CINE

Visiones del imperio de Constantinopla

La presencia de Bizancio en el mundo del cine ha generado producciones entre fascinantes y pintorescas de las que da cuenta un interesantísimo volumen firmado por Miguel Cortés Arrese

Gianna Maria Canale en «Teodora» (1954), de Riccardo Freda
Luis Alberto de Cuenca

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No somos muchos, pero sí entusiastas y pugnaces, los devotos de la historia y la cultura de Bizancio , ese apéndice oriental y helénico del Imperio Romano que se prolongó de forma milagrosa desde el siglo IV d. C. hasta la caída de Constantinopla en poder de los turcos en 1453, punto de partida por cierto de lo que conocemos como Edad Moderna. Uno de esos fervorosos partidarios de Bizancio, y de los más aguerridos entre la tribu de los bizantinófilos, es catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Castilla-La Mancha y responde al nombre de Miguel Cortés Arrese . En estas mismas páginas me he ocupado otras veces de sus aportaciones librescas al mundo bizantino. Hoy quiero celebrar la aparición del único estudio -que yo sepa- existente en España sobre la presencia de Bizancio en el mundo del cine, que nos informa cumplidamente acerca de las vicisitudes en la pantalla de ese milenio bizantino, tan fascinante y pintoresco para algunos, entre los que me cuento.

Maravillosos mosaicos

Con un ajustado prólogo de Giorgio Vespignani , profesor en Ravenna (la ciudad italiana de la Emilia-Romagna donde nadie puede por menos de interesarse por lo bizantino, dados los vínculos de esa ciudad con Justiniano y los inolvidables mosaicos que atesora), el recorrido propiamente diacrónico se efectúa a través del primero de los capítulos, «Bizancio ante la cámara», preciosa síntesis en algo más de veinte páginas de los frutos más importantes de temática bizantina que ha dado el séptimo arte. Entre todos los films referidos a Bizancio, destacan los consagrados a Teodora , la strip girl que llegó a emperatriz de Bizancio en época justinianea y cuyos ojos siguen asombrándonos desde el maravilloso mosaico donde figura con su séquito en los muros de la iglesia ravenatense de San Vitale.

Destacan los filmes consagrados a Teodora, la «strip girl» que llegó a emperatriz bizantina

Ya en 1907, el pionero Georges Méliès rodó un cortometraje de cuatro minutos, Les torches humaines , en el que, de manera disparatada y con una falta total de rigor histórico, aparece Justiniano presidiendo una fiesta orgiástica que termina con el sacrificio de tres de los asistentes a la fiesta en una pira de leña. Esta trasposición a época bizantina de las crueldades típicas de personajes como los emperadores romanos Calígula y Nerón, y la consiguiente demonización de Justiniano, a quien no cuadra en absoluto la organización de ese tipo de festejos sádicos, no deja de ser un capricho del gran Méliès, paladín del cine primitivo.

Dos años después, en 1909, Ernesto Maria Pasquali filmó una Teodora, imperatrice di Bisanzio de gran interés, lo mismo que la Théodora (1912) del prolífico cineasta francés Albert-Henri Pouctal o la Teodora (1922) de Leopoldo Carlucci , dotada de una extraordinaria escenografía que recordaba a la de la mítica Cabiria (1914), de Giovanni Pastrone . Pero la Teodora más importante de la historia del cine sigue siendo la protagonista de la película homónima (1954) de Riccardo Freda , que Miguel Cortés analiza minuciosamente en otro capítulo del libro dedicado monográficamente a esa cinta, que contaba con la bellísima Gianna Maria Canale en el papel de la emperatriz advenediza.

Sensual y felina

Son más de 40 páginas las consagradas monográficamente al film de Freda, que comienza con una morosa descripción del panorama musivario de San Vitale, con Justiniano y su séquito en uno de los mosaicos del lado izquierdo y Teodora y sus damas en el muro de la epístola. La emperatriz destaca sobre el resto por su mayor estatura, rasgo que no se compadece con la descripción que ofrece Procopio de la antigua stripper , pues el historiador de Cesarea nos habla de una Teodora bajita, pálida y, eso sí, «con una mirada siempre enérgica y sostenida» (tal y como aparece en el mosaico de Ravenna). La naturaleza sensual y felina de la actriz que encarna en la película a Teodora supera con creces al retrato que de la emperatriz se ofrece en la apasionante Historia secreta procopiana.

Además del primer epígrafe, de carácter diacrónico, y del dedicado a la Teodora de Freda, Cortés Arrese nos habla en los otros apartados de su libro de films que, si no se sitúan en el centro de la diana de lo bizantino, sí tienen que ver, cronológica y estéticamente, con Bizancio, como Simón del desierto de Luis Buñuel , Andrei Rublev de Andrei Tarkovski y Fratello sole, sorella luna de Franco Zefirelli . Esta última película muestra en todo su esplendor el complejo monástico de Monreale, en Sicilia, erigido por los reyes normandos para rivalizar en belleza y esplendor con el arte bizantino. Lato o stricto sensu , se nos ofrece en este libro, por primera vez en España, una panorámica tan legible como erudita de las relaciones entre el cine y el imperio de Constantinopla , ese imperio hipersofisticado que a algunos nos seduce sobremanera.

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