Francisco Robles recibiendo el premio
Francisco Robles recibiendo el premio - ABC

Los Montpensier reviven en la nueva novela de Francisco Robles

El columnista de ABC ha recogido este jueves el II Premio Internacional de Novela Solar de Samaniego por su nuevo libro

SEVILLA Actualizado: Guardar
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El periodista, escritor y columnista de ABC Francisco Robles ganó ayer el II Premio Internacional de Novela Solar de Samaniego, dotado con 25.000 euros, por la obra «La maldición de los Montpensier. Memorias para Infanta difunta», que edita Algaida. La novela, explicó Robles, es una «búsqueda de la maldición que aqueja a la familia Montpensier, que les impide, por un lado, el objetivo político de reinar en España, y, por otro, la desgracia familiar, pues a la duquesa María Luisa Fernanda de Borbón se le murieron siete de los nueve hijos que tuvo. El Palacio de San Telmo era venenoso».

El premio, que se falló ayer en las Bodegas Solar de Samaniego, en la localidad alavesa de Laguardia, contó con un jurado presidido por Luis Alberto de Cuenca e integrado por Soledad Puértolas, José María Merino, Jesús Ferrero y Luis del Val, ganador en la primera convocatoria del galardón.

«La maldición de los Montpensier. Memorias para Infanta difunta» es la segunda novela de Francisco Robles, quien debutó en la narrativa de ficción con «El aguador de Sevilla» (2012), un «thriller» histórico centrado en la figura de Velázquez. Con su segunda novela, que le ha llevado tres años de trabajo entre documentación y escritura, el escritor incide en el género.

«La novela histórica tiene dos ventajas: la primera, que hay demanda, tanto en las editoriales como en el público; y, la segunda, que nos puede servir, aunque parezca una paradoja, para comprender la realidad, porque cuando coges un asunto que se repite en este tiempo lo ves con otra perspectiva y te permite comprender la actualidad».

De hecho, esta obra es, en palabras de su autor, «un reflejo de la España de las conspiraciones del XIX que se parece a la actual, de las luchas de poder y también de aquella Sevilla que se entregó a los Montpensier, porque los sevillanos pensaron que iban a resolver todos los problemas que tenía la ciudad. Los sevillanos de entonces se entregaron a ellos en cuerpo y alma. La nobleza y la burguesía los imitaban en la vestimenta y el mobiliario».

Además, Robles recuerda que el Palacio de San Telmo, la residencia de los duques, donde montaron su pequeña corte, y actual sede de la Presidencia de la Junta, «sigue siendo el mismo lugar de poder en el XIX y en el XXI, y las conspiraciones de entonces se reproducen ahora: la corte chica se repite, como la lucha entre Madrid y Sevilla».

La narradora de todos estos acontecimientos es la Infanta María Luisa Fernanda de Borbón, la esposa del príncipe francés Antonio de Orleans, hijo del rey Luis Felipe, que reinó en el país vecino entre 1830 y 1848. «La novela consiste en unas memorias literarias de la Infanta y gracias a ella podemos recorrer el siglo XIX en España y parte de Europa, sobre todo en Francia, porque ella está en primera línea en los grandes sucesos históricos. El germen de la trama se centra en el último mes de la Infanta. Desde que muere Antonio Susillo, el escultor de las estatuas de San Telmo, el 22 de septiembre de 1896, hasta que ella muere al mes siguiente. En ese intervalo recuerda toda su vida».

Entre los personajes, también sobresale la figura del duque de Montpensier, un «tipo ilustrado, volteriano, que era un conspirador nato, ambicioso, que estaba a un nivel superior a los gobernantes de España, empezando por su cuñada Isabel II. Un conspirador sin escrúpulos, que está detrás del asesinato de Prim, pero un tipo inteligente, culto, con visión de Estado, que pudo ser el rey que España necesitaba en aquellos momentos». Un personaje «muy novelesco», señala Robles, que añade: «Si fuéramos ingleses, tendríamos películas y series sobre él».

Sin embargo, la figura de Antonio de Orleans se ha difuminado con el tiempo en Sevilla, donde son pocos los que recuerdan su biografía. Este hecho lo explica Francisco Robles en que «Sevilla, fiel a su estilo, le pagó con el olvido cuando cayó en desgracia. Lo que más queda en la memoria colectiva de la ciudad es su apoyo a las cofradías, que hizo por interés propio para ganarse a la gente, cuando era un gran seguidor de los ilustrados».

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