LIBROS

Arturo Pérez-Reverte: «Tengo una visión amarga de España por las muchas ocasiones perdidas»

Ha dejado por un momento al personaje de Falcó, protagonista de sus últimas novelas, para publicar «Una Historia de España». Una recopilación de artículos en los que repasa nuestro pasado, con sus venturas y desventuras

El escritor y académico de la RAE Arturo Pérez-Reverte, durante la entrevista que concedió a ABC Cultural @Jeosm

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Con Arturo Pérez-Reverte sobran las presentaciones. Aquello tan español de «genio y figura» le calza tan bien como el sombrero de ala bien ancha que luce y se distingue a los lejos según baja por la calle. Hemos quedado en el Hotel Palace de Madrid y nos encontramos en su entrada, que no es de puertas giratorias. Nos sentamos a charlar en uno de sus rincones favoritos, cerca de una foto que le retrata en blanco y negro.

¿Considera que la Historia de España ha sido mal contada?

Ha estado muy bien contada por muchísimos historiadores: Menéndez Pidal… Lo que ocurre es que en este momento está siendo olvidada, los que la cuentan están siendo marginados. Ha desaparecido de los planes de educación y se sustituye por esta especie de papilla escolar de baja intensidad, muy neutra, muy poco profunda, que ni siquiera estimula a los chicos a interesarse por ella...

Con este libro da la sensación, también, de que ha querido calmar o contestar ciertas inquietudes personales.

Lo que quería era reflexionar. Yo tengo una visión amarga de España. Siempre digo que quien ha leído la Historia de España no puede ser complaciente. Es una historia muy triste, de ocasiones perdidas.

¿Le duele España como a tantos otros a lo largo de los siglos?

Yo tengo una edad suficiente, 62 años, y una vida lo bastante variada para intentar decir cómo veo a los españoles: por qué somos como somos, qué nos ha traído hasta aquí, cuál es el común denominador, sacar una especie de patrones, a ver si es que estoy equivocado en esta percepción que tengo de España o si realmente es así.

«En Cataluña hay novelistas, intelectuales con la boca cerrada para no tener problemas con su clientela»

¿Cree que no tenemos remedio?

Remedio hay, lo que pasa es que no aplicamos el remedio. España es un país que paga precios muy altos por una historia muy compleja. Pueblos, lenguas, incluso naciones, en un lugar donde nunca llegan a encajar unas con otras del todo. Una mala suerte geográfica que nos ha puesto en el camino de un montón de invasiones que nos han trastornado también mucho: nos han enriquecido y nos han complicado. Ocho siglos de lucha contra el moro, y del moro contra el cristiano, que configura una actitud «intelectual» de nosotros y ellos, de enemigo, de «conviértete o te mataré», de confrontación. Es evidente que hay una ósmosis y que ha habido un enriquecimiento mutuo, eso es verdad, como pasa con todos los enemigos que están cerca. Eso fue antes de la Inquisición, cuando ésta llega crea es un sistema de delación y sospecha muy parecido al islam.

En el libro carga mucho contra la Iglesia, a la que considera casi el origen de todos nuestros males.

La Iglesia católica es una sucesión de errores históricos, pero ojo, reconociendo que la labor de los monasterios y los conventos fue importantísima en España y en Europa. Occidente se hizo con Grecia, con Roma, con el islam que nos roza, y con la Iglesia católica. Lo que pasa es que en España la Iglesia católica evoluciona hacia posiciones muy próximas al poder, además muy conservadoras, con lo cual cierra mucho el paso al progreso en un caso clarísimo que es la Ilustración. Y, además, está susurrándole al rey: «Cuidado con ese…». No puedo perdonarle a la Iglesia que todavía en mi libro escolar, en el año 58, se dijera: «Las perniciosas doctrinas liberales y los judíos, esa raza que con sus crímenes y vilezas…». Firmaba el libro el obispo de Zaragoza.

Al final, lo que retrata en el libro es una gran mediocridad que nos ha caracterizado por los siglos de los siglos.

No somos mediocres, no. Nos obligan a ser mediocres. Por razones geopolíticas, como los italianos, somos una raza superior. Los italianos, los portugueses, los españoles, los mediterráneos, somos superiores, sin duda. Yo sí creo en la raza, en la raza mediterránea. Platón, Aristóteles... Todo eso genera una riqueza y una potencia intelectual extraordinaria. Somos más brillantes que un anglosajón o un alemán. pero no nos permiten serlo. Tenemos una especie de gran garrote imaginario que, cuando somos brillantes, nos machaca. Entonces, esa mediocridad a la que estamos condenados es justamente lo triste. Porque si un pueblo es mediocre, tiene lo que se merece, pero es que no somos así. Y eso es lo que me atormenta.

«En las sociedades evolucionadas, los símbolos, como la bandera, siguen siendo importantes»

Como se dice, esto es el cuento de nunca acabar.

