Un joven Cervantes visto por Gol en «Cervantes. La ensoñación del genio» (Dibbuks, 2015)
Un joven Cervantes visto por Gol en «Cervantes. La ensoñación del genio» (Dibbuks, 2015)
LIBROS

Viaje al corazón del mito

Las biografías de Cervantes trazan un recorrido apasionante de casi tres siglos que han ido dando forma al mito. Un personaje tan real como imaginario

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¿Qué sabían de Miguel de Cervantes los cientos y miles de lectores del «Quijote» y del resto de las obras del autor en sus primeros años de difusión? Las escasas noticias en los preliminares legales y en los prólogos, y los excesivos adjetivos en los poemas laudatorios dejan poco espacio para el conocimiento. El «Miguel de Cervantes Saavedra» que se imprime en la portada queda ahí grabado como lo que es: un nombre, tan solo un nombre. ¿Qué sabían los lectores del siglo XVI de Garci Rodríguez de Montalvo o de Feliciano de Silva, dos de los más influyentes autores de libros de caballerías? ¿Y de Mateo Alemán, o del mismo Góngora, por quedarnos en lo más alto del poblado Parnaso español de los Siglos de Oro? Dejando a un lado a Lope de Vega y a Quevedo, dos excepciones biográficas, de la mayoría de los escritores que imprimen sus nombres en las portadas de los libros conocemos bien poco, por no decir nada.

Y Miguel de Cervantes no es una excepción. ¿Y acaso importa? ¿Acaso les importó a los lectores de su momento? A Cervantes sí, o al menos así lo parece al final de su vida, en esa vida de papel que comienza en 1613 con las «Novelas ejemplares» y termina un año después de su muerte, en 1617, con la publicación del «Persiles». En estas obras se empeñó en dejar rastros de su vida, de cómo quería ser recordado, desde el retrato en palabras que dibuja en el prólogo de 1613 al «regocijo de las musas» o el «manco sano» con que el estudiante pardal se refiere a Cervantes en el prólogo de 1617.

Casi anónimas podríamos pensar que se difundieron las obras cervantinas hasta 1738. «Miguel de Cervantes Saavedra» era una línea tipográfica más dentro de las portadas de la época. ¿Qué interés tenía conocer los detalles biográficos de quien se escondía detrás de este nombre (como de cualquier otro), cuando lo interesante era destacar el apellido del noble a quien se dedicaba la obra, o la propia existencia de los personajes, que realmente tenían una «vida de papel» digna de ser recordada? ¿Qué pasó en 1738 para que todo cambiara, para que el nombre «Miguel de Cervantes Saavedra» comenzara a llenarse de detalles hasta llegar a ocupar cientos y cientos de páginas?

Sátira moral

Hacia 1723, Lord Carteret, cercano al partido conservador inglés, comienza a impulsar una nueva edición del «Quijote» que va a marcar un hito en la recepción de la obra, porque impone su lectura como una «sátira moral». Una magnífica edición de lujo, impresa en Londres pero con el texto en español, donde a la belleza y cuidado tipográfico se unirá el rigor filológico de restaurar el texto y la realización de un amplio programa iconográfico, que dibujará John Vanderbank. Y en esta nueva lectura –base del triunfo inglés y del nacimiento de la novela moderna– será imprescindible destacar la singularidad del autor con una biografía.

Y bien claro lo tenía Lord Carteret, como se aprecia en esta carta fechada en marzo de 1737: «La vida de un tan singular varón, compuesta por la mejor pluma de España, será recibida en estos países como lo merece; dando luz y ornamento a la más graciosa y agradable invención que jamás salió en el mundo, siendo preciso confesar que la “Historia de don Quixote” es libro original y único en su género». La biografía será escrita por Gregorio Mayans y Siscar, el primero de los biógrafos cervantinos, que dedicará las primeras veinte páginas a pergeñar un relato coherente de la vida de tan «singular varón», y el resto, a realizar un «análisis del “Quixote”». Veinte páginas de una biografía de papel de Cervantes, pues sus fuentes serán, casi exclusivamente, las referencias que se encuentran en las propias obras de Cervantes, desde sus preliminares legales y literarios, hasta las alusiones entresacadas de sus escritos.

Lord Carteret consideró imprescindible destacar la singularidad del autor con una biografía en su edición del «Quijote»

La línea tipográfica «Miguel de Cervantes Saavedra» se ha llenado ahora de noticias literarias, dando carta de autenticidad biográfica al «personaje» que Cervantes fue construyendo de sí mismo. El éxito de la propuesta editorial de Lord Carteret (en 1742 se publicó la versión inglesa de la edición) y de la biografía de Mayans impusieron que toda edición de la obra cervantina que se preciara tenía que ser antecedida por una nueva biografía, como la que Vicente de los Ríos firma para la edición de la RAE de 1780 o la de Juan Antonio Pellicer, para la de 1797-1798, impresa en Madrid por Sancha.

Mil formas

Esta última incorporará un nuevo eslabón en la construcción del personaje-mito Miguel de Cervantes: la búsqueda de fuentes documentales que permitiera añadir datos biográficos más allá de las fuentes literarias. Esta tendencia es la que desembocará en la biografía de Martín Fernández de Navarrete publicada en 1819 como quinto tomo de la cuarta edición del «Quijote» firmada por la RAE. Una biografía de 644 páginas, que no dejará de llenarse de detalles y documentación hasta llegar a los 7 tomos y 1.000 documentos que aporta Luis Astrana Marín en su monumental edición de 1948-1958: « Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra».

Las biografías de Cervantes constituyen un viaje apasionante de casi tres siglos que ha ido dando forma –mil formas– al mito Miguel de Cervantes, llenando de detalles algunos de los datos que aparecen en sus obras, hasta llegar a cincelar un «personaje Miguel de Cervantes», tan real o tan imaginario como los propios personajes escritos por Cervantes. ¿Cuánto de verdad, cuánto de imaginario, cuanto de persona, personaje o mito hay de Cervantes en las biografías que hemos escrito en los últimos años? ¿Y acaso importa? Miguel de Cervantes siempre será un «singular varón», se mire por donde se mire.

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