ARTE

Censura, que algo queda

La propuesta «¿De qué tenemos miedo?», en El Instante Fundación de Madrid, convierte un ejercicio de autocensura en un proyecto que reflexiona sobre los límites de la (mala) conciencia y de la creación artística

Detalle del montaje de «¿De qué tenemos miedo?»

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Aunque resulte paradójico, un proyecto expositivo que tenía que analizar la censura en el arte acaba sufriendo la censura en sus propios planteamientos y termina mostrando sus resultados desde la autocensura por miedo a que se tomen represalias. Se trata de ¿De qué tenemos miedo? , en origen, una muestra con parte de los fondos artísticos de la colección Censored Art que hace de la necesidad virtud y transforma la ausencia de los mismos en una especie de nueva obra desde la que reflexionar sobre aquello que se criticaba, sufrido ahora en sus propias carnes .

Porque lo que el espectador encuentra cuando entra en la diáfana nave en la que tiene su sede en Madrid El Instante Fundación son grandes titulares de prensa que hacen alusión a obras de arte contemporáneo que han sufrido las represalias de la censura, pero que el visitante, una vez más, no puede llegar a ver . Son un total de diez, desde los que hemos de realizar el ejercicio conceptual de «visibilizar» en nuestra mente los trabajos a los que se refieren.

Cómo hemos llegado hasta aquí

Todo cobra aún más sentido rebobinando en el tiempo y descubriendo cómo se ha llegado hasta aquí: una historia fascinante en la que la víctima se convierte en (supuesto) verdugo, y el miedo (que campa a sus anchas desde el mismo título) se impone y genera un nuevo ejercicio censor.

Porque, ¿De qúe tenemos miedo? posiblemente no tendría ni que haberse titulado así. Lo que estas semanas, coincidiendo con ARCO , tendría que haberse mostrado en Madrid era una selección de los fondos de la colección Censored Art –propiedad de Tatxo Benet y con ya más de 150 piezas que en algún momento experimentaron cierto tipo de censura o ataque a la libertad de expresión que representan –, configurada en menos de dos años y cuyo detonante, precisamente, fue la adquisición de Presos políticos de la España contemporánea , de Santiago Sierra , aquel conjunto fotográfico que tildaba de tales (aunque siempre debería primar la presunción de inocencia) a los «jordis» y al líder de Esquerra del extenuante procés , y que dio pie a una desafortunada «orden de desalojo» de las piezas del estand de Helga de Alvear por los responsables de Ifema en la edición de 2019.

Proyección de la declaración de intenciones de la exposición A. M.

Dicen que el asesino siempre vuelve al lugar del crimen y, por ello, posiblemente los responsables de Censored Art, que definen su conjunto artístico como «un espacio de tolerancia» , que siempre han querido mostrar su colección en Madrid, debieron considerar una buena idea mostrar de nuevo sus fondos, ahora engrosados, en la capital, coincidiendo con una nueva edición de la feria dirigida por Maribel López , escenario en el que se produjo en Madrid la primera adquisición. Es entonces cuando El Instante Fundación se ofrece a ser la sede de la cita, y a implicarse en ella , proponiendo además una serie de mesas redondas que versarían sobre la censura, no sólo en el arte sino también en el ámbito digital.

Iglesia, sexo, política son siempre ingredientes perfectos para asegurarse un cócktail bien explosivo. Y de algo debemos tener miedo –acertado título– porque ninguna de estas propuestas regresa a Madrid

El primer tropiezo llegó –siempre según la versión de El Instante– ya no solo con la pandemia, sino con la decisión de Censored Art de entrar primero en La Panera de Lérida (eso ocurrió con Censored en septiembre de 2020), lo que retrasaría la llegada a Madrid. Cuando se retoman las conversaciones para coincidir ya con ARCO 2021 (cuyas fechas aún se barajaban en febrero de este año) es cuando se fija el contenido de las mesas pero se decide también reducir el número de obras que desembarcarían en Madrid, que meses después se volvió a aumentar.

Pero es en diciembre cuando se precipita todo y el proyecto da tal vuelco que casi desaparece. Según los responsables de El Instante, Censored Art vuelve a reducir tanto el listado de obras prestadas que edulcora el sentido de la propuesta , ya que quedarían fuera capítulos capitales en España como la mencionada obra de Sierra, o las que supusieron problemas legales y comparecencia ante un juez de Abel Azcona ( Pederastia ) o Eugenio Merino ( Always Franco ), junto a otras de Colectivo de Mujeres Públicas o el episodio de agresión más reciente, el de Con flores a María , de Charo Corrales , en 2019. El principio de acuerdo queda roto definitivamente cuando –narran los de El Instante– la institución madrileña anuncia la imposibilidad de asumir los gastos de producción que pretendía la colección.

