LIBROS

Javier Cercas: «Romper una sociedad es muy fácil. Pero volverla a unir, muy difícil. Ese es el problema de Cataluña»

Javier Cercas nació en Extremadura y, a los cuatro años, su familia se trasladó a vivir a Gerona. Por ello, los acontecimientos vividos en Cataluña en los últimos años afloran entre las líneas de su última novela, «Terra Alta», y forman parte de su discurso

Javier Cercas, con la ciudad de Sevilla de fondo Raúl Doblado

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Llevábamos tiempo intentando quedar, vernos las caras y charlar. Por fin, hace cosa de dos meses, logramos cerrar una cita en Madrid, cosa harto difícil porque Javier Cercas no para desde que ganó el premio Planeta con Terra Alta . Pero, ironías de este destino que nos tiene a mal vivir, al final, tuvimos que hablar por teléfono; el mismo día y a la misma hora que estaban cerrados en nuestras agendas, pero él sentado en su casa y yo, en la mía. La cuarentena ha permitido que el tiempo, el reloj, no nos apure ni nos agobie ni nos pise los talones. Javier Cercas, que en 2015 ganó el premio Joaquín Romero Murube de ABC de Sevilla, habla largo y tendido.

La primera cuestión no parece muy original, pero sí es obligada estos días: ¿cómo lleva esta cuarentena que parece eterna?

Para mí no es tan difícil. Para los escritores no es tan raro, porque nuestra vida es una vida de cuarentena. ¿A qué se dedica un escritor? Se dedica a leer, a escribir, a ver películas y a pensar en las musarañas en casa. Es lo que hacemos también estos días, así que yo creo que para nosotros es menos duro que para mucha gente que está acostumbrada a salir de casa y a hacer una vida distinta.

No estoy segura de que sea bueno en estos momentos confesar que un escritor se dedica a pensar en las musarañas, teniendo en cuenta la crisis que se avecina en la industria cultural y cómo se ha puesto de moda regalar libros, y en España se piratea como en ningún otro sitio... En definitiva, que el trabajo intelectual se valora poco y mal.

Yo te voy a decir la verdad: siempre he pensado que trabajar, no he trabajado en mi vida, porque hacer lo que uno quiere no es trabajar. Yo escribo porque quiero, porque me gusta, porque es mi pasión y mi vocación. Trabajar es trabajar en la mina, en un sitio que no te gusta, pero hacer lo que te gusta no es trabajar. Yo he trabajado en la mili, pero aparte de la mili, nunca he trabajado... Si acaso, cuando daba clase. Escribir, para mí, no es trabajar. Esa es la verdad.

Hay quien asegura que con «Terra Alta» escribe su primera novela negra y que se ha pasado al bando de lo comercial.

Esto no es tan raro en mí. Todas mis novelas tienen algo de novela negra, policíaca. Hay mucha gente que dice que es una novela negra, pero a mí me da igual. Para mí solo hay dos clases de literatura: la buena y la mala. Los géneros literarios son una convención que usamos para entendernos, pero no existen géneros mayores o menores, existen formas mayores o menores independientemente de los género. No obstante, todos mis libros, desde el primero hasta el último, tienen un aire de thriller . Soldados de Salamina va de un tipo que intenta averiguar por qué han matado a otro tipo. Lo que pasa en Terra Alta es que hay un policía en la primera página y hay un asesinato brutal en la segunda página y ese esquema de thriller se vuelve más claro.

«No podía imaginar cómo una de las sociedades más prósperas #del mundo se partía por la mitad. Hablo de un clima prebélico»

¿No fue algo premeditado, ni preparado?

Yo no me propuse hacer una novela negra, simplemente salió así. Hay muchas cosas que me gustan mucho, pero entre ellas está la humildad. El thriller intenta ser desde el principio algo muy humilde, literatura popular, y eso es algo maravilloso.

¿Resulta más complejo reconstruir hechos reales o históricos, como hizo, por ejemplo, en «Anatomía de un instante» con el golpe de estado del 23-F?

Es simplemente distinto. Lo primero que hay que decir es que la ficción pura no existe, es un invento de quienes no saben lo que es la ficción. La ficción es una mezcla de invento y realidad. Si existiera la ficción pura, ni nos interesaría ni la entenderíamos. La ficción siempre es parte de la realidad. Por otro lado, en mis libros, aunque no sean libros de ficción, hay imaginación; como en la historia hay imaginación, en la ciencia hay imaginación. La imaginación consiste en relacionar cosas que aparentemente no tienen relación: una manzana que se cae, con la ley de la gravedad; ese tío sí que tuvo imaginación, Newton.

¿Y en «Terra Alta» qué hay?

Este libro está lleno de una furia, de una furia justiciera, de un dolor, de cosas que yo no podía decir de otra manera. De odio, porque uno de los sentimientos fundamentales del libro es el odio. Cuando Manuel Vilas lo leyó me dijo: «Ojo, que el odio dura más que el plástico en el mar», y tenía razón.

