EPISODIOS PERDIDOS

«Bandersnatch»: dioses y ratones en el laberinto

El capítulo interactivo de «Black mirror» es revolucionario y retro a la vez, además de un test gratuito de inteligencia tramado por Charlie Brooker

Fionn Whitehead, maleable protagonista de «Bandersnatch»
Federico Marín Bellón

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Solo un ser omnipotente y aburrido de sus criaturas podría ver todas las series con las que estas alivian sus miserables realidades. En su último periodo de ocio, los pequeños mamíferos han debatido con especial interés el estreno, justo el día de los Inocentes, del episodio interactivo de Black mirror . Charlie Brooker , pequeño dios creador de Bandersnatch y antiguo periodista de videojuegos, rinde homenaje a las aventuras gráficas en las que el jugador podía tomar ciertas decisiones sobre la trama. Ha sido lo más revolucionario, aunque no sea nuevo.

Lo más llamativo (y superfluo) es la polémica desatada a propósito de un solo capítulo en Netflix. Un cineasta como Álex de la Iglesia ha recibido el invento con los brazos abiertos, mientras desde las alcantarillas asomaban garras hostiles que le recordaban, como si no lo supieran él o Brooker, que los videojuegos se adelantaron hace décadas. Sería interesante saber, como curiosidad estadística, cuántos odiadores conocen Rayuela , novela en la que Julio Cortázar ofrecía ya en 1963 varias trayectorias de lectura.

Ruido aparte, la estructura autorreferencial de Bandersnatch puede ser apasionante. Inspirado en un videojuego frustrado que se basa a su vez en una novela del tipo «elige tu propia aventura» , Brooker retrata a un muchacho que decide crear su propio juego interactivo. El espectador decide por tanto el futuro (o los cereales) del protagonista, en un juego de muñecas rusas bien talladas y necesariamente tramposas, con sus metalecturas y los habituales guiños por el camino.

El número real de opciones es limitado - Interstellar dejó claro que ni siquiera en Netflix caben todas las opciones vitales de un «servívoro»-, pero la trama se reconduce con astucia y la oportuna ayuda de vías muertas, desvíos y algún pequeño atajo. Es posible que un paseante remolón acabe harto de explorar tantos caminos y desee con impaciencia alcanzar los títulos de crédito . Parece que la madeja completa mide algo más de cinco horas sobre la mesa virtual de montaje. Con perdón por la digresión, esto me recuerda un chiste: si agarras la piel de un hombre y la extiendes sobre la mesa… lo más probable es que acabes en la cárcel.

Técnicamente, la experiencia es sobresaliente , de una fluidez que sorprende, aunque el invento no es apto para televisores obsoletos y requiere cierta «inteligencia» o una caja menos tonta. En su defecto, sirve la tableta o el ordenador , si no son demasiado antiguos. Al escribir el guion, de hecho, la pregunta no era si habría dinero para rodarlo, sino si los ingenieros darían el visto bueno. Esto es quizá lo más futurista de todo.

Como todo producto pionero, es mejorable, pero sería injusto no reconocer sus enormes virtudes. Brooker vincula al espectador emocionalmente con su avatar , algo más difícil en los videojuegos. Produce incluso ternura el momento en el que el protagonista siente que alguien controla su vida.

«Cóndor»

Del millar de estrenos de 2018, faltaba por mencionar una serie que tampoco es del todo original. Cóndor (Calle 13) es una magnífica revisión Los tres días del Cóndor , película basada en la novela Los seis días del Cóndor , de James Grady. La narración no puede ser más clásica y quizá por eso funciona como un reloj . Se desvía lo justo de sus referentes y se sigue con adicción.

La trama bebe de dos subgéneros: el del fugitivo y el de la conspiración, que a menudo van unidos. Un joven e idealista agente de la CIA, Max Irons (hijo de Jeremy) sobrevive de milagro a una oscura operación y huye mientras trata de demostrar su inocencia. En la película de Sydney Pollack y Robert Redford , uno de los amos de las cloacas pregunta cómo es posible que un chupatintas se escape de los agentes mejor preparados y alguien responde: «Porque lee». Este protagonista no es tan intelectual, pero su engañoso triunfo vuelve a ser el de la inteligencia frente a la fuerza.

Cóndor no tiene pretensiones metafísicas, pero sí un reparto de primera, con William Hurt, Mira Sorvino, Bob Balaban y un grupo excelente de jóvenes intérpretes. Destacan dos chicas, además de Irons, la inocente Katherine Cunningham y la letal Leem Lubany . La intriga es verosímil y sus guiones no flojean ni cuando se precipitan hacia el desenlace. Es de esas series que, una vez empezadas, es difícil dejar de ver. Habrá segunda temporada.

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