El artista William Kentridge
El artista William Kentridge - DOUG PETERS
Premio Princesa de Asturias de las Artes

William Kentridge, el éxito de lo contemporáneo

Es uno de los artistas más exitosos de las últimas décadas, de un modo nada fácil de lograr, que aúna la aceptación popular y el aplauso de la crítica

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William Kentridge recibe un reconocimiento clave con el Princesa de Asturias de las Artes, puesto que se ha convertido en uno de los artistas más exitosos de las últimas décadas, aunando la aceptación popular y el aplauso de la crítica. Creo que hay dos elementos que pueden explicar el éxito singular de Kentridge, y ambos revelan la forma en que su obra ha sabido tocar el nervio de aquello que define lo contemporáneo. Por un lado hay un rasgo anacrónico característico de los mejores artistas de nuestra época, marcada por la hipertecnificación y la hegemonía absoluta de lo digital. En un momento así, en el que todos además podemos apreciar el peso de esa poderosa presencia en nuestros «gadgets», él decidió volver al cine realizado en 16 milímetros, con animaciones manuales de dibujo, sin un solo apoyo digital. Ese anacronismo es una de las más fértiles contradicciones de lo contemporáneo. El otro rasgo es la teatralidad, un aspecto que le ha permitido alcanzar algunas de las cumbres de su obra.

Pensemos que Kentridge es uno de los grandes diseñadores de espacios escénicos del mundo, y sus intervenciones para óperas han sido hitos que unen la gran audiencia de lo popular con el éxito de crítica. Sus escenografías para «La Nariz» de Dimitri Shostakovich o «Lulú» de Alban Berg. Además, su cercanía con el mundo del teatro es más elemental porque se ha interesado por el modo en el que la dramaturgia trabaja con los sentimientos humanos.

Cabe destacar también que la popularidad de sus obras se ve reforzada por el universo de referencias empleado, desde las cinematográficas de un mundo anterior a la gran industria de Hollywood, del cine popular de Buster Keaton, a las literarias de autores como su compatriota Coetzee, además de Hegel o Brecht.

Por último, añadiría un tercer elemento que lo hace singular más allá de las dos características citadas: que siendo un artista blanco en un continente negro como África ha trabajado con un sentido de desplazamiento permanente. Por educación, sus referencias son europeas y cultas: Goya, Brecht, Beckmann, Grosz... Así que utiliza su lenguaje con la conciencia de desplazamiento del discurso, sabiendo que ese lenguaje es, en ese continente, impuesto, de una tradición colonial. De esa intersección emerge su planteamiento del paisaje africano, africano pero blanco. Aquí la referencia literaria de Coetzee es indudable.

El paisaje como género

Y más interesante es aún recordar que el paisaje es un género característico del arte burgués del XIX, que lo separa del arte religioso medieval o de la representación de la aristrocracia del Antiguo Régimen. Coetzee y Kentridge replantean el paisaje y lo hacen suyo a través del lenguaje de otra cultura. Este es otro de los puntos que le hacen una figura muy singular y le han permitido crear un espacio poético personal que, sin duda, el premio Princesa de Asturias ha venido a reconocer.

Es sabido que en otoño el Museo Reina Sofía le dedicará una amplia retrospectiva, de la que soy comisario. Quiero recordar que hice mi primera exposición en el MACBA con él. La diferencia tras veintisiete años, es que entonces dábamos a conocer su obra tras los años de bloqueo internacional por el apartheid. Hoy ya no es un descubrimiento, sino un reconocimiento. Hace dos años que trabajamos en la muestra, centrada en cómo un artista se replantea su trabajo después de un éxito tan apreciable y tan dilatado. Desde lo popular y lo teatral.

[Manuel Borja-Villel es director del Museo Reina Sofía]

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