ARTE

Jacobo Castellano: «No intento provocar nada, sino abrir ventanas que en cabeza ajena estaban cerradas»

Hablar de este escultor jienense es hacerlo inevitablemente de su fascinación por la madera y, en especial, la de olivo, en clara referencia a sus humildes orígenes andaluces. Su obra, desde este fin de semana recala en el Patio Herreriano

El escultor Jacobo Castellano posa en su estudio con algunas de sus últimas obras al fondo P.R.R.
Patricia Romero Revuelta

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Nada más poner un pie en el estudio de Jacobo Castellano (Jaén, 1971) , uno se ve envuelto por ese halo de buen rollo y profesionalidad a partes iguales que caracterizan a este escultor. Bromista, expresivo y muy inquieto. Comienza su andadura profesional allá por el año 2000, cuando un recién licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Granada aterriza en Madrid: «Era joven y aposté». Siempre contó con el respaldo de sus padres: «Ellos me guiaron. Lo tuve claro desde los 13 o 14 años», confiesa.

Descubre su pasión por la escultura a raíz de afrontar un grave problema de salud: «Tuve la mala suerte de intoxicarme con una serie de productos tóxicos (aguarrás, barnices...) en la facultad y ahí encontré la deriva hacia la escultura. Empecé a trabajar con cosas que no oliesen. Fue una obligación». Es más, le gusta bromear diciendo que la pintura española no se ha perdido nada sin él: «Nadie echa de menos mis pinturas».

Ahondar en las miserias

Preguntado por su obra, que desde este fin de semana irrumpe en una exposición en el Museo Patio Herreriano, la define como «una búsqueda de uno mismo, mirando al pasado y a la tradición más fuerte; haciendo una revisión de los grandes clásicos; y ahondando en mis propias miserias». Nunca ha buscado otorgarle cariz social ni polémico, sino basarla en elementos escultóricos como el peso, la forma o la búsqueda de materiales. «No me creo un renovador ni un innovador de la escultura» , dice el artista. «Me baso y me reconozco en la tradición». Y es que su labor no consiste sino en revisar formas y escultores del pasado para entender lo que sucede hoy. Simplemente trata de dar continuidad a aquellos artistas que, de alguna manera, le han hecho «cambiar la manera de existir». Pese a tener un arco bastante amplio, destaca la figura de Alonso de Berruguete, Martínez Montañés, Thierry de Cordier o Mark Manders .

Echar una mirada hacia los orígenes de Jacobo Castellano conduce a un único destino: Villagordo (Jaén) . Precisamente es en este pequeño pueblo olivarero donde descubre su fascinación por la madera gracias a todos los materiales presentes en la casa de sus abuelos maternos: «Aquello fue el inicio de mi praxis escultórica y del entendimiento de materiales».

Una de las últimas obras de Castellano Galería Maisterra-Valbuena

Siempre ha trabajado con objetos impregnados en Historia y continúa haciéndolo aún hoy. «No me interesan los objetos viejos. Me interesan los objetos vividos y con cierta intensidad». Para demostrarlo, pone de ejemplo la incorporación en una de sus obras del antiguo proyector de su abuelo, dueño del primer cine del pueblo: «Yo no uso el proyector, uso lo que significó. Es decir, que en un pueblo olivarero de gente humilde y prácticamente analfabeta el cine supusiera una ventana a la cultura». No solo manipula la carga histórica y el peso de las vivencias, sino también los recuerdos de su infancia en Granada. Eso sí, «desde un punto de vista nada ñoño ni melancólico» y siempre «fuera de lo religioso».

Por la pausa y no tener prisa

Castellano, que recientemente fichó por la galería MaisterraValbuena , siempre ha sido de ir más allá, de mirar la cara B de la cinta. Y se conforma con que los espectadores de sus exposiciones haga lo mismo al irse a casa: «No intento provocar nada en el público, sino abrir ventanas que en la cabeza ajena han estado siempre cerradas».

La honestidad y la entrega son emociones que no fallan nunca en ninguna de sus obras independientemente del tamaño o la temática de estas. «En todas ellas existe una pasión y una entrega en hacer las cosas como yo creo que hay que hacerlas. Hay una honestidad que se traslada a la mía como persona», se sincera. Ninguna de sus piezas está elaborada con prisa e incluso ha renunciado a exposiciones por no llegar a tiempo: «El elemento identificador de todas ellas, más allá de los materiales, es una actitud hacia la propia profesión que, en este caso, es la pausa y el no tener prisa».

Respecto a la rutina de un artista, subraya la necesidad de acudir al estudio todos los días —un mínimo de seis horas— tenga o no contacto con los materiales, ya que muchas jornadas se basan simplemente en sentarse y reflexionar. Casado y con dos niños, asegura que «es un oficio fácil de conciliar si entiendes que, si antes dormías ocho horas, ahora solo puedes cinco».

«Hay que desmitificar esta profesión; esto es tan complicado como dedicarse a otra cosa. Somos personas normales y corrientes con los quehaceres y problemáticas de todo el mundo»

El tiempo lo saca del sueño, aunque insiste en desmitificar su profesión: «Esto es tan complicado como dedicarse a otra cosa . Los artistas somos personas normales y corrientes con los quehaceres y problemáticas de todo el mundo». Ser padre cambió tanto su ritmo como su manera de trabajo: «Aprendí a economizar el tiempo en el estudio, es decir, a quitarme de tonterías». Si hubiera echado números, quizás nunca se habría dedicado a esto. Aun así, confiesa que «se puede llegar a vivir muy bien con mucho trabajo y ese pelín de fortuna necesario en toda profesión».

Siempre que puede, trata de fomentar la buena relación entre colegas de oficio porque compartir experiencias es algo muy positivo. «Esto quizás no se observa desde fuera porque nos ven como lobos solitarios que están en su estudio », reconoce. Destacar lo mejor de la profesión es fácil; lo peor, le cuesta más: «Yo es que amo lo que hago, no le veo prácticamente nada malo», alega entre risas.

Obra de Jacobo Castellano Galería Maisterra-Valbuena

No se encasilla como artista porque el cambio y la intuición son elementos esenciales para él: «Muchas veces el acierto de una pieza se consigue tras los miles de descartes que ya se han producido» . Más que improvisar, pretende «no perderse el camino porque ofrece la posibilidad de cambiar y modular las cosas». Hasta él mismo lo reconoce: «Jamás te acabaré una pieza igual que empezó». Por otro lado, nunca ha sido de presentarse a premios y su mayor logro ha sido poder dedicarse siempre a lo que le apasiona: «Para mí, es un regalo. Bueno, no; se trata de la consecución de muchos años de trabajo».

A lo largo de su carrera reconoce haber sido muy crítico consigo mismo «a todos los niveles». Y cada vez que inaugura una exposición, su cabeza ya está pensando en la siguiente: «Yo no veo más que fallos y meteduras de pata. Casi que uno se avergüenza cuando expone». Pero asegura que, «si quieres llegar a cotas altas, desde luego que hay que ser crítico con uno mismo».

En el mundo del arte también tienen cabida las adversidades. De los momentos más difíciles de su carrera, la vez que se planteó dejarla por dificultades económicas: «Ha habido periodos en los que yo era incapaz de generar dinero. Es entonces cuando piensas dejarlo. No para siempre, pero sí durante un tiempo y siempre con la sana voluntad de volver a ello». Afortunadamente, no tuvo que tomar tal decisión.

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