El ilustrador Manuel Marsol
El ilustrador Manuel Marsol
ARTE

Manuel Marsol: «Persigo recuperar la fascinación que de niño me provocaban los lugares encantados»

Acaba de alzarse con el I Premio de Ilustración de la Feria de Bolonia, uno de los más prestigiosos del sector en el mundo, y aún así, sigue siendo un gran desconocido para el gran público. El trabajo de Manuel Marsol merece ser conocido

MADRID Actualizado: Guardar
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En la labor de Manuel Marsol (Madrid, 1984) se ve una pasión y entrega por lo que hace, consiguiendo resultados realmente evocadores con colores vivos, figuras de fantasía marcadas en trazos graciosos que envuelven un mundo ilustrado totalmente mágico.

El pasado mes de abril, Marsol consiguió entrar en la historia de la ilustración de nuestro país al ser el primer ilustrador español en recibir el prestigioso Premio Internacional de Ilustración Feria de Bolonia-Fundación SM, dotado con cerca de 30.000 euros. Uno de los reconocimientos más importantes a nivel internacional para un ilustrador de libros infantiles. Dirigido específicamente a jóvenes ilustradores menores de 35 años, el madrileño fue seleccionado de un total de 3.368 candidatos de 62 países con más de 16.500 obras expuestas, un récord en términos de participación del prestigioso evento. 

Licenciado en Publicidad y Comunicación Audiovisual, ha trabajado como creativo publicitario entre 2009 y 2012 obteniendo reconocimientos en festivales del sector como El Sol y Cannes Lions, por lo que, en recibir premios ya tiene algo de experiencia. En 2012 reorientó su carrera para dedicarse a lo que de verdad le gusta: dibujar libremente, y eso se nota claramente en su obra.

¿Qué supone para usted haber recibido el Premio Internacional de Ilustración Feria de Bolonia-Fundación SM?

Una alegría muy grande. Recuerdo cuando fui a Bolonia por primera vez en 2012, la impresión que me causó ver la Mostra de ilustradores. Pensaba en la calidad tan grande de los trabajos, pero también lo vi como un reto. Me presenté y tuve la suerte de ser seleccionado los cuatro años siguientes, hasta que cayó el gran premio. Vivir de la ilustración editorial no es sencillo, y, en mi caso, he elegido un camino complicado a nivel comercial, intentando hacer mis propios proyectos y rechazando encargos con los que no me identifico. Es mucho tiempo trabajando sin saber si habrá beneficio, y este reconocimiento supone una gran recompensa.

Además de la dotación económica, el ganador ilustrará un álbum infantil que será editado por SM y presentado en la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia de 2018. ¿Tiene algo pensado?

Desde que se inauguró este premio hace ocho años, la idea de la Fundación SM ha sido que el ilustrador trabajase sobre una historia, cuento o leyenda tradicional propia de su país. It’s raining elephants, que son una pareja de ilustradoras suizas, hicieron un libro fantástico inspirado en Guillermo Tell; Catarina Sobral se inspiró en una leyenda popular portuguesa de sirenas y gigantes... Yo ahora estoy en pleno proceso de documentación, leyendo infinidad de cuentos de la tradición oral española, así como muchos mitos y leyendas adscritas a lugares. Mi intención es recuperar la fascinación que de niño me provocaban los lugares encantados, el asombro de las historias de los bosques, las apariciones, lo maravilloso... Y la tradición española está plagada de esos encantamientos, de muchachas pálidas que emergen de los ríos, de ánimas o de cuevas infinitas. El reto es ir más allá del «érase una vez» propio de estas historias (que se reducen a contar el hecho maravilloso), y hacer un álbum ilustrado donde además del qué, importa el cómo se cuenta, y eso lo da principalmente el juego que se establece entre texto e imagen.

Ha trabajado en el mundo de la publicidad. ¿Le ha influido posteriormente trabajar en ese sector?

Discutir cuestiones creativas con un editor es un placer comparado con un cliente publicitario. La diferencia es que, en general, al editor le gustan los libros tanto como al ilustrador/escritor, y su conocimiento sobre ellos es muy amplio. Por otro lado, en publicidad uno se acostumbra a trabajar descartando ideas. No hay miedo a trabajarlas hasta que funcionan. Mi sensación es que muchos ilustradores y escritores, tanto si empiezan como si llevan un tiempo, se enamoran fácilmente de sus ideas y no tienen tanta disposición a retrabajarlas. Muchos confunden la crítica con un ataque personal, y no es a ellos a quien se critica, sino a un trabajo concreto que igual requiere un par de vueltas para estar fino.

