Instantáneas del álbum fotográfico de la nobel Wislawa Szymborska, cuya biografía relata «Trastos, recuerdos»
Instantáneas del álbum fotográfico de la nobel Wislawa Szymborska, cuya biografía relata «Trastos, recuerdos»
libros

«Trastos, recuerdos», biografía de la discreta Wislawa Szymborska

«Confesarse públicamente es como perder tu propia alma». Estas palabras de la Nobel Wislawa Szymborska resumen la discreción que presidió su vida. Toda ella cabe en «Trastos, recuerdos»

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Fue una maestra indiscutible en un tipo de poesía sistemáticamente alejada de las Grandes Verdades. Una poesía engañosamente simple, modesta, irónica, de cotidiana y frágil levedad. En libros maravillosos como Instante (Igitur, 2004), Aquí (Bartleby, 2009) o Poesía no completa (FCE, 2002), la Premio Nobel de Literatura de 1996, Wislawa Szymborska, prefirió siempre decantarse por la interrogación y el asombro antes que por la afirmación o los arrebatos retóricos.

Nacida en el seno de una familia burguesa en 1923, en Kórnik, desde los seis años y hasta su fallecimiento, en 2012, Szymborska vivió en Cracovia. Ahora, una excelente biografía – Trastos, recuerdos–, escrita por dos conocidas autoras y periodistas polacas, Anna Bikont (ganadora del Premio del Libro Europeo 2002 por Nosotros los de Jedwabne) y Joanna Szczesna, nos acerca a esta escurridiza y discreta poeta que rehuyó durante toda su vida cualquier tipo de sobreexposición pública.

Woody Allen sobre Szymborska: «Su sentido del humor supera al mío»

«Confesarse públicamente es como perder tu propia alma», afirmaba. Es de agradecer, pues, que para penetrar en la biografía y obra de alguien tan reacio a mostrarse, se haya respetado ese deseo y ese espíritu al máximo, eludiendo minucias morbosas e inútiles chismorreos.

Su delicado sentido del humor, su agudeza y su penetrante inteligencia recorren las páginas de este libro fascinante. Woody Allen, gran admirador suyo, dijo de ella: «Leo y releo todo lo que ha escrito. Me consideran un hombre con sentido del humor, pero el suyo supera al mío».

Miembro del partido comunista, como muchos jóvenes intelectuales de Polonia tras acabar la guerra mundial, sus dos primeros libros seguirían la ideología oficial y las reglas estéticas del realismo socialista. Una adhesión de los primeros años, en los que llegó a firmar poemas sobre Lenin o Stalin (una exigencia, por otra parte, para todo aquel que quisiera seguir publicando o trabajando en revistas), que más tarde, incluso en el momento feliz de la concesión del Nobel, pasado casi medio siglo, le fue miserablemente recordado por algunos.

El desengaño no tardó en llegar: «Después de la fuerte crisis de los años cincuenta, comprendí que la política no era mi elemento […] No considero aquellos años totalmente perdidos. Me dieron una resistencia ante cualquier tipo de doctrina», aseguró en la década de los 90.

La canción «Black Coffee»

En 1958, durante un viaje a París realizado con el luego célebre autor del teatro del absurdo Slawomir Mrozek y otros escritores, entró en contacto con la principal revista del exilio polaco, Kultura, y con su director, el influyente intelectual Jerzy Giedroyc, comenzando su distanciamiento del comunismo. En 1966, en solidaridad con el gran filósofo Leszek Kolakowski, expulsado del POUP, Szymborska devolvió su carnet del partido, siendo inmediatamente expulsada de la revista Zycie Literackie (Vida Literaria), donde dirigía, desde 1953, la sección de poesía. En esta publicación, sobre todo tras el llamado «deshielo polaco» (octubre de 1956), apareció lo mejor de la lírica de la época. Allí Szymborska publicó su famoso ciclo de Lecturas no obligatorias (Alfabia, 2009), dedicado a comentar libros, no necesariamente de autores célebres o de temas considerados solemnes y canónicos.

Empezó a confeccionar y a enviar a sus amigos postales-«collage»

Pero no hizo sólo eso. Entre 1960 y 1968, en calidad de redactora anónima de la revista, publicó la columna «Correo Literario». En ella daba, con humor e ironía, consejos a poetas noveles o aspirantes a escritor que enviaban sus trabajos para ser publicados o evaluados.

Alejada siempre de los focos, rehuyendo recitales y entrevistas, desde mitad de los años 60 se volcó en una actividad que le llenaba como pocas: empezó a confeccionar y enviar a sus amigos postales-collage, adornadas con comentarios mínimos o aforismos. Amante de la música popular, en su entierro, el 9 de febrero de 2012, sonó música de rock, la canción Black Coffee, de Ella Fitzgerald, y la melodía de su poema más conocido («Nada dos veces»), del libro Llamando al Yeti: «Nada sucede dos veces / y no sucederá. Por eso / nacemos sin experiencia / y moriremos sin rutina».

Ver los comentarios