No fue lo mismo en Roma que ahora, ni en la Edad Media, pero hay constantes históricas españolas, y es muy triste comprobarlo. Esa capacidad de demoler es lo que no nos permite levantar la cabeza.

¿Cómo explica que al final siempre sea esa masa mediocre la que se lleva el gato al agua, la que sobrevive?

Ortega lo decía: «La rebelión sentimental de las masas, el odio a los mejores, la escasez de estos… He ahí la razón verdadera del gran fracaso hispánico». Estoy de acuerdo con buena parte de esa afirmación.

«Cervantes nos muestra lo mejor: la melancolía, la dignidad, el honor, el valor, la decencia...»

¿Y no hay manera de revertir esta especie de maldición?

No tengo esperanza, no creo que haya un cambio, porque el único cambio posible en España pasa por inversión en educación y cultura, y esa batalla la hemos perdido. ¿Y cómo se revierte? ¿Cómo cambias todo un sistema clientelar del que se beneficia muchísima gente que no está dispuesta a cambiarlo? ¿Usted sabe la de gente que vive de esa fragmentación y de esas taifas culturales, políticas, económicas, sociales…? Ese tinglado, esa fragmentación clientelar, nadie va a renunciar a ella, porque todo el mundo vive de ella, o buena parte. Entonces, eso no tiene vuelta atrás. Hemos perdido en educación y cultura, y los culpables son los gobiernos. Se hizo mal en la Transición, se hizo muy mal. La Transición no garantizó en absoluto una educación común, un territorio de solidaridad común que se crea en los colegios, en las escuelas, «jugando» con la historia común.

¿La culpa es de los políticos?

Fíjese en cómo termina la Primera República, la Restauración, la Segunda República, la Transición mire cómo está ahora… ¿La culpa es de los políticos? No, es que los políticos salen de nosotros. Somos nosotros quienes los votamos. No son marcianos ni paracaidistas, nosotros los generamos... Sí que nos representan.

Déme algún nombre del pasado que piense que podría gestionar nuestro presente.

Esta realidad es ingestionable. Lo que pienso es en personajes que podrían denunciarla: Quevedo. Se pondría las botas. Perdí la esperanza. Lo siento mucho, pero no puedo obligarme a tener una fe que me han ido arrancando.

¿No le viene a la memoria algún intelectual más cercano en el tiempo?

Uno de los grandes pecados de los intelectuales ha sido el silencio cobarde que se ha mantenido durante tantísimo tiempo. Muy poca gente ha estado diciendo lo que iba a venir. Han estado congraciándose con el poder, con los lectores... Y hay intelectuales que están todavía callados. En Cataluña hay novelistas, intelectuales con la boca cerrada para no tener problemas con su clientela.

«los políticos salen de nosotros. Nosotros los votamos. No son marcianos ni paracaidistas»

¿Cuatro momentos fundamentales de nuestra historia?

La colonización romana, la ósmosis con el islam, la conquista de América y la eclosión de lo que fue el Imperio español. Y otro momento fundamental es la Ilustración, cuando España empieza por fin a sacar la cabeza del agujero. Y después la Transición. También la Segunda República que es una ocasión perdida… La República no se la carga Franco, la destruimos entre todos los españoles.

Le han salido más de cuatro. ¿Y cuatro personajes?

Chaves Nogales es una figura muy interesante, porque permite explicar esa España que no comparte el extremismo de unos ni de otros, y que es víctima tanto de unos como de otros. La gente es idiota porque confunde ecuanimidad con equidistancia. Luego hay un personaje que me enternece mucho, porque su tragedia es muy española: El empecinado, derrotado por los franceses, aplaudido por el pueblo, y cuando cae, el mismo pueblo lo insulta… Eso es muy español, que los que te aplauden ahora te insulten mañana o al revés. Luego, para mí hay dos figuras intelectuales que resumen lo español mejor que nadie. Una es el citado Quevedo, porque esa amarga y sarcástica lucidez es una especie de radiografía que desnuda lo español: envidia, mala fe, vileza, la inquina… El otro es Cervantes, que nos muestra lo mejor: la melancolía, la dignidad, el honor, el valor, la decencia, el coraje sin alharacas, la coherencia, la bondad.

Añádale al cóctel del carácter español unas gotas de...

De los franceses me quedaría con su orgullo republicano, con esa bandera francesa en los colegios.... De los italianos cogería su arte de arrangiarsi, esa sabia manera que tienen, secular también, de vivir. Así están, en el caos pero funcionando mejor que nosotros. De los ingleses, su tenacidad a la hora de pelear. No me refiero a luchar en guerras. Luego, su orgullo.

¿La bandera y otros símbolos, de verdad, son tan importantes?

En las sociedades evolucionadas los símbolos siguen siendo importantes. I nteligentemente manejados funcionan. El problema está en que en España no han sabido generar símbolos... Que en un estadio de fútbol, después de un atentado, la gente cante la Marsellesa no es un acto patriotero, es una señal muy evidente de todavía hay mecanismos, «cementos», que funcionan.

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