Ilustración de la publicación «Strange Mountain»
Ilustración de la publicación «Strange Mountain»

En cuanto a mí, nunca pensé que en el futuro me dedicaría a dibujar. El arte estuvo presente en casa desde siempre, puesto que mis padres eran profesores de Historia del Arte, y yo dibujaba desde niño, pero ni muy en serio ni muy constantemente. Cuando acabé la universidad, me abrí un blog y empecé a subir dibujos, pero mi objetivo seguía siendo trabajar como creativo publicitario. Luego experimenté lo que era ese tipo de vida durante tres años, mientras el gusanillo de la ilustración iba creciendo poco a poco. Me apuntaba a talleres, pero la publicidad no me dejaba el tiempo suficiente para crecer en este ámbito. Por eso me decidí a abandonar la agencia y apostar por lo que de una forma o de otra estaba en mí de manera natural. También me di cuenta de que la publicidad no era el lugar ideal para realizarme, pues nunca me permitiría desarrollar un trabajo personal.

¿Qué es para usted la ilustración?

Arte, literatura, comunicación, belleza, entretenimiento, emoción… Exactamente igual que el cine o la música.

¿Qué requisitos considera necesarios para ser un buen ilustrador?

Eso depende mucho de las cualidades, intereses, objetivos y capacidad de esfuerzo de cada uno. Hay mil maneras distintas de ser un buen ilustrador. Siempre se habla de la importancia de ver muchas cosas, no sólo de ilustración, sino de otras disciplinas artísticas.

El cine, la literatura o la música tratan de contar historias, igual que la ilustración, y en mi caso son una fuente de inspiración constante. Creo que también es bueno rodearse de gente con conocimientos y capacidad crítica para que analice sin tapujos nuestro trabajo, tanto para señalar errores como para evidenciar las virtudes. La paciencia también es importante, no solo con los editores, sino con uno mismo. La experiencia se logra con tiempo y tenemos mucha prisa por saltarnos los pasos de aprendizaje. Parece que tienes que ser bueno desde lo primero que hagas, y eso solo le pasa a Picasso y a pocos más. Solo por estadística, y por humildad, es importante que el que decida dedicarse a esto sea consciente de ello.

¿Cuáles son sus ilustradores de referencia y qué pueden llegar a inspirarle?

¡Hay muchos! Por decir algunos: Javier Sáez-Castán, Ximo Abadía, Miguel Pang, Kitty Crowther, Atak, Johanna Benz, Bernardo Carvalho, Cristina Sitja-Rubio, Jon Klassen o Nina Wehrle y Evelyne Laube de It’s raining elephants.

¿Un estilo se busca o te encuentra?

Habrá de todo, pero veo menos natural buscarlo deliberadamente. Corres el riesgo de quedarte en la superficie. De todas formas, hace falta verlo con la perspectiva del tiempo y comprobar si lo que uno hace «aguanta» o no el paso de los años, si está adscrito a tendencias o es verdaderamente original.

Es un ilustrador en el que predomina el color y que utiliza muy poco el blanco y negro en sus obras. ¿Por qué?

Supongo que el color me da más posibilidades expresivas y, sobre todo, narrativas. Con el blanco y negro tengo menos recursos para contar determinadas cosas, para hacer destacar un elemento sobre otro, para crear atmósferas. Sin embargo, cuando he tenido que trabajar en blanco y negro (condicionado por los costes de producción de las tintas) he procurado usar esa limitación en mi favor. Fue el caso del relato de terror «El Gato de Brasil», de Arthur Conan Doyle (Ekaré, 2016). Ahí le di más importancia a las siluetas, a las formas sugerentes y ambiguas de la tinta china, que encajaban bien con la historia.

¿Qué herramientas de trabajo utiliza para componer sus ilustraciones? ¿Prefiere técnicas tradicionales o digitales?

No establezco diferencia entre ambas, me parece una cuestión superada. Entré en la ilustración profesional cuando ya no había diferencia entre el lápiz de grafito y el de la tableta gráfica. Las herramientas están al servicio de las ideas, y deben usarse para conseguir que esas ideas funcionen. Si utilizo técnica digital o analógica, no es porque una u otra sea mejor, sino porque para un proyecto en concreto pienso que una es más adecuada que otra. Y luego hay muchas falsas creencias respecto a lo que una u otra aportan, y dependen mucho de quién y cómo se utilicen. Por ejemplo, se tiende a pensar que la herramienta digital agiliza y ahorra tiempo, pero a mí a veces me pasa justo lo contrario, pues las opciones de retoque, revisión y reajuste de lo digital son tan fáciles de realizar que eso es precisamente lo que alarga la tarea hasta el infinito.

