Homenaje a Aute: Querido alienígena humano

El cantautor Luis Eduardo Aute ha fallecido a los 76 años

Luis Eduardo Aute

Miguel Munárriz

Me he recorrido las letras de tus canciones para reflexionar contigo sobre este alud de provocaciones que está pasando sobre nosotros, e intentar volver a desarrollar la conciencia privada, que es en la latitud en la que tú siempre has vivido frente a la presencia recurrente de la barbarie . Así que permíteme hacerlo con tu ironía y con tu misma perplejidad.

Pero antes déjame que recuerde una noche de concierto en la que sabías que entre el público estaba Ángel González y le invitaste a subir al escenario, conocedor del gusto del poeta por la música. González subió, carraspeó, le tomó el pulso a la guitarra y se despachó a gusto con dos boleros. Fue en un cine de barrio en el que se juntaron la música y la poesía (tú te preguntarás si no es todo lo mismo). Aprovechando este paréntesis de conversación en calma, yo te propongo, Eduardo , que me cuentes una tontería, di, por ejemplo, que el cielo tiene granos, que afuera hace mal día, que seguimos a la espera de esperanzas en este siglo XXI que tan bien has descrito al recordar a este poeta del 2000 que fue Santos Discépolo. Voy a recorrer la respiración de tus versos que traen los aires amorosos de Quevedo, de Aleixandre, de Sabato, de Brel, de Stevenson y Goya.

Quieres que sigamos o tal vez prefieres que te pida ya el café.

Nada más que nada

Quizá notes que hay algo en el aire, un cierto olor a miedo, o puede que lo que pase es que no hay nada más que nada: ¿qué crees que dirían los cantautores de las narices? Pero mejor no decir ni una palabra; piensa que el mar te arrastra mientras fumas en la noche junto al ruido de las calles repletas de historias. De madrugada adivinas tímidos suicidios en ayunas y sientes que al Alba anda suelto satanás . Siempre has sido libre, y no te ha dado miedo proclamar esa locura porque decir espera es un crimen y tú sigues siendo un niño que canta sobre cuarenta prisiones a por el mar. A veces me ocurre como a ti y me digo que no sé qué coño me pasa hoy que no consigo saber quién soy, aunque luego se me olvida si vislumbro a lo lejos Albanta. Y ante esa coyuntura de claridad y lucidez, con sensatez, tú vas y eliges la locura . Aleluya, Eduardo, tú sabrás lo que haces, yo ahora me voy con Palmi al Alphaville; probablemente luego iremos, a eso de las diez, a ver al Aute, dicen que hay nuevo L.P.

Ya ves, pasaba por aquí, y como sé que no eres hombre de móvil -cómo te atreves a vivir sin un ordenador-, he preferido decirte tus canciones a la cara como el espejo a su reflejo. Pido perdón por confundir la poesía con la realidad, el cine con la vida, por recordar a Antoine Doinel, a Sam Peckinpah y a Steve McQueen; el sueño de la razón y la pintura, la Quinta del sordo, los caprichos y el Desastre fundido a una paleta y a un pincel. Tal vez Van Gogh me ayude a descifrar este dilema del giraluna al que me aferro.

Una noche de concierto invitaste al poeta Ángel González a que subiera al escenario

Qué te pasa cantautor, «Que me han quemado a Pessoa», pues habrá que hacer un conjuro: « Arte, Poesía, Belleza» , ¡qué extrañas palabras! Mira, Eduardo, déjalo estar, que ya lo has dicho todo en tus canciones, y además ya nada es verdad, ni siquiera la mentira, ¿o ya te has olvidado? Si todo lo habías previsto antes que nadie: la guerra que vendrá será la más hortera de todas las guerras que ha habido y habrá; Atenas en llamas antes de que ardiera bajo el fuego de la ira. Todos estamos al albur de la intemperie, esto se acaba y no hay más que aceptar dignamente la ruina porque también arde Lisboa, Venecia se hunde y se cae la capilla Sixtina; y como todo va como va habrá que ponerse cuerpo a tierra y reivindicar espejismos , hay demasiadas traiciones ahí fuera, querido alienígena humano.

Tú lo has dicho: lo importante es vivir aunque estemos todos en «stand bye» , ay, ay, en este guirigay. ¿Será muy tarde para guiar nuestro camino hacia la cordura?, digo, por buscar alguna forma de entender esta trampa, esta broma…, no lo sé, aunque hay un loco que aún espera que de noche salga el sol y de día la luna. Alguien como tú que nunca ha necesitado banderas que rematen geografías, así que estaría bien aparcar alevosías, para siempre. Amén.

Verso suelto

Pero hay cosas peores, Eduardo, eso de ser un verso suelto es lo que tiene. Tú lo has contado muy bien: «La fe es ciega,/la Justicia es ciega,/el Amor es ciego,/las estatuas son ciegas/y es evidente que los árboles/no dejan ver el bosque./Juro que a partir de ahora/dejaré de pagar/el recibo de la luz. Y como la naturaleza imita al arte (o el capitalismo a la poesía), quién te iba a decir a ti que una entidad bancaria se colgaría (¿sin saberlo?) de tu talento para intentar cerrar tu poema con esta leyenda publicitaria: «Sé que soy el que menos luz paga del barrio».

Querido Eduardo, la atmósfera de oprobio intelectual que nos invade no te corresponde. Yo también prefiero amar pero eso no quita para que algunas veces nos lo hayamos preguntado: «Y tú, qué te pides, ¿ser payaso, mago, acróbata o fakir?» .

Este mundo nunca se pensó para alguien tan bello como tú.

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