«La familia Forestier», dibujo de Ingres
«La familia Forestier», dibujo de Ingres
ARTE

Ingres, la imagen que fluye

El Museo del Prado ha conseguido reunir una muestra de excepcional calidad de la obra de Ingres, perfecta para entender cómo el pintor francés sirvió de eslabón entre la tradición y la modernidad

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Es esta una exposición de esas «para no perdérsela». La primera monográfica en España de Jean-Auguste D. Ingres (1780-1867), uno de los nombres más ilustres de la tradición pictórica europea, y de quien no hay obras en las colecciones públicas españolas. Un gran pintor del XIX, durante tiempo caracterizado con términos erráticos y contradictorios: de «clásico romántico» a «romántico del clasicismo», pasando por la fórmula propagandística de «la reacción antirromántica». Pero en los últimos tiempos ha ido recibiendo la atención que se merece como uno de los vínculos centrales entre tradición y modernidad. Un indicio de su importancia es la estima hacia su obra que tuvieron tanto Picasso como Duchamp y otros nombres de relieve de la vanguardia.

El Museo del Prado ha conseguido reunir un conjunto excepcional de 70 obras –42 pinturas y 28 dibujos–, todas de primera calidad. Algunos de estos últimos, provenientes del Louvre, que aporta el mayor número de préstamos y con piezas destacadísimas, habrán de ser sustituidos en un tiempo a causa de los criterios del museo sobre el cuidado de los mismos.

La exposición se completa con préstamos de otros museos e instituciones de Francia, Bélgica, Italia, Reino Unido y Estados Unidos, todos de primer rango.

Diálogo con el pasado

El esfuerzo realizado ha merecido la pena, porque permite tener una visión completa y coherente del artista, que comenzó rebelándose contra las prescripciones academicistas para, sin olvidarse de la tradición, abrirse a nuevos espacios de la mirada y la representación, prestando atención a la foto y al nuevo ámbito público que la imagen fue adquiriendo. La muestra se presenta con un itinerario cronológico, organizado en once salas en las que se entrelazan dibujos y pinturas. Este punto es central para comprender bien su proceso. En él, la pintura fluye a partir del dibujo, que ejecuta con gran maestría, dibujando, por ejemplo, cuerpos desnudos para pintarlos después vestidos no sólo con la mayor corrección anatómica, sino acentuando su fuerza expresiva. Algo que remite a Rafael y, también, aunque más lejanamente, a Leonardo. Las referencias a la Antigüedad, así como a la literatura (Dante, Ariosto) y a Italia, una de sus grandes pasiones, son una constante. Lo que impresiona en esa temática es la forma en que consigue dar nueva vida a las imágenes y relatos del pasado, que en sus obras dialogan vivos, como desde el presente, con nuestra mirada.

La muestra se organiza en un itinerario cronológico, entrelazando dibujos y pinturas, algo central para comprender su proceso

Despierta también asombro y admiración la intensidad de sus retratos. De la pompa y artificio del poder, en la exaltación de Napoleón, a la penetración en la interioridad y el carácter de un conjunto de personajes burgueses, dándoles así elevación y rango. Consumado violinista, el ritmo musical se desliza en en sus dibujos y pinturas: formas y figuras parecen estar en movimiento. De un modo destacado, en los retratos de mujeres, en muchos de los cuales juega con espejos, estableciendo un contraste entre fondo y forma por medio de la gradación lumínica y cromática. Y otro aspecto que deslumbra es la forma en que trata el desnudo femenino, dándole a los cuerpos y la carnalidad una fuerza vital que nos convierte casi en «voyeurs», abriendo una línea profusamente recorrida después por el arte. Las imágenes femeninas en el baño turco, en la liberación de Angélica por Ruggiero y, de un modo especialmente intenso, en « La gran odalisca» son ya eslabones decisivos en la representación y en la mirada, artística y pública, del presente y del tiempo que vendrá. Ingres, la imagen que fluye: dibujo, pintura, visualización, mirada.

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