¿Qué es lo que más le cuesta dibujar?

Soy muy malo para los retratos, me cuesta mucho que se parezcan. Por suerte, esto no es indispensable en el tipo de ilustración que hago. A mí dame un paisaje, o un personaje frente al paisaje, como le pasaba a Friedrich. Aún así, procuro no acomodarme evitando las cosas que no se me dan bien, ya que sería una trampa. Los ilustradores debemos desarrollar un lenguaje que nos permita representar todas las cosas posibles y que estén dentro de nuestro mundo, no vale solo con hacer los arbolitos, ramitas y florecitas que se nos da bien dibujar o que sabemos que funcionan (mientras esté de moda), porque lo hemos visto por ahí. Por eso la gente que adopta un estilo de forma deliberada, generalmente por imitación, luego no tiene recursos para ilustrar un mundo entero (su mundo), porque se ha saltado pasos, es decir, entrenamiento, error, aprendizaje, personalidad...

¿Cuál diría que es su mayor habilidad y cómo la ha ido perfeccionando a través de los años?

No sé cual es mi mayor habilidad, pero sí sé algunas de mis debilidades. Nunca fui muy bueno dibujando (si por dibujar bien se entiende representar la realidad de manera realista), pero creo que eso me ayudó, sin proponérmelo, a desarrollar un trabajo más personal, donde los defectos podían ser convertidos en espontaneidad y frescura.

Cuando empieza un proyecto nuevo, ¿cómo afronta su día a día a la hora de ilustrar? ¿Cuál es su proceso creativo?

Me funciona bien empezar a dibujar un lugar, o mejor dicho, una atmósfera. Si voy a hacer un libro del Oeste, empiezo por disfrutar dibujando escenas o paisajes con ese tema de fondo. De esas pruebas espontáneas y desprovistas de exigencia pueden salir los temas o el tono gráfico que luego tendrá el libro. En paralelo, me documento todo lo posible: veo pelis, leo ensayos, novelas o artículos de internet que tengan relación con ello. Y siempre llevo un cuaderno para apuntar ideas, dibujar posibles páginas o escribir frases que me den el tono de la historia.

Cuando escribe e ilustra una obra para un público infantil ¿qué puede llegar a ser más importante: el lenguaje o las ilustraciones?

En los álbumes ilustrados, generalmente se piensa que es la ilustración la que soporta el peso narrativo, pero en el fondo me parecen igual de importantes. Una no funciona sin la otra. Si ambas no tienen el mismo nivel de exigencia creativa, habrá un salto entre ellas, y eso lo notará el lector. Para el tipo de libro-álbum que me interesa hacer, me parecen indivisibles y no concibo que se creen de manera independiente. Sólo realizándose a la vez, dando valor al juego y a los huecos que se crean entre ambas (y que luego rellenará el lector en su cabeza), funcionarán como un reloj, como un mecanismo.

Ilustración de la publicación «El tiempo del gigante»
Ilustración de la publicación «El tiempo del gigante»

El ilustrador y escritor polaco Uri Shulevitz dice que un cuento tradicional ilustrado puede contarse por teléfono sin necesidad de ver las ilustraciones, pues no son necesarias para comprender una narración que existía previamente a ellas. Pero dice que un álbum ilustrado, lo que en inglés se conoce como «Picturebook», nunca podría comprenderse escuchándolo por teléfono, pues es la relación del texto con la imagen la que da sentido a la narración. Y esos son el tipo de libros que a mí me interesa hacer.

¿Qué va antes, texto o imagen? ¿Hay alguna parte más difícil de componer en un libro?

Todo está relacionado, todo es complejo. Pero si hay que dedicarle a una cosa más que a ninguna otra es a la creación de la historia. A mí al final es lo que más tiempo me lleva, lo que retrabajo una y otra vez hasta que consideramos el editor y yo que funciona.

¿Se ha encontrado alguna vez con un «no me gusta» desde un cliente o una editorial?

Cuando trabajaba en publicidad sí que me encontraba con «no me gusta» de los clientes con bastante frecuencia y poco había que hacer. Por suerte, abandoné aquella profesión para hacer libros, y dentro de este mercado, me decanté por libros con un corte personal, donde precisamente se busca la voz del «artista». Como mencionaba al principio, mi sensación es que la gran mayoría de los editores tienen tanto amor por los libros como los escritores e ilustradores, y su cultura visual y literaria permite que no se hable tanto de gustos y caprichos como de ideas o ilustraciones que funcionan o no. También creo que para hacer buenos libros hacen falta distintos puntos de vista, y tanto editores como creadores estamos ahí para sacar el libro lo mejor posible. Claro que surgen puntos de vista diferentes, pero hasta la fecha, tenían que ver más con lo que significa trabajar en equipo que con una imposición.

