Laura Ferrero

Siri Hustvedt, la mujer que mira el mundo

La ganadora del premio Princesa de Asturias de las Letras 2019 es ensayista, novelista, poeta, y dice ella misma que escribir es recordar lo que nunca pasó

Siri Hustvedt Alejandro García

Laura Ferrero

Si estas líneas fueran un relato, estaríamos empezando por el final, y el final es ayer, cuando la escritora estadounidense Siri Hustvedt (1955), –una de las autoras más reputadas de las letras norteamericanas, cuya obra ha sido traducida a más de treinta idiomas–, fue galardonada con el premio Princesa de Asturias de las Letras 2019 . Si estas líneas fueran un relato, deberíamos ahondar en toda esa historia de los inicios y en cómo se convirtió en escritora. Pero en ellos, en los orígenes, no suele haber más luz que la del dato biográfico y el saber, en este caso concreto, que estudió Historia y más tarde se graduó en Lengua y Literatura Inglesa, con una tesis sobre  Charles Dickens .

Es ensayista, novelista, poeta, y dice ella misma, Siri Hustvedt –y esto sí que ofrece luz– que escribir es recordar lo que nunca pasó . De manera que quizás escribimos para adivinar, para intentar saber, como decía Marguerite Duras , «qué escribiríamos si escribiésemos –sólo lo sabemos después– antes». Si se supiera algo acerca de lo que se va a escribir antes de hacerlo, nunca se escribiría. En realidad, no valdría la pena.

Hustvedt empezó su andadura literaria con un libro de poesía, en 1983, «Leer para ti», y su primera novela, «Los ojos vendados», llegaría nueve años después explorando una temática muy querida para ella: mirar, la mirada, como en las magníficas recopilaciones de ensayos «Vivir, pensar, mirar» o «La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres» .

A pesar de lo dicho –que es ensayista, novelista, poeta– y dejando de lado nuestras ansias de categorizar, Siri Hustvedt es una mujer que observa el mundo y que sabe escribirlo y descifrarlo en su tremenda y abrumadora complejidad. Novelista impecable, entre sus virtudes está la de integrar magistralmente sus intereses –la neurociencia, el psicoanálisis, el inconmensurable mundo del arte– en el texto, siendo capaz de intelectualizar y analizar sin que el dato encorsete la emoción.

Su consagración llegaría con «Todo cuánto amé», un título a la altura de lo que promete, aunque muchos, yo misma, la conocimos más tarde con «El verano sin hombres», comedia clásica y feminista, novela después de la que ya no podremos volver a utilizar la palabra «pausa» sin pensar en Mia, la narradora de Siri Hustvedt, y en esta primera frase que cito de memoria: «Poco tiempo después de que él dijera la palabra pausa me volví loca y tuvieron que ingresarme».

Dicen de ella que se ha pasado la vida abriéndose camino en un mundo de hombres. Que el feminismo atraviesa transversalmente toda su obra. Que el Premio Princesa de Asturias de las Letras le llega reconociendo su innegable papel de intelectual volcada en las cuestiones fundamentales de la ética contemporánea. Todo esto es la más absoluta verdad. Sin embargo, se olvidan de remarcar lo más importante: su mirada. Siri Hustvedt es una mujer que sabe mirar y a eso no se aprende .

Y llegamos aquí al final del relato que es, a su vez, principio de otro. Qué más dará si, al final, vida y literatura terminan siempre por confundirse. Pero sí. Enhorabuena, Siri Hustvedt .

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