«¿Por qué ahora la gente lee ‘La peste’, de Camus? Para mí, todo esto es más propio de Kafka. Es mucho más kafkiano»

¿Entiendo que se refiere a Cataluña y lo que se está viviendo allí y aún queda por vivir?

Sí, a ver cómo lo explico. Este libro no trata de la crisis catalana, que ahora parece que está olvidada, pero no se ha acabado. Ahora estamos en una crisis brutal con el coronavirus, pero en cuanto esto pase, volverá. Este libro no habla de eso, pero sin esa crisis, este libro no hubiera existido. ¿Qué quiero decir con eso? La crisis catalana es el carburante de este libro.

¿Ese carburante tiene las mismas trazas que una pesadilla?

Las novelas con ficción -las novelas tradicionales- son como un sueño. Tú sueñas que estás a punto de caerte por un precipicio, estás angustiadísima, te despiertas… Esa es la imagen, que tú te caes por un precipicio, pero, en realidad, el carburante de esa angustia es que tú tienes un problema con tu madre o con el trabajo. El carburante de esa pesadilla es la incapacidad para vivir, el arraigo existencial…

«Más de la mitad de los catalanes hemos dicho por activa y por pasiva, en todas las elecciones, que no queremos eso»

Vayamos a los hechos, como se diría en una historia policíaca al uso.

Lo que ha pasado en Cataluña es algo que yo nunca me habría imaginado que fuera a suceder. Lo que ha ocurrido desde 2012 a 2017, me ha cambiado. A mí y, cuando hablo con compañeros catalanes, me aseguran que a ellos también. Lo que viví en aquel momento en particular me ha cambiado mucho. Lo que estamos viviendo ahora, también y nunca lo olvidaré. No podía imaginarlo, y tampoco podía imaginar lo que está ocurriendo ahora. No podía imaginar cómo una de las sociedades más prósperas del mundo se partía por la mitad. Hablo de un clima prebélico. Las cosas que experimenté, no solo yo, sino mucha gente, me cambiaron como persona.

«A lo que yo aspiro es a escribir una novela fácil de leer y difícil de entender. Lo contrario de esas novelas pomposas, pedantes y pretenciosas, que son difíciles de leer y que no dicen nada»

¿En qué se identifica con el protagonista de la novela, un «mosso d’esquadra»?

Todas las novelas, las buenas novelas, son autobiográficas. No en el sentido de que el escritor cuente en ella su vida: yo, ni soy policía, ni he tenido la vida que ha tenido este chaval, que es muchísimo más dura que la mía. Pero no hay ninguna duda de que ese chaval está expresando mi visión de las cosas. Las novelas no son autobiografías porque cuenten la vida del autor, sino porque en ellas transfigura sus propios sentimientos, su propia vida; es indudable que el dolor de este chaval es mi dolor, que su furia es mi furia, su sed de justicia… Todo eso sale de mí. Lo he entendido una vez acabado el libro.

Dice que todo se ha parado por la crisis del Covid-19, pero que el virus del nacionalismo volverá. Mire cómo va Europa, todos los países no están precisamente a partir un piñón...

Para mí, lo que estamos viviendo ahora era inimaginable, aunque parece que mucha gente lo había previsto, y es ciencia ficción. ¿Por qué ahora la gente lee La peste , de Camus? Para mí, esto es más Kafka, es kafkiano. No tengo ninguna duda de que lo que va a provocar va a ser un recrudecimiento del nacionalismo en toda Europa, y en el mundo por extensión. Ya lo estamos viendo, con la reacción de la Unión Europea. Aquí cada uno se encierra en su casa y se cree que va a estar más protegido, que los demás son los que traen los problemas. Sobre todo, los países ricos se van a cerrar, como ya estamos viendo con Alemania y con Holanda. El coronavirus va a cambiar muchas cosas, eso está claro. No sabemos qué va a pasar, no sabemos si Europa va a aguantar esto. Si Europa aguanta y hace lo que tiene que hacer, y crea un colchón para todos, para toda la Unión Europea, aguantará.

¿Y qué pasará en y con Cataluña cuando pase todo esto?

El procés como tal ha acabado, lo que se llamó el procés, que fue arremeter directamente, por derecho, a la brava, contra el Estado de derecho, contra la democracia; porque eso fue el llamado procés: arremeter contra la democracia en nombre de la democracia, contra más de la mitad de los catalanes. Eso se ha acabado. Ya se ha visto que no funciona, porque Europa no lo quiere, porque el Estado de derecho en España ha demostrado ser más fuerte de lo que ellos creían. Habrá que ver cómo esta gente, a la que el nacionalismo tradicional, Convergència i Unió, ha llevado al monte, regresa a la vida civilizada.

