ARTE

Lo que la mirada de Michele Marullo esconde

La polémica está servida con la posible venta del último Botticelli en manos privadas y españolas en la edición de Frieze Masters Londres de octubre. Esta es la historia tras cuadro y lo que concita

«Retrato de Michele Marullo», el lienzo de la discordia

José María Herrera

Hoy hablaremos menos de arte que del mercado del arte . Son dos cosas muy distintas. Un artista, pongamos Van Gogh , puede pasarse la vida intentando acceder al mercado artístico sin conseguirlo; el mercado puede consagrar un nombre, Jeff Koons , por ejemplo, sin que apenas tenga nada de artista. Cattelan lo expresa así: «Yo no soy artista, yo vivo del arte» .

El motivo es la polémica suscitada tras la puesta en venta del retrato de Michele Marullo de Botticelli , propiedad de los herederos de Cambó, el político catalanista que dijo aquello tan atinado de que «Cataluña, lejos de lo que se cree, es un pueblo morbosamente sentimental». Su afición al arte y sus inmensos recursos le permitieron reunir una formidable colección que legó al Museo Nacional de Cataluña y al Museo del Prado. Tres de las cuatro tablas que dedicó Botticelli a la historia de Nastagio degli Onesti son propiedad de este gracias a su generosa donación.

La pieza favorita

Cambó dispuso en su testamento que su hija y heredera conservara aquella pieza de la colección que prefiriera. Eligió el retrato de Marullo. ¿Por qué? Lo ignoro. Evidentemente, la fama del autor le ha conferido siempre un aura especial, aunque si no nos dejamos deslumbrar por ella, es fácil advertir que Botticelli no estaba en su mejor momento cuando lo pintó. Tampoco es una pintura decorativa y grata a la vista. Tropezarse a diario con el rostro entre petulante y amargado de un viejo poeta debe de ser fatigoso. Lo más seguro es que Helena Cambó conservara la obra porque era la pintura favorita del padre o, sencillamente, la más cara de la colección : 1.200.000 pesetas del año 1929. Ahora, en 2019, la familia ha decidido vender, quizá harta de Marullo o quizá animada por los 60 millones de euros que, según especialistas en lo que Ben Heller llamaba «tasación creativa», pueden pagarse por ella.

Un problema ensombrece, sin embargo, el negocio. El retrato fue declarado en 1988 bien de interés cultural. Esto conlleva restricciones (la obra no puede abandonar España sin permiso) y derechos por parte del Estado , que podría adquirirlo, si se incumplen las normas, pagando lo que pagó Cambó, o, si se subasta conforme a la ley, abonando el precio del remate final. Tristemente, en cuanto la galería londinense donde está depositado el Botticelli anunció la venta comenzaron a circular rumores sobre la posibilidad de que el Ministerio hubiera revocado su condición de bien cultural (las autoridades lo negaron) y acusaciones contra los propietarios por forzar la situación a fin de obligar al Estado a comprar al máximo precio (como si eso fuera posible).

Un cambio de dueño

Personalmente, no entiendo por qué hay tanta gente disgustada con la posibilidad de un cambio de dueño. Hay que dar a los archimillonarios la oportunidad de pujar como dementes por la única obra de Botticelli accesible al mercado (el resto han dejado de ser mercancías y duermen en los museos). Los plutócratas adoran las cosas exclusivas. «Una vez que posees una cuarta mansión y un jet G5, ¿qué te queda?», dicen en Christie's.

Diferente es que se inmiscuya en esta guerra el Estado (no digamos la Generalitat). Velar por el patrimonio es un deber constitucional, pero no hacerle el juego a las mafias financieras. Esto lo entiende cualquiera. O casi. Días atrás oí a uno de esos que viajan en el tractor nacionalista decir que no, que Cataluña debe comprar al precio que sea. Comprar para… Hacer país. ¿Hacer país?, ¿en el mingitorio del arte?

Y claro que me parece bien un Botticelli. ¿Quien no querría la obra de uno de los genios del Renacimiento? El problema es que ni es tan seguro como parece que el retrato sea obra suya (hasta finales del XIX se atribuyó a otros artistas), ni que el retratado sea Marullo. La identificación con el célebre poeta la hizo Berenson en 1932, pero nunca explicó en qué se basaba. Se limitó a comparar el personaje con el de un supuesto retrato de Marullo obra de Ridolfo Ghirlandaio y un grabado de Tobias Stimmer, ambos realizados muchos años después de la muerte del retratado. Por si fuera poco, los defensores de la autoría de Botticelli tampoco saben si este pintó el retrato antes o después de morir Marullo. Un auténtico lío que se enreda todavía más si uno mira con atención el San Juan de la Pala de San Bernabé conservada en los Uffizi, una obra por lo menos diez años más vieja que el retrato, y se pregunta dónde ha visto antes esta cara.

Un misterio

Buena parte de estas dudas se disolverían si conociéramos mejor la biografía de Marullo. Lamentablemente, su vida es un misterio. Lo único seguro es que nació en Constantinopla en el año que los turcos se apoderaron de ella (1453); que vivió luchando como mercenario hasta que su fama de sabio extremadamente culto le permitió ejercer de diplomático; que fue un refinado e incisivo poeta, uno de los más grandes del siglo XV , y que su poesía se centró en tres asuntos: la nostalgia de la patria perdida, el amor por las mujeres y la devoción hacia la Naturaleza. Que yo sepa, sus libros nunca han sido traducidos al español.

Si el lector tiene un amigo bibliófilo y desea hacerle un obsequio de categoría, adquiera la edición de sus obras publicada en 1561 en París por Jacobo Dupuis . Ya verá que en eso no se equivoca.

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