NOVELA

«La realidad ha estallado en pedazos y vivimos en una comedia del absurdo»

El autor gaditano reedita su novela «El novio del mundo» veinte años después y reflexiona sobre su personaje Walter Arias en la delirante España actual

El escritor Felipe Benítez Reyes VANESSA GÓMEZ

EVA DÍAZ PÉREZ

Hace ahora veinte años, Felipe Benítez Reyes deslumbró con su novela «El novio del mundo» y un personaje singular y desmedido que fascinó a miles de lectores: Walter Arias . Arias tuvo buena fortuna entre los lectores creándose una suerte de Club Walterista , un ballet inspirado en la novela y hasta un disco del músico granadino Dr. Montañés. Las andanzas del pícaro moderno Walter Arias en un mundo delirante y excesivo cautivaron a los fieles lectores de Benítez Reyes de forma que apareció esporádicamente en otras novelas como « El pensamiento de los monstruos» o «Mercado de espejismos» . La Fundación José Manuel Lara acaba de reeditar este clásico contemporáneo.

¿Después de veinte años cómo ha encontrado a Walter Arias? ¿Demasiado encanecido y arrugado?

Bueno, está más joven que yo... Yo creo que los libros, igual que los cuadros y la imaginería, está bien que cojan cierta pátina. Al menos les quita crudeza en los perfiles. No había releído esta novela en veinte años y al hacerlo pensé en qué me iba a encontrar. He intentado leerlo con mentalidad de corrector de pruebas más que de autor, porque tenía que establecer una distancia emocional. Lo único que me planteaba era que el mecanismo narrativo funcionara, aunque atrasara o adelantara como un reloj, pero que funcionara. Y el personaje funciona. Es un personaje que tiene su vehemencia, sus excesos, pero es una ventaja porque si creas un personaje excesivo, los excesos tuyos parece que son del personaje.

¿Esperaba que «El novio del mundo» llegara a ser casi un clásico?

Yo estaba un poco celoso de Walter Arias. Sí, ha sido un personaje con fortuna. Y eso que los mimbres no eran para eso, porque es un personaje con demasiado carácter. Creo que la clave la da Juan Bonilla cuando dice que no es que los lectores se identifiquen con el personaje, sino que lo consideran un amigo. Es decir, no es que yo me sienta como Walter sino que Walter es un amigo y como amigo lo comprendo.

En 20 años ha cambiado el mundo literario y sobre todo el editorial. Un personaje como Walter Arias quizás no lo habría tenido fácil en un mercado tan comercial como el de ahora.

Esto ha cambiado muchísimo desde que yo empecé. Antes era todo más artesanal. Y hoy, no es que estemos viviendo un tiempo de novedades, es que hemos entrado en otra era. Algunos se han enterado y otros no nos hemos enterado todavía, ni nos hemos acoplado. La verdad es que no acierto a saber cómo sería recibido hoy Walter, ni cómo va a ser recibido ahora en esta segunda vida suya, que también es una apuesta un poco arriesgada editorialmente. Uno aplica un distanciamiento con respecto a sus libros: libro terminado, libro publicado, borrón y cuenta nueva. Y este libro tenía echado el borrón y cuenta nueva. De hecho, es de las novelas mías de las que menos me acuerdo. Pero creo que es normal, porque imagínese que tuviéramos que convivir con los hechos de nuestra vida real y encima con los que se te ocurren. Yo no tengo capacidad para vivir con lo real y con lo imaginario. «El novio del mundo» lo he intentado releer ahora como si fuera un libro de otro, ajeno. Y con cierto temor porque el hecho de que haya gente que te diga que le gusta tu libro, no quiere decir que te tenga que gustar a ti.

¿Se anima a seguir con el personaje o eso terminó?

Muchos amigos me animaban porque decían que si el libro había ido bien, una secuela tenía la acogida garantizada. Me lo planteé hasta que escribí diez o doce líneas y me di cuenta de que a este tío no lo volvía a meter en mi vida otra vez. A mí me costó mucho trabajo sacármelo de encima. Los artículos de prensa que escribía parecía que los había escrito él. No tenía el botón de off para Walter Arias. También tardé un tiempo en echarlo de mi vida cotidiana porque me ponía a disparatar y discursear a la manera de Walter. Hasta que un día le dije a Silvia, mi mujer, que Walter Arias se había ido de casa, que volvíamos a ser sólo dos.

Walter es un personaje delirante y extravagante. ¿Cree que la situación que vivimos, sobre todo en el tema catalán, es muy walteriana?

Creo que Walter se echaría las manos a la cabeza con lo que está pasando, porque él, dentro de sus delirios, es una persona razonable. Hay veces en que pienso que la realidad ha estallado en pedazos, que estamos en una especie de comedia del absurdo. De pronto los del PDeCAT te dicen que ya no tienen nada que ver con Convergència. O sea, asesinan a alguien en la calle y dicen que no, que eso fue ayer, que ya se han cambiado el mote; el que lo mató fue «Papuchi» y yo soy «Manolichi», por lo que ya no tengo nada que ver, me cambié el mote y no tengo responsabilidades penales. Estupendo, en eso estamos. Es un problema de infantilismo, estamos en manos en su mayoría de gente infantilizada.

Usted es un autor de referencia en la literatura de humor. ¿Qué le parece el asunto de Tabarnia, la réplica paródica del independentismo catalán?

Tabarnia demuestra que el humor a veces es un argumento mucho más efectivo que los argumentos racionales. Y es un arma potente. Hacer la caricatura de un concepto que quiere ser solemne es una de las grandes funciones del humor. Me ofreces un concepto sagrado y yo te opongo un concepto paródico sobre la base de lo mismo que me estás proponiendo tú desde el punto de vista de lo sagrado. Está bien, a mí me divierte esto.

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