La traca final

Y es ahora cuando llega lo mejor: Desde la instancia dirigida por Cristina Pons consideran que lo sucedido es provocado; un intento de evitar un tiro por la culata; un ejercicio de autocensura para que la muestra madrileña no coincidiera en fechas con las últimas elecciones catalanas , tal y como se puede leer en la declaración de intenciones que se proyecta en la pared a la entrada del espacio. Sin embargo, la fundación madrileña decide seguir adelante con el proyecto... Aunque fuera sin obras. Fotocopias de las mismas las sustituirían, manteniendo los titulares de prensa que resumieran las acciones legales ejecutadas contra ellas. Ahora bien, el miedo a las represalias , el hecho de no contar con los derechos de esas imágenes, provocan un nuevo ejercicio de autocensura, esta vez por parte de El Instante.

Ahora bien, como toda buena historia, sobre todo aquellas que levantan ampollas, hay una segunda versión de los hechos. Es la que propone Censored Art, para los que fueron tres las razones principales por las que su colaboración en Madrid no pudo llegar a buen puerto: la transformación del formato de forma inesperada (esto iba a ser solo un ciclo de charlas); el contexto pandémico (que Benet sufrió y además de forma agravada en sus propias carnes) y el coste del asunto (que se iba de las manos).

Censored Art es una colección consciente de que sus contenidos son «incómodos» y que poder mostrarlos de forma permanente ayudará a generar debate y rebajar tensiones

Fuentes de la firma catalana indican que, en estos momentos, todos sus esfuerzos se centran en buscarle una sede a su conjunto artístico (algo sobre lo que esperan darnos buenas noticias en breve). Si Censored se celebró en otoño en La Panera es porque Txato Benet es de Lérida y su directora, Celia del Diego , se mostró más receptiva a mostrar este conjunto todavía nómada que duerme en un almacén en Barcelona. Cuadraron los tiempos .

Eso no impidió a que fueran receptivos a escuchar la propuesta de El Instante de trabajar juntos, lo que, hasta la expo de Lérida ( momento en el que empiezan las conversaciones y no antes , según Censored Art), se basaba en el mencionado programa de charlas en torno a la censura artística y en las redes. Sin embargo, esta semilla se transforma después en el deseo de la institución madrileña de generar una exposición con los fondos de Censored Art, algo a lo que se termina poniendo freno dada la envergadura que estaba tomando todo: la colección catalana no se oponía a prestar algunas piezas, pero no iban a ser las de mayor envergadura, ni las que más costes supusieran, en un momento en el que además se pretendía contener gastos y concentrar energías en el desarrollo de su propia sede.

¿Cuál es en definitiva el resultado final que se encuentra el espectador? Una sala vacía. Dos paredes inmensas acompañadas de extractos de noticias. Un espacio en blanco entre cada titular –descomunales en su tamaño– y la cartela de cada obra, en el que un folio en blanco deja patente su ausencia y todas las capas de censura aplicadas sobre las mismas, las que provocaron su adquisición por Censored Art y las que han asumido, a tenor de los acontecimientos, en los últimos meses. En conjunto, una instalación, una obra en sí que advierte de lo sencillo que es ejercer la censura en una sociedad democrática. Y lo que es mucho peor y más silencioso: la complacencia de la autocensura.

El recorrido, en la que el vacío de la sala cobra otro significado , nos reencuentra con diez vergonzosos capítulos en los que se intentó coartar la libertad de expresión, a veces por instancias políticas, en otras ocasiones por parte de particulares. Salen al paso viejos conocidos como los mencionados Abel Azcona o Eugenio Merino; capítulos internacionales como el ataque homófobo a La Revolución , lienzo de Fabián Cháirez , en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México, o a las infamias a las fotografías de Andrés Serrano ( Christ Piss ) en la «revolucionaria» Francia; la famosa Cajita de fósforos de Mujeres Públicas que casi incendian el Museo Reina Sofía y la muestra Un saber realmente útil en 2014; la escultura de Inés Doujak de La bestia y el soberano que acabó con comisarios y director del museo fuera del MACBA en capítulos coleccionables...

Iglesia, sexo, política son siempre ingredientes perfectos para asegurarse un buen cócktail explosivo. Y de algo debemos tener miedo –acertado título– porque ninguna de estas propuestas regresa a Madrid. Y algo estamos haciendo mal cuando el censurado censura o el que pretende denunciar la censura se autocensura. Ni siquiera estas líneas están libres de culpa . De justicia poética es que la propuesta acabara en los fondos de Censored Art, una colección que es consciente de que sus contenidos son «incómodos » y que cuando pueda mostrarlos de forma permanente ayudará a generar debate y rebajar tensiones . Porque mucho se ha hablado y escrito sobre las ideas políticas de su propietario y fácil es politizar estas cuestiones. La colección no se niega (y admite tener ganas) de mostrar sus contenidos en Madrid. Pero esa será otra historia. Esperemos que sin censuras...

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