LIBROS

Íñigo Redondo, el amor en la tierra baldía

El escritor bilbaíno, aunque no es primerizo en el mundo de las letras, sí que ha culminado una brillante, y opresiva, primera novela, «Todo esto existe»

Íñigo Redondo
Juan Ángel Juristo

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Hay comienzos literarios rutilantes. El de Íñigo Redondo (Bibao, 1975) es uno de ellos: arquitecto que trabaja en Madrid, antes de publicar esta su primera novela, quedó finalista en el Cert amen de Jóvenes Creadores de Madrid con un libro de poesía, Horas . Luego buceó en el género del relato con Vías de contagio e incluso con una obra de teatro , Nosotros, vosotros, ellos . Es fácil decir ante un libro como Todo esto existe que su obra anterior supone un «hacer dedos», como se dice en lenguaje musical del pianista que ensaya, pero lo cierto es que, a pesar de que esta novela posee una calidad innegable, leyendo Todo esto existe nos damos cuenta de que la calidad de este libro descansa en una obra anterior que, esta sí, podría calificarse de prometedora.

Desde luego no la novela que nos ocupa. Hay en esta narración una perfección en los diálogos digna de ser resaltada, pero lo importante en ella es el eco que produce, eco de otros libros que brillan con especial luz. Hay quien ha dicho que Todo esto existe recuerda al Cormac McCarthy de La carretera pero semejantes asertos lo único que hacen es otorgar una referencia exterior al lector, para que pueda guiarse por analogía mediante la cita de una obra referente en la literatura de hoy. También alguien se ha referido a Kobo Abe en la fijación de esa atmósfera obsesiva que parece surgir en cada página de esta novela de Redondo y la verdad es que todo ello es cierto siempre que otorguemos a esta novela su derecho a ser única en su expresión. Porque sucede que esa peculiar atmósfera data de hace mucho tiempo en la narrativa y es recurso recurrente cuando se quiere expresar el agobio. Desde Memorias del subsuelo, de Dostoievski al talante opresivo de La peste, de Albert Camus o de las novelas del citado Cormac MacCarthy podríamos referirnos de paso a Moby Dick y a esas historias que Simenon publicó a expensas de la tranquilidad que le dejaban las novelas de Maigret...

Una Ucranía devastada

Y sí, «todo esto existe» debe adscribirse a esta tradición, una tradición por cierto rara y extraña en nuestra narrativa, poco proclive a describir atmósferas opresivas. Es sabiduría narrativa del autor haber ambientado la novela en una Ucrania devastada por un accidente nuclear . En ese paisaje dos personajes solitarios, Alexéi, un director de escuela abandonado por su mujer y que ahoga sus penas en alcohol e Irina, una chica de dieciséis años, una alumna suya, que vive una situación terrorífica en su casa familiar . Se produce, entonces, ese compartir de dos soledades heridas que huyen de una realidad hostil, que les cerca. Irina pasa dos años encerrada con Alexéi para salir de allí ya mayor de edad pero esa estrategia nada cambia la opresión que es narrada con maestría de thriller. Una buena novela.

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