LIBROS

Patti Smith, sus historias sin fin

Una nueva entrega literaria de la prolífica creadora, amiga inseparable de Mapplethorpe y «pareja» musical de Bob Dylan

En un concierto, vestida con la camiseta de la selección José Alfonso

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Primero confieso mi devoción por Patti Smith (Chicago, 1946). ¿Y quién no?, apunto a continuación. Leyenda viva de la música, de la literatura y de la historia de la cultura norteamericana de las últimas décadas y de sus derivados por todo el mundo. Incluida España, destino que ella frecuenta con bastante asiduidad en conciertos -ha llegado a subir a los escenarios vestida con la camiseta de la selección española-, recitales y lo que se le ponga por delante. Está claro, adoramos a Patti Smith -y ella nos adora hasta esa complicidad futbolística- y a sus amigos que habitaron el Hotel Chelsea en Nueva York.

Aún hoy, a pesar de que da pena acercarse a su puerta y comprobar el deterioro de aquel edificio y sus estancias, refugio de creación y destrucción, meca de tantos nombres-símbolo como figuran en la placa que -eso sí- está bien sujeta a los muros de su entrada: Leonard Cohen , Dylan Thomas, Thomas Wolfe... y claro ella, Patti Smith y Robert Mapplethorpe. Patti y Robert, Robert y Patti, tanto monta, cuyas andanzas ella contó magistralmente en «Éramos unos niños», trasunto de autobiografía con la que ganó el National Book Award.

Paseos mitómanos

Nadie negará las habilidades literarias -puede que más que las musicales, va en gustos a veces inseparables- de P. Smith y tiene muchos libros para demostrarlo («El Mar de coral», «Tejiendo sueños», «M Train»), además del ya citado y de cabecera. Pero aquí viene mi segunda confesión: cansa esta nueva entrega de sus correrías que nos llega bajo el título de «Devoción». Devoción por la escritura siente ella y nos la desglosa durante un viaje a París y la visita a sus lugares y escritores de culto . De su editor Gallimard, a su adorada Simone Weil y Camus y Paul Valéry y Patrick Modiano ...

El libro -de género híbrido pues va de la narración a las memorias e, incluso, al ensayo- incluye en su parte central un relato protagonizado por una patinadora sobre hielo cuya presencia nace de una imagen que ve en la pantalla de una televisión durante una de esas noches de vigilia que asegura el «jet lag». «Because the night...» como reza su canción más conocida. Me quedo con los paseos mitómanos de Patti Smith y sus desayunos en el Café de Flore. Por supuesto, también con las fotografías en blanco y negro, de su propia cosecha , que salpican las pocas páginas de este libro que nada nuevo aporta a las adicciones literarias de Patti Smith.

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