Tipos Infames, diez años de libros y vinos

Una década después, esta librería sigue haciendo latir el corazón del Madrid más literario y alternativo

Gonzalo y Alfonso, los libreros de Tipos Infames, brindan por su décimo aniversario FOTOS: JOSÉ RAMÓN LADRA

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Hace diez años, antes de que la gentrificación fuera sólo un palabro aún sin significado y no un concepto de especulación inmobiliaria , el barrio de Malasaña , en pleno centro de Madrid , estaba ávido de una librería de esas en las que te pasarías la tarde entera o toda la vida. La crisis económica de 2008 hacía todavía estragos en las cuentas de muchos negocios, pero tres intrépidos amigos, Alfonso, Gonzalo y Curro , se liaron la manta a la cabeza y decidieron abrir, en el número 3 de la calle de San Joaquín, Tipos Infames , una librería con un peculiar subtítulo: Libros y Vinos . En ella, mezclaron y agitaron su gusto por la lectura, claro, por esas exquisiteces literarias propias de los paladares más exigentes, pero también su pasión por la cultura del vino, barra mediante.

Poco a poco, entre recomendaciones librescas, copas de Rueda, Jumilla, Toro o Rioja y tazas de café, lograron lo que, entonces, parecía casi un imposible: que los clientes de Tipos Infames se sintieran tan libres y cómodos entre libros como acodados en la barra de un bar. Los «parroquianos», como a estos libreros les gusta llamar a sus visitantes, empezaron a frecuentar la librería con la misma asiduidad con la que quedaban para tomar cañas, y Tipos Infames se hizo un hueco en la vida cultural madrileña conjugando ocio y literatura .

La librería Tipos Infames está ubicada en el número 3 de la calle de San Joaquín, en Madrid

Una década después, Curro ya no está y tan redondo aniversario ha pillado a Gonzalo y a Alfonso con el pie cambiado por culpa de una pandemia que nada tiene de ficción. «Tampoco somos especialmente fans de los números redondos, pero se nos ha olvidado un poco por todo esto, aunque también lo ha justificado. Ha sido terrible, y es un aniversario un poco agridulce . Lo mejor ha sido sentir el apoyo de la gente», confiesa Gonzalo, ataviado con una mascarilla que tanto él como Alfonso sólo se quitan para brindar en la foto de rigor. «Nos ha pillado en un mal momento –advierte su socio–, porque abrimos justo el otro local (enfrente, dedicado a la poesía, la literatura infantil y la novela gráfica) y no sabemos qué va a pasar. Estamos en una situación un poco delicada. La parte mala es que va todo muy despacito y el mensaje bueno es que tanta gente se haya acordado de nosotros en esos momentos; ha sido muy bonito reencontrarse con los parroquianos».

La librería es reflejo de los gustos literarios de Alfonso y Gonzalo

De hecho, tras subir de nuevo el cierre después del obligado confinamiento, la sensación que ambos tuvieron fue muy parecida a la que experimentaron hace diez años, cuando comenzó todo. Qué mejor momento, por tanto, para echar la vista atrás. «Aquí es donde más me he reído –asegura Alfonso–. Faltaba un poco de desenfado, había que volver a reivindicar una librería de barrio , con un perfil joven, gente en la treintena que apuesta por un proyecto cultural donde pasan cosas». Y con la barra de bar como «punto fundamental».

«Entramos con más libertad a un bar que a una librería, desgraciadamente. A lo mejor, eso se ha fundido aquí»

«Ese desenfado se ve mucho en la barra –continúa Alfonso–, la gente está más desinhibida. Entramos con más libertad a un bar que a una librería, desgraciadamente. A lo mejor, eso se ha fundido aquí». El «concepto» de Tipos Infames por el que tantas veces les preguntan y que les hace esbozar una pícara sonrisa se resume en «hacer la librería que nos hubiera gustado encontrar como lectores ». «Leemos lo que más se nos antoja –argumenta Gonzalo– y, al final, la librería, para bien o para mal, es reflejo de nuestros gustos, de los libros que nos gustan, de los vinos que nos gustan y, sobre todo, de esa mezcla del ocio con el libro».

Entre sus estantes, no esperen encontrar, por ejemplo, títulos de Ken Follett

Entre sus estantes, no esperen encontrar, por ejemplo, títulos de Ken Follett . «Una de las cosas que más me gustan es que, también, te caracterizas por lo que no tienes. Ahora es mucho más fácil recomendar, porque sabes lo que le gusta a la gente. Pero, al principio, apostar por autores o editoriales que la gente no conocía mucho te daba un poco de pánico», sostiene Alfonso. Sin olvidar que, como apunta Gonzalo, «al final, la labor del librero es una pelea constante con el espacio».

Evolución

A lo largo de todo este tiempo, la librería ha ido evolucionando con ellos, con sus gustos y preferencias (mientras charlamos, nos acompaña, de fondo, una cuidada banda sonora, que pasa de Arcade Fire a Sharon Van Etten ), sí, pero también con su carácter. «Al principio –recuerda Gonzalo–, éramos muy entusiastas y lo seguimos siendo, pero ahora somos mejores libreros . Esto no deja de ser una empresa cultural y ambos términos son importantes; puedes ser el mejor recomendador del mundo, pero tienes que seguir pagándolo todo. Aunque si no fuera por un porcentaje alto de romanticismo , no lo hubiéramos montado, nos hubiéramos quedado hablando de ello en las barras de otros bares».

Puestos a hacer balance, los dos tienen claro que el esfuerzo, el coste personal que todo negocio conlleva , ha merecido la pena. «Seguimos siendo amigos después de diez años, y ese es uno de los grandes triunfos de Tipos Infames », defiende Gonzalo, y Alfonso asiente, cómplice. Su palabra, la del librero, vale más que mil imágenes, y nuestra conversación se cierra con dos recomendaciones: «Dime una adivinanza», de Tillie Olsen , publicado por Editorial Las Afueras, y «La vida lenta», de Abdelá Taia , editado en Cabaret Voltaire. Tomen buena nota.

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