El examen de los cómicos: «En España siempre hemos carecido de sentido del humor»

¿Nos reímos menos o solo de menos cosas? ¿Hay miedo al linchamiento digital? ¿Cómo son los chistes que mueren en la orilla? ¿Qué tal está nuestra libertad? Responden Javier Cansado, Borja Cobeaga, Edu Galán y Miguel Noguera

Bruno Pardo Porto , Jaime G. Mora y Vídeo: David del Río

En un tiempo de desgracias cabe preguntarse por la risa, que siempre ha sido una buena forma de tomarle el pulso a una sociedad, e incluso a un individuo: el humor, y esto lo sabían los griegos, es un asunto de salud pública. ¿Nos reímos menos, hoy, o solo es que nos reímos de menos cosas? ¿Hay miedo al señalamiento, al linchamiento digital? ¿Cómo son los chistes que mueren en la orilla? ¿Qué tal está nuestra libertad?

Edu Galán , cofundador de 'Mongolia' y ácido humorista, opina que el humor no desaparece, que solo muta. Cree que nos reímos tanto como siempre, porque no dejamos de compartir memes y virales, que son los chistes de este siglo en el que los teléfonos son cada vez más inteligentes, aunque solo se usen para unas cuantas estupideces. Lo que ocurre, eso sí, es que la risa se ha restringido: está muriendo de éxito, por así decirlo. Al salir del bar, o del escenario, el chiste puede enfermar, por viral.

«Lo que pasa es que al compartir con tantísima gente el humor se aumentan las posibilidades de liarla, de cagarla, y la gente es cada vez más conservadora. Tiene más cuidado con algunos temas, porque es un campo, el del humor, muy dado al linchamiento. No creo que hayamos perdido sentido del humor, pero sí que ha aumentado el sentido de la vergüenza y el señalamiento, que son contrarios al sentido del humor», asevera Galán.

Él, afirma, no tiene miedo, pues ha explorado los límites (y pagado multas). « Me he disfrazado de yihadista en Las Ramblas después del atentado, creo que lo del miedo lo tengo bastante aprobado . Iba por Sant Jordi disfrazado de yihadista diciento: ‘Qué bellos recuerdos’. Con esto lo he dicho todo», subraya. Y más allá, ¿cuál es el chiste por el que te ha caído un chaparrón? «No lo puedo contar, porque implica mucho humor negro. Era un chiste de humor negro y mujeres… No lo puedo contar porque soy una persona muy respetable y solo lo haría cobrando».

Por último, Galán reivindicaría a dos cómicos: George Carlin , azote de lo políticamente correcto antes de que el pacatismo fuera mainstream, y Pepe Rubianes . Borja Cobeaga , coguionista de ‘Ocho apellidos vascos’ y ‘Fe de etarras’, de la que también es director, apunta a un tercer humorista incómodo: Sánchez Polack . «Era un señor muy conservador, pero tenía el humor más salvaje y más loco del mundo. Para mí eso es la incomodidad: no entender lo que está haciendo un señor y hacerme mucha gracia. No es el canon de humorista incómodo porque no ataca al poder, pero ataca a la razón, cosa que está bastante bien también», apunta.

Cobeaga sostiene que el sentido del humor, en nuestros días, anda igual que ayer y anteayer: es un bien escaso, por naturaleza: «Se mitifica demasiado el pasado. Cuando se emite 'La vida de Brian' por la tele siempre se dice que ya no se pueden hacer películas sobre eso, o que tendrían más problemas si la hicieran ahora. Pero solo hay que hacer un poco de memoria para recordar los problemas de censura que tuvo esa película. La capacidad de rasgarse las vestiduras no es una novedad en la sociedad española o mundial, sino que viene de largo».

Lo que nos falta como especie, apostilla, es autocrítica: « Hoy nos reímos mucho, hay mucha burla al otro, pero hay poca burla hacia uno mismo o al que piensa como yo ; siempre nos burlamos de aquel que piensa lo contrario. Se mantiene eso a lo largo de siglos». Al miedo al linchamiento, Cobeaga lo llama sensatez, sentido común: que a uno le preocupen las repercusiones de lo que hace o dice es lo normal. «A veces no todo vale, y hay chistes de los que tiempo después no te sientes orgulloso. Yo sí me he censurado, pero nunca me he arrepentido por dejar un chiste en la recámara», confiesa.

