ARTE

Atrapados por Serrano Rivas

Leonor Serrano Rivas conquista el cordobés C3A con sus objetos tridimensionales que dan pie a coreografías con el espectador

Una de las instalaciones de «Atrapados en el sueño»

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La noción de sueño que reza en el título de esta cita de Leonor Serrano Rivas (Málaga, 1989) nos envuelve en las complejas salas del C3A. Su propuesta sale victoriosa de su encuentro con tan hostil marco. No son muchas las celebradas aquí que obtengan este resultado sin «anular» el espacio . En su caso, en las dos primeras estancias, a pesar de la escasísima luz, o por ello, sus ensamblajes de vidrio y metal se revisten de misterio y enigma. Tal vez, el carácter constructivo de éstos genere una comunión con el espacio arquitectónico, absolutamente despojado y desabrido.

El conjunto de piezas escultóricas o volumétricas, articuladas en algunos casos como instalaciones y como instalaciones ambientales, además de los vídeos, traslada con rotundidad los presupuestos con los que la creadora lleva trabajando desde hace años: el cruce entre la acción (lo performativo), lo escénico (el lugar donde se da la acción y donde se desarrolla la exposición) y los resultados o residuos de la acción , devenida objetos o bien movimientos y sonidos registrados en vídeo. Serrano evidencia cómo el gesto o el movimiento describen una forma, alumbran una imagen o generan un objeto. Existe también una mirada al proceso . Las piezas de vidrio soplado se convierten en metafórica materialización de ello. Esas formas vítreas no acaban siendo el fin, sino que se constituyen en medio para generar una escenografía, que transforma el espacio expositivo en función al uso de la luz que se tamiza y colorea a través de ellas ; también se convierten en detonantes, al ser movidas recomponiéndose y rozadas contra el suelo, de registros visuales y sonoros.

Filo y curva

Sus estructuras concilian la dureza del filo y lo cortante del metal y el vidrio junto a lo grácil y orgánico del arabesco y la curva . Serrano pone en juego los sentidos, creando una atmósfera en la que irremisiblemente nos sumergimos y cuyos juegos formales y sinestésicos son hipnóticos. Cuesta abandonar la atmósfera onírica y enigmática que la artista ha sabido construir . Cuesta dejar de sentirse atraído por los objetos, de orbitar en torno a ellos descubriendo cómo se transforman y revelan pormenores y formas inadvertidas merced a nuestro movimiento; o cómo entre ellos se establece un vínculo. Para la artista, el movimiento del espectador es esencial . Justamente por ello, cuesta mucho también dejar de ser «cuerpo de baile» de esta suerte de coreografía inconsciente de la que participamos, de ese deambular en pos de establecer relaciones entre los objetos.

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