2020, por Stephen King

Estoy convencida de que el grande entre los grandes Stephen King nunca recibirá el premio Nobel de Literatura (ni ningún otro galardón que se le asemeje en prestigio o renombre) porque no cuadra con ese elitismo trasnochado de la autodenominada cultura con mayúsculas. He sido miembro de algunos jurados de alto voltaje donde sólo mencionar su nombre como candidato hace que se fundan los plomos de la sala y se le erice el pelo a más de uno de mis colegas. Claro, míster King ha vendido 350 millones de copias de sus libros (según reza en la Wikipedia) y eso no viste demasiado bien en una gala de ringorrango cultural. Da igual que el dress-code exija una académica pajarita o que permita lucir los faldones de la camisa por fuera de los pantalones vaqueros. Stephen King, por mor de esa etiqueta de superventas, deviene en un apestado entre los de fino y remilgado olfato ; entre los progres de antaño y entre los gafapastas de ahora en adelante. Por los siglos de los siglos.

Y eso que escuché hace ya algún tiempo a un crítico cualificado, que ha leído lo que está y lo que no está en los escritos, etiquetarlo como el « Dickens del siglo XXI». No andaba desacertado en lanzar las campanas al vuelo de esa manera porque el clásico británico, de cuyo fallecimiento se ha cumplido este año el 150 aniversario , tenía una legión de lectores que, haciendo cálculos, en la actualidad equivaldría a millones y millones de personas enganchadas a sus historias de ricos y pobres. Pero, miren ustedes lo que les digo sin ánimo de escandalizar al respetable, Stephen King nos ha dejado obras redondas o maestras en el género del terror . La más redonda de todas la protagonizamos ahora en primera y terrorífica persona. Hace unos días vi en el escaparate de una tienda una camiseta en la que leí estampada la siguiente frase: «2020. Written by Stephen King» (traducción: «2020, escrito por Stephen King») . Brillante, míster King, porque el terror sigue entre nosotros, y la camiseta que le rinde todos los honores, no digamos.