CÓMIC

«Niño prodigio», un hijo sin respuestas

Michael Kupperman, hijo de un genio de los concursos, busca explicaciones a sus problemas familiares en los posibles traumas del pasado

El pequeño Michael recibe una respuesta sincera de su padre

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A finales de los años 30 y principios de los 40, Joel Kupperman fue una gran celebridad en Estados Unidos. Era el «repelente niño Vicente» americano, el empollón supremo , el pequeño genio que levantaba raudo la mano para responder a todas las preguntas del popular concurso radiofónico (y, mas tarde, televisivo) « Quiz Kids ». Protagonizó una película y se codeó con humoristas, magnates y políticos. Philip Roth y Nora Ephron le han mencionado en sus textos. Casi todos los adultos le adoraban y casi todos los niños le tenían una tirria invencible. Y esa fama le causó un trauma del que jamás se recuperaría .

Esa es, al menos, la teoría que maneja su hijo Michael Kupperman (Chicago, 1966), humorista y autor de cómic que ha trabajado para «The New Yorker», Marvel o DC y que adopta un tono mucho más serio en esta indagación sobre su padre.

Padres distantes

Los padres ausentes o emocionalmente distantes han dado mucho juego en el cómic, desde referentes como «Maus» ( Art Spiegelman , 1991) o «Fun Home» ( Alison Bechdel , 2006), hasta obras recientes como «Doctora Laura, ¿dígame?», de Nicole J. Georges (Salamandra Graphic, 2019). Kupperman se enfrenta en « Niño prodigio » a la historia de un padre que nunca quiso hablar mucho de su pasado y con el que todas las vías de comunicación han empezado a quedar cortadas por la demencia senil . Pero, como suele pasar en este tipo de indagaciones, no es difícil ver que a quien en realidad busca explicar no es a su padre, sino a sí mismo: encontrando las causas del retraimiento paterno espera hallar las raíces de su propia infelicidad . Esto le da al cómic dramatismo y crudeza a veces no exentos de humor cruel, como en la escena en la que un pequeño Michael pregunta «papi, ¿tú me quieres?» y se encuentra con una respuesta sincera y calmada, pero brutal: «a ratos».

El problema es que la tesis no acaba de convencer . Aunque está claro que haberse pasado la niñez exhibido ante las cámaras es algo que Joel recuerda con desagrado y que preferiría centrarse en sus logros como filósofo y docente universitario, Michael a veces descarta sumariamente las afirmaciones de su padre y se aferra a la idea de «Quiz Kids» como fuente de todo mal («ahora veo la huella del concurso en todos sus rasgos de comportamiento, pasados y presentes. Y, a través de él, el efecto sobre mí»). Pero también es posible ver a Joel como una persona sencillamente poco sociable y que nunca tuvo especial interés en tener hijos. Una hipótesis mucho más dura de tragar, sin duda.

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