La cantante estadounidense, que anoche no permitió el acceso de fotógrafos, durate una de sus actuaciones recientes
La cantante estadounidense, que anoche no permitió el acceso de fotógrafos, durate una de sus actuaciones recientes - ABC

Ariana Grande, el pop como terapia de grupo

La cantante recupera la normalidad en un Sant Jordi medio lleno tras el atentado de Mánchester

Barcelona Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

En apenas unas semanas, y muy a su pesar, Ariana Grande ha pasado de ídolo adolescente con una legión de fans con nombre propio -los «arianators», ni más ni menos- a icono global salpicado por el horror del terrorismo. Su nombre quedará por siempre jamás ligado al atentado de Mánchesterdel pasado 25 de mayo, algo que, una vez superada la conmoción inicial, la de Florida ha querido combatir dando un paso al frente y plantando cara de la mejor manera posible. Esto es: retomando el guión de una gira que suspendió varias de sus fechas tras el atentado y tratando de volver a la normalidad a base de estribillos pegadizos, coreografías gimnásticas y pop al pop mayor.

Así que, después de pasar por Lyon, París y Lisboa, al «Dangerous Woman Tour» le tocaba anoche parada en el Palau Sant Jordi de Barcelona, un recinto en el que Grande ya se estrenó hace justo dos años y que, como entonces, tampoco acabó ayer de llenarse. Eso sí: las 12.000 personas que pasaron por taquilla se despellejaron la garganta en cuanto la de Boca Ratón apareció al ritmo de «Be Alright» y «Everyday». Será que, después de todo, eso es lo que significa volver a la normalidad: recuperar el espíritu celebrativo y eufórico del pop sin prestar demasiada atención a las medidas de seguridad, al doble sistema de control en los accesos y a los agentes uniformados y armados que patrullaban el perímetro.

Seguidores de la cantante de Florida, antes de la actuación
Seguidores de la cantante de Florida, antes de la actuación- EFE

Normalidad absoluta, pues (amén del preceptivo e inexplicable retraso de 50 minutos y del veto a los fotógrafos, ingredientes cada vez más habituales de este tipo de saraos), para una noche en la que solo esa sentida versión de «Somewhere Over The Rainbow» que ya interpretó en su regreso a Mánchester (y que llegó anoche acompañada por la proyección de un lazo negro) se asomó ligeramente la tragedia. Por lo demás, el de Grande fue un ejemplo más de espectáculo milimetrado con juegos de luces ingeniosos, cuerpo de baile con espíritu contorsionista, mucha imagen enlatada de la propia cantante amenizando los interludios, globos y neones y, en fin, pop moderno moteado de texturas negras e injertos bailables -o casi rave, como en «One Last Time» o «Break Free»-.

Un show para todos los públicos con un picante muy tenue -ay, ese constante juego entre lo sensual y lo angelical- que lo mismo convertía el escenario en un gimnasio para sudar la camiseta con «Side to Side» que jugaba la baza del vozarrón desatado y la lluvia de confeti con «Greedy». El abecé del pop de estadios, con sus cambios de vestuario y sus baladones estratégicamente situados, aplicado con más ímpetu que pericia e imaginación. Lo normal, vamos.

Ver los comentarios