La otra historia de Pepe Mel

El entrenador de fútbol, pendiente de una nueva oportunidad para volver a los banquillos, publica su cuarta novela

Pepe Mel, fotografiado en Sevilla JESÚS SPÍNOLA

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Pepe Mel es un entrenador de fútbol que llena más libretas con historias que con croquis relacionados con la pelota. La suya, que es la que viene al caso, es tan singular que ni con uno de esos divinos algoritmos que todo lo saben podría encontrar un par. Además de una solvente carrera en los banquillos de Deportivo de La Coruña, Betis –dos ascensos a Primera–, Rayo Vallecano y el West Bromwich Albion inglés, el técnico madrileño ha publicado cuatro novelas. La que acaba de salir, «La llave sefardí» (Almuzara), cuenta el periplo de la llave de la sinagoga de Toledo , sustraída por una de las familias judías expulsadas de la España de los Reyes Católicos en 1492.

No estar al mando de ningún club supone un contratiempo para Mel. No tanto para sus lectores . Es en estos periodos, como en el que se encuentra inmerso desde que dejase La Coruña en 2017, cuando puede dar rienda suelta a su otra gran pasión –siempre subyugada al fútbol, infiere–. El marcado cariz histórico que empapa sus novelas viene dado por su pasión por todo lo que tenga que ver con echar un vistazo al pasado. Recorrer librerías y devorar libros que le permitan recrear de la forma más fidedigna los mundos que brotan en su cabeza es «su fase favorita» dentro del proceso creativo.

La clave del éxito

«Para escribir tienes que estructurar lo que quieres contar, darle contenido… Es como planificar una semana de trabajo con los jugadores», plantea Mel, seguro de que esta pulsión literaria es un aliado cuando maneja la volatilidad de un grupo de tiernos ricos incipientes. «Tú puedes tener ideas muy claras y saber lo que quieres hacer, pero puedes encontrarte con el problema de no saber comunicarlo, no saber llegar al jugador para que haga lo que tú quieres: es la clave para el éxito», asevera el novelista.

Como jugador, Mel se formó en la cantera del Real Madrid y despuntó en las filas del Betis . Y contra lo que los prejuicios pudieran insinuar, quizá fuera esta profesión la que posibilitase su despegue como escritor . «Como futbolista tienes mucho tiempo libre, y para escribir tienes que leer mucho», resume el preparador, siempre ajeno a las habituales salidas nocturnas de sus compañeros. «El fútbol se adapta a cómo se desarrolla la sociedad. Cuando desde joven tienes esta inquietud, dejas de hacer otras cosas que sí hacen tus compañeros. Al que le gusta leer, le gusta estar concentrado en un sitio. A mí me han llamado aburrido, claro», reconoce con cierta sorna. Miguel Pardeza , exjugador con el que compartió vestuario en las categorías inferiores del Madrid y ha publicado tres libros sobre el periodista César González-Ruano y la novela «Torneo», puso frente a él un espejo en el que no sentirse extraño.

Cambio de tercio

Historiador y arqueólogo frustrado, atisba un cambio de tercio en las generaciones que vienen. «Ahora, los futbolistas intentan estudiar, prepararse para lo que viene después. Antes, parecía que no estaba bien visto, según en qué situaciones o en qué ámbitos. Pero sobre todo porque el futbolista se hacía en la calle, no en las academias, como ahora», explica Mel.

Él, desde bien pequeño, cuando sus profesores del colegio le animaban a que escribiese relatos para las actuaciones de fin de curso, llenó sus estanterías con las obras de Emilio Salgari, Julio Verne, Alejandro Dumas o Agatha Christie . Seguramente por ello la grieta abierta por su (momentáneo) salto fuera del foco mediático del deporte no se haya convertido en un abismo. «Conozco muchos compañeros que lo han pasado muy mal, por múltiples motivos: el jugador de élite, famoso, que está acostumbrado a estar en portada todos los días, a no ser nadie una semana después de dejarlo. Eso a veces tiene una transición difícil de digerir. No entendían que ya no eran nadie. También aquellos que no han tenido la cabeza suficiente para ordenar su vida», cuenta.

Para Mel, «pasear por Sevilla y ver "La llave sefardí" es una satisfacción personal». Está convencido de que el fracaso o el éxito, en esto de la literatura , es secundario. Desde esa premisa, y mientras espera a que el teléfono suene con una invitación para seguir escribiendo su historia, disfruta alimentando la de todos los demás.

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