Un detalle de «Tête, oiseau / Cabeza, pájaro», óleo de 1976
Un detalle de «Tête, oiseau / Cabeza, pájaro», óleo de 1976
ARTE

Miró, ese ojo que nos mira

Gracias a la Fundación Mapfre, Joan Miró tiene ya un espacio permanente en Madrid. Esto es lo que ofrece

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Realmente es una magnífica noticia: un nuevo espacio permanente de exposición de obras del granJoan Miró (1893-1983) en Madrid, una iniciativa de la Fundación Mapfre, que merece, de forma expresa, el máximo agradecimiento público. Escribo «nuevo espacio», teniendo en cuenta la importancia y calidad de las obras de Miró, nada menos que 183, si no me fallan las cuentas, que forman parte de las colecciones del Museo Reina Sofía, buena parte de las cuales se pueden ver de forma habitual en el Museo.

Este nuevo «espacio Miró» en Madrid se presenta al público apenas dos meses después de la apertura de otro en la Fundación Serralves de Oporto, con 85 pinturas del artista catalán, al que también se quiere dar un carácter permanente.

Motivos de alegría y satisfacción esta multiplicación de entornos, aparte de los de las fundaciones que llevan su nombre en Barcelona y en Palma de Mallorca. Porque el arte debe ser, de manera abierta, para los públicos, para la gente, y el indudable alcance artístico de la obra de Miró merece la máxima difusión directa de su trabajo.

Grandes amistades

El nuevo espacio en la Fundación Mapfre reúne 65 obras de Joan Miró y cinco del artista estadounidense, quien fue su amigo, Alexander Calder. De este último se presentan un óleo y cuatro esculturas, todas ellas regalos al pintor. Entre ellas, destaca un retrato de Miró, construido con alambre de acero, que Calder hizo y regaló a su amigo en 1930. En el caso del catalán son más abundantes las obras de sus últimas décadas, casi todas ellas pertenecientes a colecciones particulares y recibidas a través de la Sucesión de Joan Miró.

El recorrido se articula en cinco apartados: «Miró/Calder», «El signo y el gesto», «Mujeres, pájaros, estrellas», «Las cabezas» y «Desafío a la pintura». Se trata de un orden abierto, que permite apreciar la continuidad que Miró mantuvo en su expresión pictórica a lo largo de toda su vida. Y degustar así mismo algunas fórmulas nuevas que fue introduciendo a partir de los años cuarenta. Resultan curiosas, pero no especialmente relevantes (yo no las hubiera mostrado en público, pienso que forman parte de un juego o deriva interior del artista y, en ese sentido, no las considero estrictamente «obras»), las cuatro intervenciones pictóricas de Miró sobre cuadros comprados y de autores desconocidos. Algo que hizo tan sólo en diez ocasiones.

Alfabeto propio

La continuidad tiene que ver con la permanencia de un lenguaje de signos modulado en un alfabeto plástico referencial, en el que la mujer, los personajes metamórficos, los pájaros y las estrellas, van y vienen a través de una serie de variaciones. Las fórmulas nuevas que uno puede apreciar en las últimas décadas de su trayectoria se relacionan con el diálogo que Miró establece con la pintura de aquellos años.

En esa línea, si su obra influyó intensamente en los artistas del «expresionismo abstracto», en sentido recíproco podemos apreciar también su utilización del goteo sobre el cuadro (Jackson Pollock), así como el agujero en el lienzo, o la ruptura de la tela (Lucio Fontana). E, igualmente, una derivación mucho más matérica, que yo percibo especialmente en diálogo con Antoni Tàpies.

En definitiva, este conjunto de obras de Joan Miró nos permite introducirnos a fondo en la obra de uno de los artistas referenciales de nuestro tiempo. En ella fluye una grafía, cromática y de formas, en la que alienta la vida: entras en sus obras y respiras… Recorres grutas, volcanes en erupción, nubes, a la vez que encuentras figuras y personajes cambiantes, dinámicos.

Y lo que considero decisivo: la aparición incesante del círculo y de la espiral inscritos en la pintura, del ojo que desde dentro de ella nos mira y que nos ve, a nosotros, mirando. Es así como vemos mucho más de lo que habitualmente vemos. La pintura como itinerario de la visión. En síntesis: Joan Miró, el ojo pintor.

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