LIBROS

Ken Follett en Notre-Dame

El autor de «Los pilares de la Tierra» rinde su particular homenaje a la catedral de París

El escritor galés Ken Follett

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Conste que entré en este brevísimo libro con escepticismo por aquello de que Ken Follett no es mi tipo y abusar de la lágrima fácil tampoco va mucho conmigo. Sobre Notre-Dame y su desplome tras el incendió del pasado 15 de abril se ha llorado tanto como para apagar, incluso, hasta las llamas de la pasión más mística. Y va a ser que los prejuicios son muy malos consejeros porque cogí este brevísimo trabajo del maestro del «best seller» y me lo bebí en un pispás no solo porque consta de menos de cien páginas sino porque me fue atrapando curiosidad tras curiosidad al socaire de todo lo que cuenta. Follett sabe de catedrales -he ahí «Los pilares de la Tierra» para corroborarlo- y domina al dedillo el relato bien hilado y entretenido, incluso, cuando se trata de un ensayo (homenaje) divulgativo como este.

Castillo de naipes

Todo arranca, al igual que para otros tantos espectadores, con él y su esposa sentados en su casa frente al televisor, estupefactos cuando uno de los mayores emblemas de la cristiandad se derrumba, cual castillo de naipes, devastado por las llamas de un incendio fortuito. La Historia es así muchas veces: fortuita y Notre-Dame no es la primera catedral que se volatiliza achicharrada. A Follett se le tambalearon también todos los pilares de la tierra. Recibe una llamada de su editor francés que le propone un opúsculo , cuyos beneficios de la venta, sus derechos de autor, irán destinados directamente a la campaña de reconstrucción del simbólico edificio que empezó a edificarse en 1163 sobre los cimientos de una mucho más pequeña y discreta iglesia románica y que un siglo más tarde emergió como un templo gótico de belleza inigualable; símbolo de los símbolos, lugar de peregrinaje por los siglos de los siglos, aunque los turistas de ahora nada tengan que ver con los de antes. En este punto, digamos que Follett contextualiza muy bien el pasado con el presente : la arquitectura espectáculo y sus hacedores de antaño con la de ahora. De catedrales a estadios de fútbol, de hazañas pías a mandar cohetes a la Luna...

Piedra y argamasa

París se enriqueció a manos llenas en aquella época, el tiempo fue benigno (el cambio climático también les visitó por aquellos años) después de inclemencias de lo más inclementes, familias enteras -padre, madre e hijos- se pusieron manos a la obra, cada cual conforme a sus capacidades: de levantar piedra a amasar argamasa. Sin escatimar esfuerzos, como los de Viollet-le-Duc que se adelantó en sus ensoñaciones a las de Gaudí cuando acomete la restauración de Notre-Dame en el siglo XIX, ni fantasías como las que narra Victor Hugo en su archifamosa «Nuestra señora de París» , ni delirios de grandeza como los De Gaulle, cuando quiso consagrar todo su poderío en el interior de la catedral de París. Digamos sin miedo a los prejuicios que este opúsculo de Follet «mata» una tarde fría y lluviosa, al menos un rato.

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