José María Zavala, con su libro
José María Zavala, con su libro - abc
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«A José Antonio le dispararon 80 veces y a tan solo tres metros de distancia»

José María Zavala recrea la muerte del fundador de Falange en «Las útimas horas de José Antonio», que presenta este lunes en el Aula de Cultura de ABC

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Cuatro años ha estado investigando José María Zavala (Madrid, 1962) la muerte de José Antonio Primo de Rivera, ejecutado en la cárcel de Alicante el 20 de noviembre de 1936. El resultado es «Las últimas horas de José Antonio» (Espasa), que ya va por la quinta edición y será presentada por el autor el próximo lunes 1 de junio, a partir de las 20,30 horas, en el hotel Alfonso XIII, sede del Aula de Cultura de ABC, que patrocinan la Real Maestranza y Renault.

Esta obra ha sido considerada por el historiador e hispanista norteamericano Stanley G. Payne «el estudio más completo sobre el proceso y la ejecución de José Antonio, con documentos inéditos que constituyen una aportación fundamental e indispensable para conocer las últimas horas de vida del líder de Falange».

En el libro se asegura que José Antonio recibió más de 80 disparos casi a quemarropa. «Todos los asesinatos legales de personas, con nombres y apellidos, son igual de lamentables. Pero ahora por fin sabemos, con pelos y señales, que el de José Antonio fue una escabechina: los más de 80 disparos efectuados sin orden de fuego alguna se concentraron en gran parte sobre él, colocado a tan sólo tres metros de distancia del pelotón», afirma el autor a ABC.

También asegura que fueron catorce los miembros del pelotón y que según Miguel Primo de Rivera, «hubo dos: uno, encargado de fusilar a su hermano, y otro a los llamados cuatro mártires de Novelda, dos de los cuales eran falangistas, y que están ahora en proceso de beatificación», razón por la cual Zavala se pregunta por qué no también beatificar a José Antonio. Él mismo se responde: «Nunca subirá a los altares porque es políticamente incorrecto, a pesar de que se confesó la víspera de su muerte, leía los Evangelios y rezaba el Rosario cada día en la prisión, ademá de que murió gritando «¡Viva Cristo Rey!» con un crucifijo prendido al pecho y hasta supo perdonar a sus verdugos, igual que los mártires», dice el autor madrileño.

Zavala cuenta también en su libro que la ejecución de José Antonio «no fue una conspiración de cuatro milicianos anarquistas, como se ha dicho. Su condena a muerte se concretó en una reunión celebrada el 7 de noviembre de 1936 entre el ministro de Justicia, Juan García Oliver, el juez Federico Enjuto, el fiscal Vidal Gil Tirado, y el subsecretario de Justicia, Mariano Sánchez Roca». Y añade: «Previamente a esa reunión, Largo Caballero, entonces presidente del Gobierno republicano, había decidido la muerte de José Antonio presionado en última instancia por Stalin a través de su embajador en España, Marcel Rosenberg. España era entonces una sucursal de Moscú, donde la policía secreta soviética campaba a sus anchas».

También habla de un «simulacro de juicio, cuya sentencia de condena a muerte había sido acordada de antemano bajo presiones del propio gobierno republicano, hipotecado a su vez con Stalin por el envío de las cuartas reservas de oro más importantes, las del Banco de España, a la URSS».

Zavala desvela también que el fundador de Falange Española hablaba inglés y francés «perfectamente» y que jugaba de delantero centro en la cárcel de Madrid, desde donde fue trasladado a la de Alicante, donde murió el 20 de noviembre de 1936: «Solía meter muchos goles», dice. Murió con 33 años.

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