Juan Madrid: «La negra es la novela de nuestro tiempo, la de la angustia y la inseguridad»

El escritor, uno de los padres del policial español, recoge el premio Carvalho en Barcelona

La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, entrega al escritor malagueño, Juan Madrid, el XV Premio Pepe Carvalho Efe

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No está por aquí Paco Camarasa para desmentirlo pero, a juzgar por las palabras de Carlos Zanón, comisario de BCNegra, el de Juan Madrid (Málaga, 1947) debe haber sido el premio Carvalho que menos trabajo le ha dado al jurado. «Costó más que nos contestara al teléfono que darle el premio», bromea Zanón horas antes de que Madrid, padre de Toni Romano y gato viejo del hard boiled malasañero, recogiese el galardón en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona. «No, en serio, cuando el jurado se reunió la pregunta fue: “¿cómo? ¿no lo tiene aún?” Porque es un premio que parece pensado para él», añade Zanón. A su lado, el autor de «Días contados» echa mano de ironía callejera para celebrar el premio y, tras hacer cuentas, lamentar lo que puede significar para un autor de 72 años recibirlo precisamente a estas alturas. «Lo pienso y me dijo: “joer, la voy a palmar enseguida”».

Así que, luciendo sus mejores galas de más vale tarde que nunca, BCNegra ha hincado este año la rodilla ante uno de los grandes capos del género y Madrid, todo locuacidad y verbo afilado servido en una nebulosa de recuerdos, responde repasando casi al detalle una carrera marcada por el compromiso político, la contestación como razón de ser las malas calles convertidas en papel y tinta. «El primer compromiso es con la literatura», sentencia Madrid, gran cronista de la Transición a pie de calle y firme defensor de los perdedores vencidos. «Hay que tener una sensibilidad especial para darse cuenta de lo que es el compromiso político. La mayoría de la gente no lo sabe», añade un autor que tan pronto denuncia sus encontronazos con la censura en la serie «Brigada Central» y en la película «Tánger» que arremete contra uno de los viejos lemas del franquismo «Este país no ha sido nunca ni uno, ni grande, ni libre. Hay que empezar a decir la verdad», subraya.

Y nada como la novela negra, añade, para agarrar esa verdad por la pechera y encajarla, casi siempre por las malas y entre aparatosos zarandeos, en novelas como «Perros que duermen» (Alianza), híbrido histórico-policial con el que recorre las muchas sombras que dejaron los años de la guerra y la posguerra. «Los perros que duermen son los fascistas, que parece parece que duermen, pero en cuanto tocas un timbre se despiertan», avanza. En la novela, protagonizada por el periodista Juan Delforo, no aparece Toni Romano, primo hermano de Pepe Carvalho al que Madrid ha dedicado ocho títulos y junto al que ha recorrido las calles de Malasaña desde finales de los ochenta. Nada grave, ya que Madrid planea una despedida de altura para el expolicía y exboxeador. Un fin de fiesta para recuperar el hilo de «Bares nocturnos» y cerrar también de la mejor manera posible una historia, la suya, que empezó a escribirse recién estrenos los sesenta.

Cultura callejera

Y es que a los 16 años, explica Madrid, se fue de casa, se dejó barba y empezó a trabajar como botones en la editorial Alfaguara. Durante el día, puertas y recados para Camilo José Cela. Por las noches, garitos y burdeles vendiendo puros que la suministraba el Negro Quiñones, un seminarista cubano con el que compartía pensión. «Ahí empezó mi adiestramiento», recuerda. Una educación sentimental que, como la de Manuel Vázquez Montalbán, fue bisagra entre dos maneras enfrentadas de entender la cultura, la académica y la popular. «A mí me gusta Bertolt Brecht y Manolita Chen», sentencia.

Con el autor de «Los mares del sur» le unía también cierta historia familiar paralela y el rechazo hacia lo que se estaba escribiendo en «esa España casposa de 1980 en la que se tardaban 100 páginas en subir una escalera», acelerante definitivo de lo que acabaría siendo la introducción de la novela negra negra a la americana en España. Con el tiempo, añade, el género se ha convertido en el mejor reflejo posible de los tiempos que corren. «Tenemos un país lleno de pobres y desgraciados donde es normal que la literatura negra guste porque es la de nuestro tiempo, la de la angustia, la inseguridad y la marginación», zanja.

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