David Bowie, icono de moda, con un espectacular diseño de Kansai Yamamoto
David Bowie, icono de moda, con un espectacular diseño de Kansai Yamamoto - ABC

Bowie, maestro de ceremonias en el escenario neobarroco

El artista británico equivale a la antirrutina en el arte. Bebe de todas las fuentes y ninguna se le agota

MADRID Actualizado: Guardar
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Desde que el siglo XXI es siglo XXI vivimos tiempos Neobarrocos. Así lo han recalcado algunos estetas del arte contemporáneo con razones bien apuntaladas en el curso de la Historia del Arte que amplifica su honda expansiva. En palabras del crítico y semiólogo italiano Omar Calabrese, el Neobarroco equivale al «infierno de lo bello». Barroco viene del término portugués «berrueco», nombre que se da a las perlas que nacen con una deformidad, por pequeña que esta sea, en el tacto de su piel nacarada y transparente. David Bowie era un hombre bello pero imperfecto. El hecho de que tuviera un ojo de cada color ya da coloratura a esta tesis. También tenía una piel nacarada y andrógina –como el chico de «Muerte en Venecia», Tadzio– tras las pinturas de guerra del rey del «glam».

La teoría del Neobarroco contemporáneo salta al escenario de las exposiciones (en España en el DA2 de Salamanca) cuando Bowie tiene ya unos cuantos años, incluso ya vive en su retiro neoyorquino del que no sale ni para inaugurar la muestra sobre su vida y obra que recorre medio mundo ( «Bowie Is The Subject»), en cuyo argumento emerge como un artista total, no sólo como un músico de gloria infinita en la iconografía de la carátula de un vinilo. No obstante, el hecho de que él sea también una carátula de discoteca –y a mucha honra– le emparenta directamente en la línea sucesoria con Warhol, al que da vida en una película que lleva la firma de un pintor, Julian Schnabel, sobre otro pintor, Basquiat. ¿Bowie sería el Warhol de la música? Bowie es mucho más conceptual, por mucho que se calzara el pelucón del «chef» de las sopas Campbell envasadas en el vacío del pop. Las pelucas y cortes de pelo de Bowie no juegan a la impostura. Tienen una razón de ser en su propio ser artístico.

Es mucho más conceptual que Warhol. Sus pelucas y cortes de pelo no juegan a la impostura

Primero vino Bowie y después todo lo demás. No sólo en la música, donde aseguran los expertos experimentó hasta el último suspiro, sino también en las artes plásticas. No sé si pintó algún cuadro en su vida. No sé si le dio por la fotografía. Si lo hubiera hecho por ahí no transcienden sus costuras de sacerdote de lo contemporáneo. Tenía unas trazas un tanto renacentistas en sus dominios de letrista y de mago de mil y unas disciplinas creativas, pero fue al primero que le dio por jugar a la ambigüedad cuando aún no se hablaba de las teorías del género en su versión finisecular. Aún no se confeccionaban largas listas con los creadores que deshojaban la margarita sobre lo femenino y lo masculino para reivindicar la igualdad en la diferencia. Bowie se disfrazó sólo él sabe de qué y por eso creo un personaje con nombre y apellido: Ziggy Stardust. Se subió a unas plataformas y elevó el concepto de «performance» a los altares de los conciertos fanáticos porque sus fans son fanáticos del oscurantismo colorista de sus canciones.Letras abstractas y conceptuales tras un telón de luces y sombras.

Un «performer» en toda regla

Bowie, sin las pedanterías de quien se cose la etiqueta autopromocional de «performer», fue un «performer» en toda regla que cambiaba de identidad como quien cambia de camisa blanca y corbata negra cada mañana. Bowie equivale a la antirrutina en el arte. Bebe de todas las fuentes y ninguna se le agota. El hecho de que en uno de sus penúltimos vídeos ( «Where Are We Now?»), el que celebra su cincuenta aniversario en la música, contara con la colaboración del artista contemporáneo Tony Oursler no hace más que corroborar que sus inquietudes eran más negras que el firmamento en el que se pierde el Major Tom de su «Space Oddity». Oursler figura en la lista de los Neobarrocos desde el primer día, pero llegó más tarde que David Bowie.

A David Bowie le costó mas de cincuenta años entrar en un museo, en el Victoria and Albert de Londres. Menos mal que allí ya empezaron a emparentarle con William Blake, Bertol Brecht, Antonin Artaud, Dalí y Alexander MacQueen, entre otros. Bowie dentro de nada abrirá las puertas del MoMA para escenificar la última ceremonia del Neobarroco.

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