ARTE

Nicolás Combarro: «No creo en la idea del artista iluminado»

París y Santiago de Compostela simultanean el trabajo fotográfico, imbricado con lo arquitectónico, de Nicolás Combarro, autor del laureado documental sobre Alberto García-Alix

Combarro, en su estudio madrileño en Nave Oporto ÓSCAR DEL POZO

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Hay quien conoce a Nicolás Combarro (La Coruña, 1979) como comisario. Algunas de las mejores exposiciones sobre Alberto García-Alix llevaron su firma. A este fotógrafo dedicó un documental, La línea de sombra , con el que dio el pelotazo en el último Festival de San Sebastián y saltó al cine. Sin embargo, el gallego cuenta con una línea de trabajo como artista (pese a que se formó como biólogo) que ahora se muestra en el CGAC y la Maison Européenne de la Photo en París . Una foto arquitectónica que aúna pintura, escultura, instalación... Hay muchos combarros, sí, pero todos convergen aquí.

¿Qué es la arquitectura para usted o qué arquitectura es la que le interesa?

Hay dos tipos que me interesan. Por un lado, la que yo intervengo suele situarse en un limbo entre la finalización de su construcción y su deconstrucción por abandono. Espacios en los que la identidad o aún no está formada o ya se ha retirado. Eso me permite introducirme dentro y generar una nueva realidad, entender la arquitectura como un lienzo. Pero cuando me pongo a investigar sobre ella, me interesa la arquitectura popular en la que se ve la mano del constructor amateur, lo que da pie a un uso de los recursos más inmediatos y que supone mucha inventiva.

¿Coinciden en algún momento en su trabajo ambas líneas?

En la serie «Arquitectura espontánea». Cuando yo fotografío esas casitas con las que me encuentro cuando viajo, siempre estoy viendo en ellas elementos formales (de color, de estructura) que luego rescato a la hora de intervenir arquitecturas preexistentes.

Tampoco su concepto de fotografía es usual.

La foto me parece una herramienta privilegiada por la versatilidad que tiene para trasladarte a otro lugar. Me ocurría que mi intención era intervenir determinados espacios pero no podía llevar a la gente a ver los resultados. La foto me servía como puente o ventana. Asimismo, quizás porque no soy buen dibujante, la foto me sirve para capturar las construcciones que me interesan y generar así un archivo al que volver. Ahora: estoy hablando de mí como artista. Como comisario me interesan autores más clásicos.

¿Significa eso que las intervenciones en el espacio no son obras en sí mismas?

Sí lo son, pero su carácter es muy privado. Es como el pintor que pinta en su estudio y que sólo cuando decide que el cuadro está terminado, lo expone.

«La fotografía es una herramienta privilegiada por la versatilidad que tiene para trasladarte a otro lugar»

Lo que me resulta curioso es que siendo cineasta, no documente a través del vídeo.

Hay algo que me seduce de la imagen fija y es su potencialidad, que obliga a usar la imaginación para comprender lo que estás mirando. La imagen en movimiento lleva a posicionarse, a indicarle al espectador «por dónde vas». Mi experiencia es que la foto esconde muchas más capas de significado.

Me centro en el libro publicado a raíz de su cita en París porque deja entrever que sus series están muy concatenadas. ¿Cómo empezó todo?

Pues desde una preocupación desde la teoría del arte. Soy autodidacta y me interesaba mucho cómo operaba la abstracción en pintura y escultura. Y a base de leer y conocer a algunos artistas, me di cuenta de que toda abstracción proviene de una realidad. Mi obsesión era devolver esa abstracción a la realidad. Elegí la arquitectura porque la naturaleza me parece más inconmensurable y difícil de acotar. Y empecé como un juego, con pequeñas líneas que imitaban a las del horizonte, que luego se hicieron más grandes; la pintura comenzó a adquirir más presencia. Si las series están muy hiladas es porque forman parte de un proceso de aprendizaje. No creo en la idea del artista iluminado.

Ahora que tiene un bagaje, ¿podría plantearse lo de trabajar con el paisaje natural?

Qué va. Cuanto más aprendo, más cuenta me doy de que es menos posible. Me encanta el entorno natural y un medio como el cine es el mejor para representarlo, porque el tiempo es una variable básica. Ahora que me he metido con algo tan loco como trabajar con el vacío arquitectónico proyectando luz, eso me está convenciendo de que queda mucho por recorrer.

Tanto CGAC como la Maison Européenne comparten una pieza de luz. ¿Qué le ha permitido una técnica como esta?

Enfrentarme a la escala de otra manera. Yo lo hacía desde mi propio cuerpo, con la pintura hasta donde llegaba mi brazo y, con la escultura, con los elementos que podía mover. Me encontraba limitado a trabajar con espacios pequeños.

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