Andrés Calamaro, Rock'n'roll para cargar la suerte

El artista argentino publica su nuevo disco el 2 de noviembre

Andrés Calamaro ABC
Nacho Serrano

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En lenguaje taurino, dice Calamaro, « cargar la suerte significa entrar al toro , ponerse en su camino con el cuerpo, metiendo la pierna para torear bien de cerca. O al menos así era antes. Los puristas dicen que lo de cargar la suerte se está extinguiendo. Ahora el sentido moderno del término es más light, los nuevos críticos aceptan que se cargue la suerte con meter la mano, sin usar la pierna. Pero eso requiere menos valor». « Cargar la suerte » es el título del nuevo disco que ayer presentó en unos estudios en pleno centro de Madrid, en Amaniel, «una calle en la que estoy seguro que algo importante pasó, pero no logro recordar qué», murmura el músico argentino.

Tras compartir una sesión de escucha de sus nuevas canciones con la prensa, Calamaro continúa explicando el significado del título del álbum. «Hace poco, Morante dio una entrevista sentado en el escritorio de Joselito El Gallo, que al parecer se lo compró. Y hubo un momento en el que dijo que “una cosa es pasarse el toro por delante, y otra cosa es torear”. Yo creo que se refería precisamente a esto, a cargar la suerte como se hacía antes».

Grabado en sólo cuatro días, con toda la banda tocando junta en directo, sin claqueta ni overdubs, «Cargar la suerte» suena muy inspirado y equilibrado en una primera escucha. «Es un disco grabado en una sala bien grande, a la vieja usanza», dice, «con mucha guitarra y mucho rock , pero sin antorcha ni pogo, que son cosas que ya no se estilan en la música alternativa». Traducido al cristiano, eso significa que es un álbum sin pisotones al acelerador, sin ritmos veloces, con mucha balada y medio tiempo.

Tras al arranque de « Verdades Afiladas », el single de adelanto, Calamaro canta acerca del verdadero trabajo de los músicos: esperar. « Tránsito lento » habla sobre la vida en los aeropuertos, sobre los viajes, con una reposada cadencia envolviendo versos que huelen a viajante veterano. «Esa letra costó un poco. Gustavo (su ingeniero de sonido) me dijo que, si hablaba de las esperas sin protestar, iba a parecer una conversación entre músicos cincuentones. Trabajé un poco más en la producción vocal del tema para darle algo de mordiente».

Nuevo guiño al «Pelusa»

« Cuarteles de invierno », más lenta aún, es una balada con finísimos arreglos de cuerda (violín y chelo), a la que sigue un nuevo homenaje al « Pelusa », también sin emociones trepidantes. En « Diego armando canciones » Calamaro habla de sí mismo haciendo un estupendo balance vital: «Para qué quiero enemigos, si tengo tantos hermanos. Para qué guardar rencor, si puedo cantar durmiendo».

« Las rimas » es una de las piezas que darán más que hablar. Se trata de un mordaz discurso rapeado con agresividad sobre un fondo musical de caos perfectamente ordenado, en el que Calamaro no quiso grabar con los típicos beats del hip-hop. Eso sería meter la mano y no la pierna, porque «este es un disco de guitarras». insiste. Las seis cuerdas vuelven a brillar en «Mi ranchera» una balada tremendamente emocionante: «Pocas cosas son más crudas que una cruda, quizás sea por la forma en que te fuiste, sin un beso ni un abrazo, mejor hubiera sido despedirte de mí con un balazo». «Cuando ladra la moral me toca cantar a la libertad», proclama en «My mafia», guiado por una guitarra acústica acompañada de sutiles teclados. El pop más meridiano llega con «Egoístas», la antesala de «Voy a volver», otro baladón que despide el disco con una promesa para su Argentina querida.

Pero no se engañen. « Cargar la suerte » sí tiene secuencias de compacto frenesí eléctrico como « Adán rechaza », « Siete vidas » o la fantástica « Falso LV », un tema con un enganchón tan devastador que podría haber sido el hitazo de «Alta Suciedad». De haber sido escrito en 1997, claro. Desde entonces, hacer un disco de rock con la guitarra en el ojo del huracán es cargar la suerte. En 2018, en el sentido más tradicional de la expresión. Pero, como dice Andrés, aún quedan aficionados que cuando van a los toros «esperan encontrarse con ese viejo arte perdido».

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