y conecta con el momento vital como no conecta ninguna disciplina artística.

- Entonces, está contenta con el Premio Nobel de Literatura a Dylan .

Pero no solo el de Dylan, también le dieron el Príncipe de Asturias a Leonard Cohen. Eso es, las letras de las canciones son literatura.

- ¿Por qué se llama «Debut»?

Es el título de una canción pero realmente porque es fiel a una manera de sentir. Porque yo no me he sentido una artista establecida ni acomodada a ninguna posición. Siempre tengo la sensación de estar empezando, con todo lo bueno y lo malo que tiene. O sea, esto lo hago con la misma excitación y con la misma inseguridad.

- ¿Ha sentido alguna vez el síndrome del impostor?

Es muy común entre mujeres, además. En ciertos aspectos más que en otros, pero justo como letrista no. Porque llevo desde los 15 años escribiendo letras de canciones y es el terreno en el que estoy más segura. A veces sí lo puedo tener como productora o como arreglista.

- Con Steve Jordan, batería de Keith Richards en su disco «Talk is cheap», del que justo se han cumplido 30 años, colaboró en un disco en los 90 y ambos comentaron tener la necesidad de romper estereotipos. Él por negro y usted por rubia. ¿Cómo cree que andan esos estereotipos actualmente?

En los últimos años desde luego ha habido un proceso de concienciación de los prejuicios sexistas y racistas. En ese sentido, sí creo que estamos avanzando. Cosas que antes no se cuestionaban ahora sí se cuestionan. Es decir, cuando ves una película mainstream haces un análisis de prejuicios sexistas y racistas y te das cuenta que el protagonista es un tío y que al lado tiene un negro gracioso y que luego está la chica, la novia. Antes se daba como natural y ahora no, así que algo hemos avanzado.

- «Algunos me ven como demasiado radical y otros como poco creíble», escribe. Y se pregunta: «¿Cuánto habrá de machismo? ».

Creo que había un componente machista grande. Aunque no es fácil distinguirlo de los prejuicios heredados porque mi carrera ha sido inusual. Yo empecé en el underground madrileño, pero la gente me conoció dentro del mainstream con Álex y Christina («¡Chas! Y aparezco a tu lado»). Salté un poco en marcha de ese proyecto e inicié un proyecto en solitario. Y a partir de ahí empecé a tomar decisiones radicales respecto a sonido y estructura de las canciones. Esa trayectoria es inusual, es difícil distinguir qué parte era sexista pura y qué parte era incredulidad ante un artista que pasa del mainstream al lado alternativo. Pero es puro desconocimiento porque a los 15 años estaba en una banda punk por lo que era volver al sitio en el que estaba. A mí me tocó el momento del mainstream en el que las discográficas estaban fichando a los grupos de Madrid... nos querían convertir en fenómenos de masas cuando el espíritu que llevábamos dentro era distinto.

- ¿Cuáles son los músicos que más le han influido?

Conocer a Lee Ranaldo y a todos esos músicos de Nueva York, no todos famosos, me sirvió para darme cuenta de que hay otra manera de estar en el negocio musical.

- En Nueva York lo tenían bien montado.

La industria musical y audiovisual anglosajona está muy bien fundamentada porque son los inventores de esta fórmula y se han beneficiado de un idioma que les permite ir de gira por el mundo entero. Los hispanoparlantes lo hemos ido creando con el tiempo. Aunque ahora sí. El castellano pero también el catalán son idiomas fabulosos para cantar música pop. Luego además tienes la posibilidad de un continente entero que es Hispanoamérica no solo para tocar sino para aprender influencias. Se puede crear y se está creando pero nos llevan muchas décadas de ventaja.

- ¿Aquí no tuvo ese sentimiento de pertenencia?

Una persona muy estudiosa me dijo una vez que yo es que era intergeneracional. Eso me dio un poco la clave para entenderlo. Es cierto que no pertenecí a La Movida ni tampoco a los 90. Y entonces he estado siempre como el jinete solitario. No he pertenecido a ninguna generación ni a ningún movimiento, he ido por libre. Y eso ha sido una desventaja pero también una ventaja. No he tenido la cobertura de una generación pero sí me he podido mover entre varias. Al final, creo que es más beneficioso que perjudicial.

- Pasa unos años en Estados Unidos al inicio del milenio, en la primera potencia mundial pero que no es la primera potencia mundial del estar a gusto. ¿Qué tiene España por encima de este dragón?

