Un genocidio en el edén de la infancia

El rapero y escritor Gaël Faye publica «Pequeño país», novela inspirada en su niñez en Burundi y Ruanda que se ha convertido en todo un fenómeno literario en Francia, con 700.000 ejemplares vendidos

El rapero y escritor Gaël Faye, fotografiado a su paso por Barcelona INÉS BAUCELLS
David Morán

Esta funcionalidad es sólo para registrados

«Hace falta que hablemos de nosotros mismos con nuestras propias palabras, no esperar a que sean otros quienes nos cuenten», suelta de pronto Gaël Faye (Buyumbura, Burundi, 1982) con una voz cálida y huidiza; un tono que nada tiene que ver con el rotundo torrente de palabras que borbotean, salpican y explotan en mil pedazos desde las entrañas de «Pili Pili sur un croissant au beurre» , disco con el que se estrenó hace cinco años como rapero con galones.

Fue precisamente ahí, entre canciones como «Je Par», «A-France» o esa «Petit Pays» de título profético, donde empezó a contarse con sus propias palabras, aunque pronto se dio cuenta de que con cinco minutos de bases minimalistas y rimas aceleradas no tenía suficiente. En realidad, no tenía ni para empezar. «Aquellas canciones eran crónicas autobiográficas, pero tenía la sensación de que no me permitían explicar todo lo que quería. Quería extenderlas, prolongarlas», apunta ahora Faye.

Será que, bien pensando, en ninguna canción del mundo cabe una historia como la suya; una historia que le llevó de la Guerra Civil de su Burundi natal al genocidio de Ruanda , donde había nacido su madre, y de ahí a un exilio en Francia, un máster en finanzas y un trabajo en un fondo de inversión de la City londinense.

Una historia de violencia y exilio que ha querido recuperar ahora a través de la mirada de un niño en «Pequeño país» (Salamandra), inesperado fenómeno literario en Francia (700.000 ejemplares vendidos y subiendo) con el que Faye intenta reconstruir el paraíso perdido de la infancia. «Al principio sólo quería escribir sobre aquellos años de mi infancia en los que no pasaba nada; sobre esa África que nunca se cuenta y que parece que necesite la violencia para que se le de la palabra», relata.

Filtrar la violencia

El atentado contra la redacción de la revista «Charlie Hebdo» en enero de 2015, sin embargo, le hizo cambiar de planes. «Influyó mucho en mi escritura. Mis amigos parisinos descubrieron de pronto la violencia en primera persona en su vida cotidiana, así que quise filtrar la violencia en aquel mundo infantil. No puedes ser neutro cuando el mundo que te rodea cambia», sentencia. El de Faye, de padre francés y madre ruandesa, empezó a desmoronarse cuando las tensiones étnicas entre hutus y tutsis desembocaron en una guerra primero y en un atroz genocidio más tarde. «Quería hablar de cómo una guerra destruye la armonía, más aún cuando entra en contacto con el paraíso de un niño. En aquel momento no entendía nada», apunta.

Cubierta de «Pequeño país» ABC

Tampoco entiende nada de lo que ocurre Gabriel, protagonista de una novela que suma ya una treintena de traducciones y con la que Faye ganó el premio Goncourt des Lycéens en 2016. «Con Gabriel quería simplemente un personaje que mostrase hasta que punto la guerra no es una cosa banal ni una constante en África, sino una anomalía, un traumatismo. No existe la fatalidad de un África siempre en guerra y siempre con hambrunas; existen historias como en todas partes», apunta.

De hecho, insiste Faye, «Pequeño país» no es un libro sobre la guerra ni el genocidio de Ruanda , sino una historia sobre «el paraíso perdido». Un edén infantil que Faye sitúa lejos, muy lejos, del exotismo de postal de los catálogos turísticos. «Existe cierta literatura africana que no me habla a mí, porque ya he vivido ahí. De hecho, nunca conocí el África del baobab, las máscaras y el animismo –explica–. Vivía en una capital, y cualquier niño que crezca en Kigali o en Dakar crece en la globalización . Además, para mí era importante hablar de la clase media, porque es algo que apenas aparecía en la literatura que venía de África».

Una voz propia

Lo más difícil, añade, fue «desaprender» su manera de escribir canciones para poder zambullirse en sus recuerdos y sensaciones de infancia y dar forma a una novela. «Pasé un mes intentando escribir alguna cosa. Las frases que escribía al principio eran demasiado densas, con demasiado ritmo», explica. La mirada, sin embargo, sigue siendo la misma que recorre «Rythmes et botanique» , su último lanzamiento discográfico. «Cuando eres mestizo a nivel cultural y evolucionas en distintos mundos tienes la posibilidad de entenderlos y tener una mirada contrapuntística. Es una mirada que te permite cuestionarlo todo permanentemente», explica.

Así, a fuerza de cuestionárselo todo y de cargar con una pesada mochila emocional -«vivo con el genocidio dentro de mí cada día», asegura-, Faye ha acabado por convertirse en portavoz accidental de una generación que no sólo ha de recuperar sus raíces, sino también su voz. «Cada generación tiene que tomar la palabra. Hemos esperado tanto a que los otros nos cuenten… Burundi y Ruanda no tienen tradición literaria : ser artista no es un oficio ahí y eso crea una carencia. Tenemos observadores extranjeros que nos cuentan, pero con sus palabras. Lo que es importante es añadir la propia voz al coro del mundo», señala.

Con todo, Faye tampoco quiere ser «prisionero» de su propia historia por lo que, avanza, ya prepara una nueva novela que «no tiene nada que ver con Burundi ni con Ruanda».

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación