Quienes lo han leído lo saben: la obra de Jorge Luis Borges (1899-1986) es infinita. No en el sentido numérico del término, sino en el de la hermosa acepción que recoge el Diccionario : «Que no tiene ni puede tener fin ni término». Bajo esa premisa se articula la muestra que mañana abre sus puertas en la Casa de América y que recorre la vida y la producción literaria del genio argentino, coincidiendo con el 30 aniversario de su muerte.
Una de las últimas fotografías de Borges
CASA DE AMÉRICA
Solía defender el autor de «El Aleph» (una de las joyas de esta exposición es la edición que perteneció a Julio Cortázar ) que él no leía ningún libro que no tuviera, al menos, 50 años. Por eso, quizás, tradujo con esmero obras de Virginia Woolf , Faulkner o Walt Whitman , todas presentes en «El infinito Borges».
Y como colofón un recuerdo de los dos años que Borges pasó en España, con el volumen de «Wine, Water and Songs», de Chesterton , que compró en Granada en 1919 y firmó a lápiz en el reverso. Sin olvidar su relación con el cine, que descubrió en su juventud (escribió varios guiones), o su amor por el tango , llegando a musicalizar varios de sus poemas.
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