Los españoles somos muy dados a tirarnos piedras contra nuestro propio tejado, nos encanta. Lo de autocriticarnos y odiarnos. Pero cuando lo dice alguien de fuera, entonces no lo admitimos. No hay nada como irte fuera para apreciar lo que tenemos en casa. Irme a Estados Unidos me sirvió para darme cuenta de que todos estos estados donde la gente vive diseminada, donde no hay sentimiento de comunidad, donde es una cultura completamente individualista y competitiva, cuando luego vuelves a España y empiezas a apreciar nuestra cultura mediterránea, que es una cultura de diálogo, de disfrute de la vida, de debate constante, de cuestionamiento de todo que es muy bueno y de apoyo entre generaciones y comunidades. Esta cosa tan bonita que te encuentras cuando vas a un pueblo, con todos los niños jugando en la plaza y las señoras sentadas tomando la fresca, y que es algo que damos por sentado, pues hay pueblos y ciudades en Estados Unidos donde la gente no conoce a sus vecinos. Parece una tontería pero es el germen de todo.

- Vuelve a España y se encuentra con los indies, que tienen comportamientos sexistas similares a los mainstream.

En todas partes hay de todo, pero los prejuicios están repartidos en todas partes y cada grupo crea sus propios prejuicios. Son males de juventud, de dividir el mundo entre la gente que mola y los que no molan. Afortunadamente, esto es un criterio muy simplista que con los años va desapareciendo.

- Normalmente, lo excepcional es lo que se graba en la memoria. Sin embargo, ha compuesto muchas canciones y recuerda su gestación al detalle.

Hay algo muy bonito... Es verdad que estamos hechos como animales. Un día muy feliz en el que no pasa nada se te va a olvidar. Eso es lo triste. Sin embargo, un día que haciendo lo mismo y teniendo una desgracia no se te va a olvidar jamás. Con lo cual, entre tus recuerdos hay muchos más momentos negativos que positivs porque como animal para sobrevivir tienes que acordarte que el fuego quema y que explotan bombas, tienes que ser capaz de leer las señales del peligro. Sin embargo, hay una cosa muy bonita con las canciones porque cuando escribes una canción que sabes que es especial tienes un subidón de adrenalina tan potente como lo tienes cuando sientes miedo o terror. Es un subidón de adrenalina animal, y se te queda pegado a la memoria. Yo, efectivamente, recuerdo los momentos donde estaba cuando compuse las canciones más emblemáticas. Donde estaba sentada, como era la silla, qué había pasado, recuerdo detalles muy pequeñitos. Y está muy bien porque eso me permite recordar momentos de tranquilidad muy hermosos.

- Y si la canción cuando viene a la cabeza no la registras, se va. Es como parte de uno pero momentáneamente.

De hecho, hay una cierta sensación, y lo he hablado con otra gente, de que las melodías son combinaciones matemáticas. O sea, se te ha ocurrido a ti pero se le puede ocurrir a otro también, es aleatorio. A mí me ha pasado escuchar canciones y pensar: «Maldita sea, a mí se me había ocurrido esa melodía y no le di valor y la dejé pasar». Incluso tenerla grabada.

- ¿Y le ha ocurrido con algún bombazo comercial?

Sí. Tendría que pensarlo... Me pasó con una... Lo tendría que mirar detalladamente pero sí que me ha pasado.

- Año 1994, época de vacas gordas en la industria. Un desconocido Calamaro en nuestro país hasta se pasa por la campiña francesa a grabar con ustedes. ¿Qué le ha pasado a la industria musical española?

Que haya habido una crisis económica no quiere decir que haya habido una crisis de creatividad. Estamos en un momentazo, hay un montón de gente haciendo música realmente extraordinaria. Lo que teníamos en ese momento, que podías grabar un disco con unas posibilidades económicas que se traducen en libertad creativa, en este momento no lo hay. Vivimos todos en la época de la precariedad. Los músicos ahora viven fatal, cosa que antes no pasaba. Creo que en la precariedad, el que se dedica a la música es realmente vocacional, porque como decisión práctica y económica es desastrosa. El que se dedica es por amor y por fe. Es decir, que en una época que es buen negocio va a haber más gente mediocre. El que aguanta ahora es porque realmente tiene algo que decir. Pero es injusto, porque es gente que toca muy bien... Yo en su momento pude comprarme una casa con la música, cosa que ahora es imposible para un músico. Es por la revolución digital, que quiere decir que los intermediarios se quedan con el beneficio, que va a las telecos y a los soportes. Y, luego, es que todos, no solo los músios, vivimos mucho peor.

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