Stephen King tuvo que buscarse el seudónimo de Richard Bachmann ante el rechazo de sus editores, que consideraban que escribía demasiado
Stephen King tuvo que buscarse el seudónimo de Richard Bachmann ante el rechazo de sus editores, que consideraban que escribía demasiado - Jim Spellman

Esconder para vender

La revelación de la identidad oculta detrás de Elena Ferrante, el seudónimo más comercial del mundo literario, abre un debate sobre la utilización de la máscara como arma de márketing

Madrid Actualizado: Guardar
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Ocurre que cuando un autor triunfa con una novela, editores, libreros y lectores le piden que repita el éxito con novelas parecidas hasta el hartazgo. El nombre del autor es el factor más decisivo en la compra de un libro, según un estudio de 2014, que afirmaba que el 90% de la decisión se tomaba en el punto de venta simplemente mirando la portada.

Hay escritores que no dejan de vender nunca, porque el éxito llama a más éxito aún. Y hay otros que, si la han pifiado con sus primeras novelas, tienen cada vez más complicado despuntar. Tal fue el caso de Glen Duncan, que decidió que iba a llamarse Saul Black, y a partir de ahí multiplicó sus ventas por tres.

Glen Duncan
Glen Duncan - ABC

Cuando escribió «Una vacante imprevista» (2012), su primera novela para adultos, Rowling recibió una enorme bofetada de la crítica y del público, aunque la novela no era mala. Simplemente no estaba a la altura de las expectativas. Por eso siguió escribiendo, esta vez bajo el seudónimo de Robert Galbraith, la serie de Cormoran Strike. Sus editores, que no son idiotas, filtraron a la prensa que era ella la autora real, y tanto ese libro como los dos siguientes de la saga fueron auténticos éxitos.

Rowling no necesitaba el dinero. Solo quería seguir tecleando. Como Stephen King, que aporreba las teclas a una velocidad excesiva para lo que los editores consideraban prudente publicar. Por eso decidió comenzar a sacar libros bajo el seudónimo de Richard Bachman. Su razón es la de un autor de raza: «Yo era como ese marido permanentemente cachondo al que la agotada mujer le da dinero para que se vaya con una prostituta». Dudando que haya existido jamás tal personaje, no me negarán que la imagen es oro puro.

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