Con todo, su peor experiencia en el oficio no tuvo que ver con una obra suya, sino con la publicidad, porque el escarnio es caprichoso. «Lo más fuerte que he vivido fue cuando se anunciaba el estreno de Netflix de 'Fe de etarras', e hicieron un cartel para el Festival de San Sebastián… Incluso el ministro de Interior del momento pidió la retirada del cartel. La película era mucho más blanca de lo esperado, y se estrenó y no pasó realmente nada: le cayó más el chaparrón al anuncio que a mí».

Javier Cansado dice que él y Faemino, con quien forma un dúo cómico desde hace cuatro décadas, son ya demasiado mayores y les da igual todo, pero sí es cierto que «ahora hay que guardarse mucho la ropa». Es aquello de lo políticamente correcto. «Hay una serie de temas que sí crean problemas –se refiere a los que afectan a colectivos como el LGTBI o los inmigrantes–. Yo me estoy yendo ya de la profesión, pero hay que tener mucho cuidado porque si te estigmatizan... Puedes meterte con un gordo por ser gordo, no pasa nada, pero no puedes hacerlo con una mujer. Y si vas a usar la obesidad, di gordo, no digas gorda . Estos detalles van marcando un sendero peligroso. Si quieres decir gorda, dilo, qué más da».

Piensa Cansado, también colaborador de programas como 'Ilustres ignorantes' o 'Todopoderosos' , que profesionalmente el humor no había estado en España a un nivel tan alto como ahora, y que igualmente el nivel del espectador español ha progresado mucho. «Un ejemplo: cuando Faemino y yo empezábamos, en los ochenta, la gente se quedaba atónita con cualquier comentario subido de tono o con alusiones naif al Rey. Aquello le distanciaba. Hoy admite la provocación y una serie de contenidos sofisticados que antes eran más difíciles. El público ha mejorado mucho, pero claro, el sentido del humor, cuando algo les afecta… ahí ya no nos reímos tanto. Siempre hemos carecido de sentido del humor en España. Los españoles nos sobrevaloramos a nosotros mismos en este aspecto».

A juicio de Cansado, «el nivel de susceptibilidad ha llegado a tal extremo que hay personas que se ven concernidas por temas que no tienen mayor importancia». Y la importancia que tienen, añade, «es porque ellos las resaltan: si las dejaran pasar no ocurriría nada». Quien sí se atreve a transgredir esos límites, en su opinión, es Ignatius Farray : «Es incomodante. Lleva el espectáculo a un punto de provocación genial. También reivindico a Miguel Noguera ».

Iniciado en pequeños escenarios, Miguel Noguera es un innovador en el campo del monólogo. Con su ‘Ultrashow’ ha abierto estos últimos años nuevos caminos con una propuesta que combina reflexiones que van de lo poético a lo surrealista. Su único límite es la vergüenza: «Es lo único que he aprendido con la edad». Y aunque ha plasmado sus ocurrencias en varios libros con Blackie Books , ni siquiera se considera humorista.

«El sentido del humor no es una propiedad mesurable en términos absolutos, como podría serlo la agudeza visual o la fuerza física –reflexiona–. Creo que el sentido del humor es más bien un código comunicativo, una manera de identificar a un potencial aliado, enemigo o ente neutral. El sentido del humor puede, o no, transformarse».

No es que hayamos perdido el sentido del humor, sino que el humor, como todo en las sociedades, cambia. «Puedo hablar de mí mismo. Afortunadamente hay cosas de las que antes me reía y hoy no me río, claro. Los gays, por ejemplo. De niño me burlaba de los gays. Bueno, yo y muchos de los que no éramos gays nos reíamos de ellos. En fin, la banalidad del mal. Nunca he sido muy empático, la verdad. Soy bastante cobarde e insensible: un cínico. Supongo que, en parte, por eso soy humorista ».

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