OPINIÓN

Mujeres en la hoguera

Debemos aprender de la Historia para no repetir errores y así quizá alguna vez habitemos el reino de los justos

«Falenas», de Carlos Verger Fioretti, una de las obras que forma parte de «Invitadas», en el Prado MUSEO DEL PRADO

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Hoy se celebra el Día de las Escritoras y ayer echó el cierre una Feria de Fráncfort en la que las autoras han sido protagonistas. Al hilo de estos actos, escuchaba a un contertulio en un programa radiofónico apuntar que él no se fija en si un libro está escrito por un hombre o una mujer. Sólo le interesa si es bueno o malo. Los libros no tienen género. Gran excusa para no mojarse en aguas revueltas.

Hace unos cuantos años yo argumentaba lo mismo cuando asociaciones de diverso pelaje me aseteaban un ARCO sí y otro también con rigurosas estadísticas para demostrar que la presencia de las creadoras era testimonial en una feria de arte de esas características y ambiciones. Como era una ingenua o, sencillamente, me fastidiaba esa fiscalidad a todas horas, soltaba la misma soflama: «No valoro las obras por su género, sino por su calidad». En el reino de los justos este sería el planteamiento ideal.

En el Prado ahora mismo campan a sus anchas, por primera vez en la historia del museo, las mujeres que en el siglo XIX fueron denostadas por querer ser pintoras cuando no debían, porque este era un oficio que tenían vedado. También están presentes todas aquellas que, muy a su pesar, encajaban en los roles que el Estado premiaba y que todo artista que ansiara entrar en los salones de prestigio (galardones y medallas de honor incluidos) debía reproducir con tesón y primor académico en sus cuadros.

He aquí los tres compartimentos estancos que proliferan en las iconografías del XIX por lo que respecta a las féminas: brujas (señoras dedicadas a la quiromancia y otras artes adivinatorias, dignas de la hoguera), putas (ya saben, que venden su cuerpo independientemente de su edad y sólo ellas tienen la culpa) o sumisas (que pasaban por el aro de lo que se esperaba de ellas, entre poco y nada). La exposición, extraordinaria, se titula Invitadas (por la puerta de atrás, añadiría yo).

La Historia no se puede cambiar, pero sí se debe aprender de ella para no repetir errores y así quizá alguna vez habitemos el reino de los justos .

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