ENTREVISTA

Jaime Urrutia: «Más que macarras, éramos castizos. ¡Íbamos a los toros!»

El que fuera vocalista de Gabinete Caligari, mítico grupo de la Movida, repasa esos años que catapultaron a un grupo, banda sonora de toda una generación

Jaime Urrutia EFE / Fernando Alvarado

Álvaro Alonso

«¿Tú conoces a Eduardo Haro Ibars ? -habla Jaime Urrutia , alma máter de Gabinete Caligari , el mítico grupo desde los ochenta-. Si yo te contara... Yo iba al colegio de la Ciudad de los Periodistas, al San Isidro, y en mi clase estaba su hermano Eugenio. Un día me lleva a casa de su padre, Eduardo Haro Tecglen , de la revista Triunfo . Y yo entro en esa casa pudiente con doce años y veo en el salón una Playboy abierta. Sonaban los Rolling Stones . Claro, aluciné, pensé: “Esto me interesa”. Eduardo era el anarquismo total, iba a la contra. Una noche nos echaron a latigazos de un bar. No sé, hubo complicidad entre él y yo». Esta es su historia.

El encuentro con Burning fue esencial para Gabinete Caligari.

Es que Eduardo Haro era el crítico musical de Triunfo , que la llevaba su padre. Le obligaba a hacer una columna semanal de música. Y resulta que conoció a Burning. Jesús Ordovás llamó a aquello «el rollo». Como las películas esas de macarras. Pero es que en Madrid se hablaba así: «¿de qué va el rollo, colega?». Venía promocionado por los estudiantes. Recuerdo ver a la Orquesta Mondragón, a Ramoncín... Tú llegabas, y no sé cuántas pesetas costaba, pero barato. Era 1978 y veías que iba a pasar algo. Yo estaba en 2º curso de Filología. Los Burning actuaron en un colegio mayor y salieron travestidos tocando «su-per-bien». Nos hicimos amigos y nos invitaron al camerino, y un día Pepe Risi nos llevó al local donde ensayaban, en Barajas. Admiro a Pepe Risi, lo respeto y me quito el sombrero. Para mí, era el mejor, nuestro Keith Richards. Entonces, con toda esa cultura, hice mi grupo con Ferni y Edi.

Es cuando aquello del «rollo» se convierte en otra cosa.

Eso fue en 1979. De repente, algo cambió. En la televisión, comenzaron a poner vídeos, llegaba lo que venía de fuera, los punks. Y aparece Alaska y Kaka de Luxe, y como que aquí ya todo era moderno. De pronto se podía salir por las noches y había no sé cuántos bares, Era todo muy divertido.

«Estuvimos a punto de ir a Eurovisión con “Al calor del amor en un bar”»

Aparecen grupos originales, en sentido estricto: ninguno se parece al otro.

Eso fue lo bonito. En el año 80-81 yo hice la mili. Y, a la vuelta, me encuentro con que todo el mundo quiere sacar un disco. Como decían los vascos, «¡independencia!». Pues así fue: nuestro primer disco lo compartimos Parálisis Permanente y Gabinete Caligari. Somos los primeros de la Movida. Nos rebelamos contra lo que sacaban entonces, que era Perales, Julio Iglesias y toda horterada de turno.

Cuando aparece el mini elepé de «Cuatro Rosas», tocan en todas las verbenas de Madrid.

Antes, ya con la salida del primero, teníamos un mánager genial, el mismo que Alaska y Loquillo, que se llamaba Pito Cubillas, y nos conseguía conciertos en julio y agosto. ¿Sabes lo que pasaba? Que no sabíamos tocar. Yo compongo por instinto, como Carlos Berlanga. Tal para cual. Y, de repente, suena «Cuatro Rosas» y nos salen ochenta actuaciones. En 1985, resultó que compartíamos gira con Golpes Bajos. Tengo un gran recuerdo de Germán Coppini. Nos pasamos todo el verano juntos. ¿Tú sabes el orgullo que era para mí, ver en el cartel «Gabinete y Golpes Bajos»?

Gabinete Caligari Gonzalo Cruz

«Camino Soria» es como una «road movie», pero usted es más un compositor de canciones.

Camino Soria es un disco más o menos conceptual. La compañía ya, viendo el éxito, nos dijo: «Oye, chavales, queremos un elepé para diciembre. Que sea la hostia». ¿Que sea la hostia? ¿Después de Camino Soria? Y estoy de acuerdo contigo, hago canciones. Es muy difícil hacer un elepé cojonudo. Eso lo conseguimos con Camino Soria y yo con Patente de corso , mi obra maestra. Pero fue imposible en Privado , con la presión de los ejecutivos, que solo piensan en forrarse.

La chulería fue vuestra seña de identidad.

Nosotros éramos chuletas, no voy a decir que pijos, pero más o menos. ¿Entiendes? No queríamos ser rockeros, ni punkies, ni nuevaoleros. El amigo Edi era castizo. Y yo también lo era. Con el lenguaje que le habíamos escuchado a nuestros padres. Más que macarras, ¡castizos! Íbamos a los toros. Yo voy a los toros desde que tengo siete años, me llevaba mi padre, que era crítico taurino. El ambiente, ver los toros, salir de los toros, y la caña, el carajillo e invitar a una chica a los toros. Estaba de moda Antoñete. Y en los ochenta, Las Ventas se llenaba de cazadoras de cuero. Te juro que venían de Rock-Ola de resaca para ir a ver a Antoñete.

«Al calor del amor en un bar» es un pasodoble.

Esa canción la hice porque me compré una caja de ritmos, me animó Poch, de Derribos Arias. Comenzó a sonar la máquina y pensé: «Joder, esto se parece a los Doors». Como lo oyes. Se lo enseño a Ferni y Edi: «Y esto, ¿es una horterada, no?». Fíjate, y esto es cierto, que estuvimos a punto de ir a Eurovisión con esta canción. Salió en febrero de 1986. RTVE tenían tres candidatas para ese año. Querían llevarnos para demostrar que en España no solo había solistas, que había Movida y había grupos. Fue en Noruega, y si hubiera salido, no sé lo que habría pasado. Vamos, que nuestra carrera habría cambiado.

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