¿La libertad creativa es una condición indispensable para el éxito del trabajo?

Depende de lo que uno entienda por éxito. Una cosa es hacer una obra con valor artístico, y otra distinta que tenga valor comercial o que cumpla con ciertos objetivos. Si el centro es el valor artístico, la libertad creativa ayuda en general. Pero también puede ser una trampa, sobre todo si se confunde con la ausencia de (auto)crítica. Por otro lado, está más que demostrado que ciertas limitaciones y reglas disparan la creatividad. La película «The Five Obstructions», de Lars Von Trier, lo explica de maravilla.

¿Qué considera que debe tener un libro infantil para que sea amado por los lectores? ¿El público infantil y juvenil puede llegar a ser más exigente?

Creo que la diferencia no está en la edad, sino en la personalidad y en las inquietudes de cada uno, sea niño o adulto. Hay libros que son amados por unos y odiados por otros, y cada creador no debería obsesionarse demasiado por intentar gustar a todos, entre otras cosas, porque es imposible. «2001: Odisea en el Espacio», de Stanley Kubrick es probablemente mi película favorita, y considero que como hecho artístico, como obra intelectual y como producto cultural y de entretenimiento, tiene todo lo que debe tener y más. Pero también conozco a gente para la que simplemente es un coñazo pretencioso e incomprensible.

El realizador ruso Andréi Tarkovsky decía que hacía cine para un tipo de personas que compartían una visión del mundo similar a la suya. Algunos le criticaban por críptico y elitista, pero no me parece justo. Primero, porque para lo que unos era deliberadamente críptico, para él no lo era (y para muchos admiradores de su obra tampoco). Y segundo, porque lo injusto habría sido que privase a la gente de ese tipo de cine «un poco más exigente» en pos de una supuesta accesibilidad. Creo que en un álbum ilustrado como «El tiempo del Gigante» (Fulgencio Pimentel, 2016), que co-escribí con Carmen Chica, los mismos elementos que para algunos lo convierten en un amado y especial, para otros lo convierten en un álbum especialito que les deja indiferentes.

Ilustrar un texto, ¿es buscar otra forma de comunicar o de complementar?

Me gusta pensar que es algo más que comunicar y que complementar. Creo que tiene entidad suficiente para generar contenido, narrar y emocionar. De todas formas, depende en gran medida de la naturaleza del texto. En una ilustración para prensa, inevitablemente debe complementar y enriquecer la comprensión del texto. Pero en un álbum o incluso en una novela ilustrada, su función se puede ampliar y no hay que sentir pudor por hablar en términos de belleza o de emoción.

En la actualidad parece que todo es imagen, ¿debería estar más reconocida la labor de los ilustradores por parte de la sociedad? ¿Usted se siente valorado?

Esta es una cuestión muy compleja, y depende mucho del tipo de ilustrador al que le preguntes. No es lo mismo un ilustrador que se engancha a una tendencia o a una fórmula y que le da al público lo que quiere que otro que se guía por razones artísticas. La idea que tendrán ambos de ese reconocimiento social será muy diferente. Los medios generalistas se hacen eco de la ilustración, pero solo de un tipo. El Premio de Ilustración de la Feria de Bologna, por ejemplo, es uno de los reconocimientos más importantes a nivel internacional para un ilustrador de libros infantiles. Ésta ha sido la primera vez que lo obtiene un español, y sin embargo, ésta es la primera entrevista que me hacen a propósito de ello (y se concedió en abril).

Ilustración de la publicación «Strange Mountain»
Ilustración de la publicación «Strange Mountain»

Yo me siento valorado principalmente por los compañeros de profesión, que son los que en realidad conocen mi trabajo, los que más lo compran y los que vienen a las presentaciones de los libros. Los que hacemos álbumes tenemos la sensación de que al final estamos haciendo los libros para otros creadores como nosotros, y no tanto para el gran público. En mi caso, no importa que haya obtenido algunos de los premios más importantes, porque que al final en la Feria del Libro solo firmo a tres o cuatro personas que no pertenecen a mi círculo. Así de pequeño es mi mercado.

