«Reina Juana», cordura de amor

Al encerrarla en el palacio de Tordesillas -donde estuvo casi cinco décadas-,primero por orden de su padre, Fernando el Católico, y después de su hijo, Carlos I, quisieron acallar la voz de Juana I de Castilla (Toledo, 1479-Tordesillas, 1555), conocida como Juana «la Loca». Pero no lo consiguieron. Muy al contrario, su figura fue alcanzando la categoría de mito y se instaló en el imaginario colectivo. Ha fascinado a numerosos creadores, y, así, pintores como el francés Charles de Steuben o el español Francisco Pradilla y Ortiz la plasmaron en sus lienzos. Benito Pérez Galdós la convirtió en protagonista de «Santa Juana de Castilla», dándole vida la legendaria actriz Margarita Xirgu. Pero quizás la obra más famosa es «Locura de amor», de Manuel Tamayo y Baus, gracias sobre todo a la película homónima, inspirada en ella, que en 1948 filmó Juan de Orduña, con Aurora Bautista en el papel de la soberana.

Muchos años más tarde, en 2001, Vicente Aranda realizó un remake del filme, en el que Pilar López de Ayala encarnaba a la reina Juana.

Dimensiones shakespereanas

Sin embargo, no se han agotado ni mucho menos sus posibilidades dramáticas. Lo demuestra el montaje que, tras un apoteósico éxito en sus representaciones en Sevilla, Murcia y Santander, llega ahora al madrileño Teatro de La Abadía, donde podrá verse hasta el 12 de junio: «Reina Juana», de Ernesto Caballero, dirigido por Gerardo Vera e interpretado por Concha Velasco. Tanto autor como director señalan las dimensiones shakespereanas del personaje: «Si Shakespeare lo hubiera conocido -señala Vera- estoy convencido de que lo hubiera hecho protagonista de una de sus grandes tragedias». Y Caballero corrobora: «Cuando empecé a bucear en Juana y su peripecia, pensé pronto en Shakespeare. Juana está a la altura de los más potentes y atractivos personajes shakespearanos».

Igualmente ambos coinciden en que Concha Velasco era la actriz más que idónea para personificarlo. Hasta tal punto que Gerardo Vera confiesa: «Ernesto Caballero me dio el texto, en el que rápidamente comprobé su riqueza para llevarlo a las tablas. Pero al hablar con los productores, Juanjo Seoane y Alejandro Colubi, puse como condición que debía ser Concha Velasco quien interpretara a la reina. Afortunadamente, Concha se sumó al proyecto con entusiasmo». Por su parte, Ernesto Caballero indica: «Cuando estaba escribiendo la pieza, vi a Concha en el papel. Además de ser un monstruo de la escena, puede que no haya nadie mejor que ella para expresar todos los matices que contiene. Concha Velasco lo entendió muy bien desde el principio, ha tenido una conexión inmediata con el personaje. Y eso lo percibe el público. Juana es una mujer desengañada, pero hay que recrear también la inocencia y la ilusión de su juventud, y la vitalidad que, pese a todo, conserva cuando se confiesa ante el padre Francisco de Borja la noche anterior a su muerte. En esa confesión pasa revista a su vida y van apareciendo todos cuantos la marcaron. Evoca presencias, a sus fantasmas. Por eso, aunque solo Juana está en escena, lo he planteado como mucho más que un monólogo».

Con principios

Sin duda, «Reina Juana» es más que un monólogo -escrito en una prosa tan poética como intensa-, que nos descubre otra Juana, más allá de cómo generalmente se ha abordado. Una Juana más compleja. Una Juana que, recalca Vera, «echaba en falta y que este texto plantea con profundidad». Una Juana, en la que, explica Caballero, «he huido del melodrama romántico, del efectismo».

Y añade el director del Centro Dramático Nacional (CDN): «Es evidente que Juana es una figura desmesurada y padecía un desequilibrio. ¿Pero quién no lo habría sufrido en sus adversas circunstancias? Todos quisieron manipularla, y esa manipulación continúo después de su muerte, aliméntadose y acentuándose la visión de la «loca». Se olvidó que muchas veces los «locos» son los que dicen la verdad. Me pregunto si algunos catalogados como muy locos no son, en realidad, muy lúcidos. He intentado construir un personaje poliédrico. No deja de ser un juguete roto que se halla en medio de todas las intrigas. Pero también es perspicaz -ve las ambiciones desatadas a su alrededor y que se la quiere tratar como pura mercadería-, indómita, vitalista, firme, consecuente. Un personaje con principios. A pesar de los pesares, reivindica el amor, a sus padres, a sus hijos, a su marido, y no como "locura"».

Quizás tendríamos que cambiar el estereotipo y apreciar la «cordura de amor». En cualquier caso, estamos ante uno de los montajes más sugerentes de la temporada.