Rodrigo Blanco Calderón - HACIENDO AMIGOS

¡Cuidado: escritor comprometido!

Si usted siente la urgencia de enmendar el mundo, cálmese y échese a leer el Quijote

Rodrigo Blanco Calderón

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¿Fue Don Quijote un intelectual comprometido? La pregunta es estúpida, pero en una época donde se debate si el beso que el Príncipe Azul le dio a Blancanieves fue o no sin su consentimiento, es inevitable que alguien se planteara una interrogante como la mía.

La idea me vino la noche del 4 de mayo, al conocerse los resultados de las elecciones autonómicas de Madrid en las que la candidata del PP, Isabel Díaz Ayuso , obtuvo lo que los periodistas perezosos llamarían «una aplastante victoria ». Si uno lee esos resultados a la luz del manifiesto 'Ahora Sí', firmado a mediados de abril por casi trescientos artistas e intelectuales de izquierda, donde advertían que aquellos comicios iban nada menos que de «cortar en seco el avance del fascismo», es inevitable, entonces, sonreír como un padre gordo y bueno.

Al fin y al cabo, confundir unas elecciones autonómicas con la Guerra Civil española no es algo que se hace a propósito. Ahí hablan poderosas fuerzas inconscientes que son trágicas y cómicas. Habla el trauma (heredado) de la guerra, que es un asunto serio; y habla el delirio (también heredado) del intelectual como faro que guía a la masa de analfabetos, actitud que en el siglo XXI resulta ridícula.

«Confundir unas elecciones autonómicas con la Guerra Civil españolano es algo que se hace a propósito»

Puede que el último escritor quijotesco en este sentido haya sido Mario Vargas Llosa , quien estuvo muy cerca de convertirse en presidente del Perú en las elecciones de 1990. Es imposible saber cómo habría sido, en la práctica, su gobierno. Lo único con que contamos son los hechos: su derrota fue simultánea al surgimiento del fujimorismo, cuyas desastrosas consecuencias todavía se sienten en aquel país. Por fortuna, el fracaso político salvó, para sus lectores, al escritor. El mejor testimonio de ello fue el libro que Vargas Llosa escribió a partir de esta experiencia, donde mezcla la autobiografía literaria con la crónica sucia de la campaña política, una joya que se titula 'El pez en el agua' y que todo novelista con aspiraciones políticas debería leer.

Estos descalabros de los intelectuales con la política no solo continuarán ocurriendo sino que, incluso, es aconsejable que siga siendo así. Las causas colectivas terminan por disolverse en su propio entusiasmo. Van y vienen con su clamor de batalla empujando a los escritores fuera de sus cuevas, lo cual les permite airear sus ideas y ficciones en medio de la turba solidaria, para volver a ellas, a su soledad, con la sensación del deber cumplido y la mente despejada.

Más problemático, en cambio, es cuando los escritores quieren arreglar el mundo haciendo de abogados o de detectives privados.

Un caso lamentable fue el de Marguerite Duras y su tristemente célebre crónica sobre el 'affaire Grégory', el asesinato del niño Grégory Villemin que conmocionó a Francia en 1984. En 2019, Netflix produjo un estupendo documental donde se reconstruye el horrendo crimen, la negligente investigación así como la indignante cacería de brujas comandada por el juez de instrucción junto con la prensa para inculpar a Christine Villemin, la madre del niño.

Encargada por el periódico 'Libération' para escribir un reportaje sobre el caso, la autora de 'El amante', que venía de obtener el premio Goncourt, hizo un viaje a la región de La Vologne, para empaparse de los hechos sobre el terreno. Fue hasta la casa de los Villemin, donde el juez de instrucción insistía que se había cometido el asesinato y allí, en una especie de trance, Duras vio y sintió que, en efecto, así había sucedido todo. Ya de vuelta en París, escribió el texto 'Sublime, forcèment sublime Christine V.', en el que no solo repetía el bulo de que la madre había matado a su hijo de cuatro años sino que, además, hacía encajar el supuesto filicidio en una trama pseudofeminista, de emancipación de la mujer con respecto al matrimonio y la maternidad. Hay que agregar que Duras solo estuvo 48 horas en La Vologne y nunca se reunió en persona con Christine Villemin, quien después de una ordalía cruel que duró varios meses fue declarada inocente.

«Por fortuna, el fracaso político salvó, para sus lectores, a Mario Vargas Llosa»

Otro caso, igual de grotesco pero con consecuencias más devastadoras, fue el Elfride Jelinek , la austríaca premio Nobel de Literatura en 2004, quien a finales de los años ochenta encabezó una petición de clemencia para que liberaran a Jack Unterweger, un hombre que en 1974 había sido condenado a cadena perpetua por violar y estrangular a una mujer alemana llamada Margaret Schäfer. La razón de que Jelinek junto a otros escritores (de izquierda) se movilizaran a favor de Unterweger, era que el convicto había desarrollado en la cárcel una prolífica obra literaria, que abarcaba poemas, memorias y cuentos. Su liberación se produjo en 1990 y fue publicitada como una prueba de la rehabilitación de un ser humano gracias a la literatura. Sin embargo, pocos meses después, Unterweger volvería a las andanzas. Fue detenido en Miami, en febrero de 1992. Entre Europa y Estados Unidos, en un lapso de apenas dos años, había violado y asesinado a otras once mujeres. Le dictaron cadena perpetua y se suicidó en prisión en 1994.

¿Implica esto un argumento contra la literatura? Por supuesto que no. La literatura, creo, es el único arte que advierte contra sí mismo. Y que hace de esas advertencias hermosas obras duraderas.

Contra los poetas, hace ya más de dos mil años que Platón nos advirtió en su ' República '.

Dicho lo cual, me despido con algunas recomendaciones finales:

Si usted siente la urgencia de enmendar el mundo, cálmese y échese a leer el Quijote .

Si usted quiere experimentar con sus conocimientos sobre el alma humana, el mal y la redención, mejor pónganse las pantuflas y lea ' Los demonios ', de Dostoievski .

En el caso, peligrosísimo, de que quiera resolver por su cuenta un misterioso crimen, lo más recomendable es leer 'La muerte y la brújula', de Jorge Luis Borges . No sea usted el próximo Lönnrot. O, también, lea esa maravilla que es 'Dejen todo en mis manos', del lúcido, genial y muy divertido Mario Levrero.

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