Por otro lado, los ilustradores y escritores de álbum ilustrado, por lo general, cobramos muy poco en concepto de adelanto de royalties por cada libro que hacemos. En España es prácticamente imposible vivir de hacer este tipo de libros. Por eso hay que tratar de abrirse al mercado extranjero, o compaginarlo con otro tipo de trabajos más o menos relacionados con la ilustración. Otro problema son las ganas que tiene mucha gente de publicar, de ver su librito en la tienda sea como sea, y eso no hace otra cosa que devaluar el valor de lo que hacemos. Nadie duda de pagar al impresor o al distribuidor que ponen el papel y la furgoneta, pero vemos constantemente casos de escritores e ilustradores que trabajan gratis. Y de esto, son tan culpables los editores que lo piden como los creadores que lo aceptan.

Más allá de las cifras, el libro infantil y juvenil ha mostrado una impresionante capacidad de resistencia. ¿Cómo cree que se pueden crear nuevos lectores?

Hay profesores que trabajan con álbumes ilustrados, pero son pocos. Sería bueno que este tipo de publicaciones entrasen de lleno en los colegios. Como dice la ilustradora Květa Pacovská, «los álbumes ilustrados son para los niños la puerta de entrada a los museos». Solo por transmitir el deleite por la literatura y por las imágenes ya son importantes. Y más allá de educar o enseñar, por la importancia de que los niños vean que hay muchas maneras distintas de ver las cosas, por abrir su mente y de paso ampliar su cultura visual. Hay infinitas maneras de dibujar una persona o un perro, y no sólo las que ofrecen los libros de corte más comercial o los dibujos animados de éxito que ven en el cine y la tele.

¿Qué opina del diseño editorial en España?

Por supuesto, somos buenísimos. En Bolonia raro es el año donde no hay 5 o 6 ilustradores españoles seleccionados en la Mostra. Nuestro único problema es que hemos sido un poco cerrados de miras y no nos hemos orientado bien al mercado extranjero, con poca presencia en los fuertes y que marcan el ritmo como el francés o el anglosajón. Pero ahora nos damos más cuenta de que hay que mirar fuera también si pretendemos vivir de hacer libros. Ahí están los casos de Antonio Ladrillo o Marta Altés, y pienso que son un ejemplo a seguir.

Ilustración de la publicación «Strange Mountain»
Ilustración de la publicación «Strange Mountain»

En cuanto al nivel del diseño editorial en España, basta con echar un ojo a las ediciones de Media Vaca, Fulgencio Pimentel o Blackie Books, o de nuevas editoriales emergentes como Astro Rey o Silonia. También basta con darse una vuelta por los estands de la Feria de Bolonia de las editoriales españolas y compararlas con las del resto del mundo. No hay nada que envidiar en cuanto a la calidad de los libros.

¿Qué texto le gustaría ilustrar y aún no ha podido hacerlo?

En su momento ilustré la obra de Juan Rulfo como proyecto personal, pero por lo que tengo entendido los herederos de Rulfo, que son los que tienen los derechos, no están muy por la labor de permitir ediciones ilustradas de su obra, cosa que respeto. Tampoco me importaría ilustrar los cuentos de temática western de O. Henry, o algún acontecimiento que sucediese por los alrededores de Yoknapatawpha.

¿Qué tipo de libros infantiles le gusta leer?

Me interesan los álbumes ilustrados que son algo más que un cuento acompañado de ilustraciones. Me gustan los álbumes que aprovechan las posibilidades narrativas propias del género, que exploran el formato y que no se conforman con contar una historia, sino que inventan una manera única de contarla, creando reglas, juegos entre imágenes y texto, huecos que debe rellenar el lector con su imaginación. El tipo de libros que te obligan a ir hacia atrás y hacia delante varias veces cuando los lees, que soportan nuevas lecturas y tienen distintos niveles de comprensión, para niños y adultos. Los libros de Javier Sáez-Castán, Bruno Munari, Jon Klassen o It’s Raining Elephants son muy buenos ejemplos.

¿En qué está trabajando actualmente?

En varios álbumes a la vez, saltando de uno a otro cuando puedo. El que estoydesarrollando con SM tras ganar el premio es uno de ellos. También estoy acabando unnuevo libro que vuelvo a coescribir con Carmen Chica, cuyas ilustraciones fueron las premiadas en Bolonia y que editará Fulgencio Pimentel antes de final de año. Otro que me hace una ilusión especial es un proyecto secreto con Javier Sáez-Castán que está bastante avanzado. Aparte, tengo avanzados dos álbumes de temática «western» y otro sobre el Cine Noir, y para el año que viene, algún encargo de novela ilustrada que no puedo contar.

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