Durante la crisis catalana siempre me he hecho una pregunta, y se la hago ahora también a usted: los políticos, esos personajes tan lamentables que han pululado en la política… ¿cómo se explica que una parte de la sociedad catalana les haya apoyado? ¿Hay esperanza de que el sentido común vuelva a reinar en Cataluña?

En mi opinión, no es cuestión de sentido común. No es una cuestión racional, la sociedad catalana está partida por la mitad; un poquito más de la mitad no estamos del lado nacionalista, la mayoría de los catalanes no somos nacionalistas. Lo de que esto es un problema entre Cataluña y España es un error; esto es un problema entre catalanes. Luego, es un problema español y, luego, europeo, pero primero es un problema entre catalanes, más de la mitad de los cuales hemos dicho por activa y por pasiva, en todas las elecciones, que no queremos eso.

«Si Europa hace lo que tiene que hacer y crea un colchón para todos, aguantará esta crisis»

¿Y cómo se unen o se acercan esas dos mitades? ¿Se recuperará la cordura?

Es un problema democrático, de falta de respeto por la democracia; esa es la cuestión central. Dicho esto, esa mitad, como todo el mundo sabe, todos los estudios confirman, esa mitad está completamente petrificada, no va a obedecer… Es un voto tribal, por no decir un voto sectario. La única posibilidad, la única forma de que esto se arregle, es que una parte de esa tribu, o una parte de esa secta, regrese a la democracia, al respeto de las reglas del Estado de derecho. Esa es la única forma, que comprendan que lo que hicieron fue una barbaridad, que no fue democrático. Una de las mayores derrotas de la democracia española es haber permitido que unos antidemócratas totales se quedaran con la bandera de la democracia. Tiene que haber un partido político que les diga: «Vamos a volver», porque no va a haber otra cosa. Es un voto tribal: los míos contra los tuyos. Esto es como el Barça y el Madrid.

Llevarlo al terreno futbolístico, de «hooligans», resulta muy gráfico, pero ¿qué partido puede ser el que dé un paso al frente?

Confío en que lo va a hacer la burguesía catalana de siempre, que es la que monta esto: los ricos catalanes. Esto es la revolución de los ricos. No es una opinión, todos los estudios lo muestran. Solamente consiguiendo que uno de esos partidos políticos -yo creo que Esquerra Republicana no va a ser, aunque están haciendo esto que hacen porque les interesa... El problema es que romper una sociedad es muy fácil, pero volverla a unir es muy difícil; desde que el mundo es mundo es así.

Volviendo a la novela, a refugiarnos por un instante en la literatura, ¿usted es lector de novela negra, un género de moda y para algunos el género que mejor retrata el lado oscuro de nuestra sociedad?

-Sinceramente, no. He leído la novela clásica, y leo algunos autores de eso que se llama novela negra, pero no soy un lector del género. De Terra Alta la gente dice que es novela negra, pues muy bien, como si dicen que es novela rosa. A mí me da igual. Ni siquiera quería hacer una novela policiaca. A lo que yo aspiro ahora es a escribir una novela fácil de leer y difícil de entender. Lo contrario de estas novelas pomposas, pedantes y pretenciosas, que son difíciles de leer, y fáciles de entender, porque no dicen nada, solo banalidades.

¿Y la moda de la novela distópica, qué le parece

Yo no soy un lector de novela distópica. Si las hay buenas, me parece estupendo.

¿Qué está escribiendo ahora?

Estoy en la segunda parte de este libro, trabajando con personajes que ya existían. Es algo increíble, no lo había hecho nunca. Cuando acabo un libro, lo primero que intento es olvidarme de ese libro. En este caso, va a ser imposible.

¿Esos personajes son sus compañeros de confinamiento?

Exactamente. Están viviendo conmigo el confinamiento, y me hacen mucha compañía. Estoy feliz, porque tengo la mejor sensación que se puede tener como escritor, que es estar pisando territorio nuevo, haber entrado en una zona completamente distinta que me permite decir otras cosas, inventarme y descubrir cosas de mí mismo y de la realidad que no conocía. Esto es una bendición. Entre tú y yo, ésta va a más en lo de Cataluña.

¿Sobre lo que nos espera cuando pasemos el coronavirus, lo que nos vamos a encontrar a la vuelta de la esquina?

La literatura no es el periodismo. El periodismo habla del coronavirus cuando está ocurriendo, la literatura no es así. La literatura necesita digerir lo que ocurre. El periodismo es lo que hace Fabrizio del Dongo en La cartuja de Parma: se mete en el caos y lo que hay es ruido, polvo, gritos, caballos, pasa Napoleón… La literatura, no. La literatura, cuando se acaba la batalla, cuando se posa el polvo, cuando vemos los heridos, los muertos, empezamos a entender el significado de todo eso. Lo que va a ocurrir en Cataluña no lo sabemos, lo iremos conociendo poco a poco.

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