ARTE

Las preguntas de Eduardo Chillida

Una muestra en la galería Guillermo de Osma, en Madrid, y la noticia de la reapertura del Chillida Leku, en abril, vuelven a poner de actualidad la figura de este gran escultor español

Imagen de archivo del Chillida Leku, en Hernani

José Jiménez

En realidad, nunca se había ido, porque su obra, de una intensidad plástica y poética siempre admirable, ha seguido entre nosotros, expandiéndose por el mundo, interrogando nuestra mirada. Pero ahora, en este 2019, dos acontecimientos traen de nuevo la figura del gran escultor Eduardo Chillida (1924-2002) a nuestra consideración.

Por un lado, estamos ante una recuperación de gran alcance para el patrimonio cultural de España: la reapertura del Chillida Leku en abril, aunque aún no se haya fijado una fecha. La palabra «Leku» significa «lugar» en euskera, por lo que Chillida Leku es «el lugar de Chillida» . Y la denominación es precisa, porque se trata de un amplio espacio -once hectáreas-, abierto a la Naturaleza y con un caserío tradicional vasco construido en el siglo XVI, adquirido en los ochenta por Chillida y su esposa Pilar Belzunce, quienes personalmente lo restauraron y acondicionaron durante más de 15 años.

Fue el lugar elegido por el escultor para mostrar su obra en diálogo con la respiración natural y en las salas interiores del caserío. Se abrió al público en 2000, y visitarlo era siempre una experiencia intensa y enriquecedora , pues en él se mostraban un conjunto de obras de gran calidad del escultor, a través del tiempo, pero unidas en el espacio. Sin embargo, y por dificultades en los planteamientos de las instituciones públicas y la Sucesión de Chillida, en 2011 se cerró a los públicos y sólo se ha podido visitar bajo cita previa.

El salvavidas suizo

Su reapertura se hace viable gracias al apoyo de la Diputación Foral de Guipúzcoa y, sobre todo, al acuerdo de la Sucesión de Chillida con Hauser & Wirth, que actúa como representante del legado del artista desde 2017. La galería está asesorando todo el proceso, y probablemente contará con espacio propio en Chillida Leku. Los trabajos de reestructuración se están desarrollando bajo la supervisión del arquitecto argentino Luis Laplace , en colaboración con Jon Essery Chillida , nieto del artista. Y cuentan también con la aportación del paisajista holandés Piet Oudolf para los nuevos diseños de los espacios naturales. Se ha designado ya como directora del centro en su nueva etapa a Mireia Massagué , quien trabajó en el Teatre Nacional de Catalunya, y, después, como directora del Gaudí Exhibition Center en Barcelona. Avanzando en las buenas prácticas, habría sido deseable la convocatoria de un concurso.

Este gran acontecimiento coincide con una excelente exposición de obras de Chillida, en un proyecto conjunto de las galerías Guillermo de Osma y Carreras-Mugica.

En la presentación, primero en Madrid, se reúnen 27 piezas, 8 esculturas de pequeño formato y 19 dibujos y obras sobre papel, datadas entre 1952 y 1995, en las que late toda la fuerza expresiva de Chillida. Entre ellas, precisamente la más antigua, Tres 1 , podría considerarse un emblema de la muestra. Es una escultura de hierro, en la que tres hoces parecen dialogar entre sí, estrechándose, abrazándose. Ahí está Chillida, con una llamada a la relación de los humanos con la Tierra.

Como también está en las otras esculturas, jugando con los vacíos, o estructurando la tierra cocida en bloques compactos. Frágiles, como volando, las piezas con papel, tinta y cuerda. Éstas nos hablan de la superposición de las formas. Sutiles e ingrávidos los dibujos de manos, abiertas o cerradas, imágenes metonímicas de la humanidad activa, con los dedos articulando la proyección de un lenguaje de formas.

Recorriendo la muestra, que se presenta en un montaje limpio y muy bien articulado, me volvía de nuevo a la mente el papel que desempeña la pregunta, la interrogación, como núcleo de toda la obra de Chillida. Su discurso de ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando (1994) se tituló, precisamente, «Preguntas». Y en él, Chillida va desplegando una serie de interrogantes -a las que se unen algunas respuestas abiertas- en torno la consideración del arte «como una necesidad, hermosa y difícil que nos conduce a tratar de hacer lo que no sabemos hacer».

Del mirar al ver

El paso de mirar a ver requiere concentración, plenitud en la mirada. Y así, leemos: «Se ve bien teniendo el ojo lleno de lo que se mira». A través de esa interrogación de las formas se individualiza el diálogo entre la materia y el espacio, los dos componentes fundamentales de la obra escultórica , que, en su cuestionamiento, Chillida pregunta si su límite se situaría entre densidades y velocidades: «El diálogo limpio y neto que se produce entre la materia y el espacio, la maravilla de ese diálogo en el límite, creo que, en una parte importante, se debe a que el espacio, o es una materia muy rápida, o bien la materia es un espacio muy lento. ¿No será el limite una frontera, no sólo entre densidades, sino también entre velocidades?».

Y así, Chillida se pregunta por la posible síntesis en donde fluye la obra del escultor, que trabaja con el espacio y la materia , y donde brota la interrogación acerca de lo que no se sabe: «Desde el espacio con su hermano el tiempo, bajo la gravedad insistente, sintiendo la materia como un espacio más lento, me pregunto con asombro sobre lo que no sé». En esa interrogación acerca de lo desconocido, despliega el cosmos creativo de sus esculturas.

Afirma: «Yo no represento, pregunto» . Y en ese preguntar creativo, espacio y tiempo se entrecruzan, el límite del arte dialoga con el de la vida. Ahí radica su duda creativa: «¿No es el límite el verdadero protagonista del espacio, como el presente, otro límite, es el protagonista del tiempo?». Chillida, las preguntas como desencadenante de la obra artística.

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