La Academia Sueca se juega a doble o nada todo el prestigio del Nobel de Literatura

El próximo 10 de octubre se fallarán los premios de 2018 y 2019 tras el escándalo de abusos sexuales que obligó a suspender el último galardón

Las puertas del despacho del secretario permanente de la Academia Sueca volverán a abrirse el 10 de octubre ZUMAPRESS

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A grandes males, ya se sabe, grandes remedios, así que nada mejor que un dos por uno para intentar compensar que el año pasado la polémica se comió cualquier posibilidad de celebración. O eso debieron pensar los responsables de la Academia Sueca cuando, después del sonrojo global y el barbecho obligatorio de 2018, confirmaron el pasado mes de marzo que este año se entregrarían no uno sino dos premios Nobel de Literatura .

Sí, dos por el precio de uno. Aunque menudo precio. Y no precisamente por los 9 millones de coronas suecas (unos 945.000 euros) que se llevará cada uno de los ganadores. «Dadas las reformas que se han implementado y planificado, la Academia Sueca tiene la oportunidad no solo de dejar atrás el año pasado, sino también de convertirse en una organización que funcione mejor en el futuro», argumentaba la Academia en un comunicado que convertía en vagos eufemismos los escándalos por abusos sexuales y supuestas filtraciones que salpicaron al institución en 2017. «No habrá premio de Literatura mientras la Academia no recobre su credibilidad», dijo entonces el director de la Fundación Nobel, Lars Heikensten.

Era el colofón a un annus horribilis que arrancó en noviembre de 2017, cuando una veintena de mujeres acusaron de violación y acoso al dramaturgo francés Jean-Claude Arnault, marido de la académica Karatina Frostenson y vinculado a la institución a través de Forum, un centro cultural financiado en parte por la Fundación Nobel. El escándalo fue tal que, sumado a las sospechas de que Arnault habría filtrado el nombre de algunos ganadores de ediciones anteriores para beneficiar a casas de apuestas, se tradujo en una crisis histórica: ocho de los dieciocho académicos presentaron su dimisión y el Nobel de Literatura no se entregó por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial.

Vuelven los rumores

Un auténtico polvorín en casa del inventor de la dinamita al que se quiere dar carpetazo a partir del próximo 10 de octubre. Será entonces, poco después de la una del mediodía, cuando se abran las puertas del despacho del secretario permanente de Academia Sueca y se conozcan los dos nombres llamados a suceder a Kazuo Ishiguro, galardonado en 2017. Atrás quedará, o debería hacerlo, un año para el olvido que la Academia Sueca ha aprovechado para someterse a una remodelación interna que desplaza parte del poder al Comité Nobel, formado por cinco expertos externos, y apuesta por una mayor transparencia en todos los procesos.

De ahí que, después del huracán, la prensa sueca, la misma que ya empezó a revolverse y a calificar de «cazadores de selfies» a los académicos cuando Bob Dylan se llevó el premio en 2016, hable ahora de normalidad recuperada en los días previos al fallo del galardón. «El viejo rumor sobre quién recibirá el premio Nobel de literatura de este año en un par de semanas se sentía hogareño. ¡Eso es lo que solíamos hacer!», podía leerse anteayer en una de las crónicas del diario «Expressen» firmadas desde la Feria del Libro de Gotemburgo. Incluso un libro como «Swedish Academy. Power, women and money», indagación en la historia y el pasado de la Academia Sueca firmada por los periodistas Christian Catomeris y Knut Kainz Rognerud, ha armado menos revuelo del esperado ante el empuje de unas quinielas que llegan este año por partida doble.

Ahí está, por ejemplo, la sempiterna Marysé Condé, eterna candidata que, algo es algo, ya se llevó en octubre de 2018 el Nobel alternativo impulsado por la Nueva Academia sueca y dotado con un millón de coronas suecas (unos 100.000 euros). O, quién sabe, Margaret Atwood, veterana de las quinielas que llega al octubre literario más caliente surfeando la ola distópica de «Los testamentos» , continuación de la muy exitosa y televisiva «El cuento de la criada».

También podríamos hablar, golpe de efecto mediante, de la poeta canadiense Anne Carson, de la narradora rusa Lyudmila Ulitskaya o de la escritora Olga Tokarczu, nombres todos ellos muy bien posicionados en las casas de apuestas que vienen a confimar que, en el año de la recuperación, el Nobel (o los Nobel, si se prefiere) será femenino o no será. Tampoco andan lejos la novelista china Can Xue, el keniano Ngugi wa Thiong’o , el rumano Mircea Cartarescu o el japonés Haruki Murakami, autores más o menos fijos que brindan a la Academia munición más que suficiente para no fallar.

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