ARCO'20

Felix Gonzalez-Torres no es solo lo que ves

ARCO sustituye este año el espacio dedicado al país invitado por una especie de homenaje al universo de Felix Gonzalez-Torres... sin Felix Gonzalez-Torres

Detalle de una de las vallas con la obra «Es solo cuestión de tiempo» instaladas por Madrid

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No pierde actualidad la intempestividad y, como sugería Agamben , acaso esté ahí la clave del modo de ser contemporáneo. Determinar el «provecho» o «inconveniente» de la Historia supone tanto dejar atrás estrategias anticuarias, monumentales o críticas, cuanto determinar si los antídotos suprahistóricos -que para Nietzsche eran el arte, el olvido y la religión- pueden generar algún acontecimiento o experiencia en la era de la viralización aceleracionista.

Es, como reza el título de la obra de Felix Gonzalez-Torres que inspira el «concepto invitado» de ARCO'20 , «cuestión de tiempo». O -podríamos añadir- tenemos que tomarnos un tiempo para pensar qué pasa cuando aparentemente no pasa nada. Las lógicas del país invitado como marketing para captar clientes-galerías estaba más que agotada en la feria madrileña , que, en su pendiente declinante, lleva tiempo dando bandazos para reinventarse o, perdón por ser tan funesto, morir.

Desde hace más de una década, Felix Gonzalez-Torres goza de una «resurrección esplendorosa» , como si fuera el «cuerpo glorioso» de una práctica curatorial que hace tiempo que cobró conciencia de su dimensión obsolescente. Este artista cubano que experimentó la intensa diáspora, tanto territorial cuanto sexual , realizó una obra tan condensada cuanto influyente.

Retrato de Gonzalez-Torres

Desde sus incursiones fílmicas, en las que cuestionaba su identidad manipulando obsesivamente máscaras por encima de autorretratos, hasta el ejercicio de escribir y borrar la experiencia de la despedida de su madre, c ondensada en la memoria del no-lugar-aeroportuario , este creador fue descarnando su iconografía y dotándola de unas cualidades alegóricas que daban sobre todo cuenta del duelo.

Fue la pérdida de su pareja Ross Laycock el motor decisivo de su intensa tonalidad melancólica ; el sida y «sus metáforas» fueron materializados con una paradójica «sutileza contundente» por Gonzalez-Torres: bombillas, pósters apilados con imágenes de oleaje o el mero marco de un espacio vacío, circunferencias con un mínimo punto de contacto, rastros de los cuerpos en una cama deshecha, huellas del amor y de la ausencia.

El peso de la ausencia

Estas obras, literalmente agridulces, como las esquinas de caramelos con el peso de su amado-muerto, han sido releídas con furor por artistas y curadores actuales. Bastaría con recordar la muestra itinerante que organizó Elena Filipovic en 2010 en la que propuso que «interactuaran» con su «legado» artistas como Dahn Vo, Carol Bove o Tino Sehgal . Lo que concitaba tanta fascinación no era solamente la particular tergiversación del minimalismo operada por el cubano, algo que desplegó magistralmente el comisario Gerardo Mosquera en la excepcional exposición No es solo lo que ves (2000) en el MNCARS , sino también la introducción de lo afectivo y lo sentimental en el registro estético contemporáneo.

Este artista retorna como lo reprimido en una zona de la feria casi zombificada

Con todo, lo más oportuno no es dar rienda suelta a la interpretosis necro-retrospectiva sobre un artista que ha sido soberanamente «canonizado», sino tratar de pensar qué sentido tiene esta «citación» en una feria de arte contemporáneo. Manuel Segade , co-comisario junto con Masson Leaver-Yap y Alejandro Cesarco , de Es solo cuestión de tiempo , me indicaba que el trabajo de Gonzalez-Torres en su espacio en la feria «no se usa, sino que aporta una especie de filtro para comprender las posibilidades de extraer potencial significativo de la idea de influencia, ya sea hacia atrás o hacia delante en el tiempo».

Constancia de la muerte

Harold Bloom escribió en 1973 el referencial ensayo La angustia de las influencias , en el que advierte que el poeta comienza, aun cuando sea inconscientemente, rebelándose «contra la constatación de la necesidad de la muerte de una manera más intensa que los demás seres humanos». El núcleo duro, la idea fija de Felix Gonzalez-Torres está marcada por la desaparición del ser querido , y ahora da la impresión de que su singular forma de elaborar el duelo se metamorfosee en el cociente revisionista de la apofrades (o retorno de los muertos).

Si las bombillas gemelas, casi testiculares, de este artista cuestionaban el fetichismo de la mercancía o la pureza formal del Minimalismo, lo cierto es que retorna-como-lo-reprimido en una zona ferial casi zombificada . En plena epidemia del pánico, cuando la influenza omnipresente es la gripe, se re-cita a un artista que fue decisivo en la campaña para hacer visible que el silencio es igual a la muerte.

Aquella pareja de relojes, inevitablemente desincronizados, nos invita a revisar estas «lecturas afectivas» en la clave del Pierre Menard de Borges . Puede que la «determinación política» que se invoca ahora tenga mucho de anacronismo deliberado o estemos asistiendo, como con lucidez sugirió Hal Foster , al funeral por el cadáver equivocado. Nuestro estado sigue siendo de resaca y, con las influencias que nos preparan, auguramos hasta un tiempo desquiciado. Todo sea por la feria, en la que lo importante «no es sólo lo que ves».

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